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marcha del orgullo gay en MedellínEFE

El largo proceso de trabas de los refugiados LGTBI en España

El principal problema es demostrar que sufren una persecución por ser LGTBI

Maykol Noya "no sentía que había vida" en Colombia, "más que todo sobrevivía", explica. En 2019 dejó su tierra natal para buscar asilo en España, "un país muy inclusivo" con las personas LGTBI, pero se encontró con "un proceso lleno de trabas" a la hora de solicitarlo.

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"Colombia es un país lleno de tanta violencia, donde las leyes están hechas para unos pocos; por mucho que existan normas LGTBI para protegernos, esto en los barrios no está interiorizado. Cada vez que se hace una marcha del Orgullo, al día siguiente amanecen varias personas muertas", explica en una entrevista con Efe.

Maykol vivió 33 años entre Barranquilla y Bogotá, ocultando su bisexualidad. Dice que en la capital colombiana encontró algo más de libertad, pero la muerte de su abuela en 2016 le hizo regresar con su familia, momento en el que empezaron a llegar las amenazas.

"Hay muchos grupos al margen de la ley que hacen 'campañas de limpieza', como ellos lo llaman. Empiezan a pasar panfletos por debajo de las puertas de las casas con mensajes como 'no queremos maricones en el barrio'; esa es tu sentencia de muerte", relata.

El momento que le hace salir del país ocurre el 17 de octubre de 2019, volviendo de fiesta, empezaron a perseguirle desde una moto.

"Maricón, corre, te vamos a pelar (matar)", le gritaron desde el vehículo unos hombres armados.

"Ese día sobreviví porque me escondí", afirma Maykol. Intentó poner una denuncia con su madre pero "nos dijeron que no se podía hacer nada": "mi vida corría peligro y no tenía protección. La solución fue reservar un vuelo inmediato con el dinero que pudimos sacar y salir de Colombia”.

Maykol eligió Madrid como su destino, tanto por el idioma como por la imagen internacional que se proyectaba de España en América Latina. “Todo lo que uno escucha de España es que es un país muy inclusivo, muy abierto en el tema LGBT”. Sin embargo, su experiencia fue otra: “casi lo mismo que en Colombia: las leyes están hechas para unos pocos” afirma.

Define el trámite de solicitud de asilo como un proceso “lleno de trabas” en el que “tienes que buscarte la vida”.

Tardó cerca de un mes y medio para conseguir el documento de identidad para extranjeros provisional, tiempo durante el cual se alojó en un hostal a cambio de llevar la recepción nocturna porque "no te dan acogida ni ayudas". Hasta enero no tuvo acceso al sistema sanitario.

Tras un año de esperas, le denegaron el asilo el 16 de diciembre de 2020. "Después de venir arrastrando todo lo que arrastraba de mi país, mi única esperanza estaba en el asilo. Cuando me lo negaron, intenté quitarme la vida".

LAS TRABAS DEL SISTEMA

Curro Peña, doctor en Derecho e investigador en derechos humanos, explica que un refugiado es "toda aquella persona que se encuentra fuera de su país de origen y no puede volver porque tiene temores fundados de sufrir persecución".

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En demostrar la persecución, expone Peña, está la clave del asilo: "la persecución se ha entendido normalmente como la suma de dos elementos: la vulneración grave de los derechos humanos -no cualquiera, sino aquellas más graves- frente a la cual el Estado de origen o no quiere o no puede proteger".

El principal problema es demostrar que sufren una persecución por ser LGTBI, "entre otros motivos, porque en muchas ocasiones el único medio de prueba del que disponen es de su propio testimonio", señala Peña.

Para dictaminar la veracidad de las declaraciones, los magistrados deben "valorar su credibilidad", pero "entran en juego numerosos prejuicios y estereotipos, porque quienes deciden sobre el asilo no conocen la realidad de las personas LGTBI. No la conocen a lo mejor en su propio país, como para que la conozcan en los países de origen de los solicitantes, que vienen de contextos completamente diferentes", añade Peña.

Desde ACNUR, Eva Menéndez relata que a veces se utilizan "preguntas estereotipadas y personales" en el procedimiento de asilo, como cuántas relaciones sexuales ha mantenido el solicitante.

Los tiempos burocráticos tampoco ayudan. "Hay personas que llegan y pasan seis meses sin un sitio en el que vivir, sin permiso de trabajo. Cuando llegas tienes que buscarte la vida y, tristemente, muchas personas de la comunidad LGTBI terminan en trabajo sexual o en temas de drogas", denuncia Maykol.

El alojamiento también supone peligros porque se puede "sufrir violencia por parte de otras personas que están acogidas", recuerda Peña, mientras que Menéndez afirma que "en el sistema de asilo español hay algunas plazas específicas para solicitantes del colectivo", aunque Maykol sabe que no son suficientes.

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NUEVO COMIENZO

Ha pasado el tiempo y Maykol dice por fin sentirse persona: "siento que tengo calidad de vida". Tres años en España le han servido para graduarse en Locución y Marketing digital y actualmente colabora con la Fundación San Martín de Porres: "pasé de su albergue a colaborar en el área de comunicaciones", relata.

"Es difícil pero si uno le echa ganas se puede", valora.

Maykol volvió a solicitar el asilo y se encuentra a la espera de una respuesta.