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Instancia. Los inmigrantes Georgy Eliseev y Marina Morunova cuidan a sus hijos en un parque de Buenos Aires.EFE

“Solo queremos estar seguros”: la nueva vida de los rusos en Argentina

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Georgy Eliseev y Marina Morunova no paran de sonreír. Acompañados de Uliyana, su bebé de seis meses, este matrimonio de rusos irradia felicidad por los cuatro costados, encantados de vivir en un país, Argentina, que está repleto de personas “muy abiertas de mente” y “muy amables”. “No sabemos cuánto tiempo estaremos, porque con esta situación... Nosotros solo queremos estar tranquilos y en un lugar seguro”, asevera Morunova, que pasea por el Parque Centenario de Buenos Aires, cerca a su nuevo domicilio.

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Esta pareja representa por sí misma una tendencia cada vez más visible en las calles argentinas: la de las familias rusas que, cautivadas por la calidad de los servicios públicos, la amabilidad de la población y las facilidades burocráticas, optan por mudarse con el fin de evitar las consecuencias de la guerra en Ucrania. Solo en el último año, unos 2.400 ciudadanos rusos iniciaron sus trámites de residencia ante la Dirección Nacional de Migraciones, organismo que cifra en más de 22.000 las personas de esta nacionalidad que han ingresado en Argentina desde comienzos de 2022.

Eliseev y Morunova están próximos a cumplir un año en Buenos Aires, adonde se mudaron desde Moscú nada más comenzar la guerra. Todavía no manejan demasiado bien el español, pero en este tiempo ya han construido una rutina con la que están encantados. “Trabajamos en la primera parte del día de forma remota, por la diferencia horaria de 6 horas con Moscú”, apunta Eliseev.

Durante su estancia en la capital argentina han conocido a varias parejas de rusos en una situación similar a la suya, como es el caso de Alya Lykhina y Vitali Biriukov, quienes viajaron en mayo de 2022 al país rioplatense junto a sus cinco hijos. “Algunos rusos que vienen aquí dicen: ‘ah, esto no es como en Rusia, ¿por qué tienes tantas tiendas pequeñas, en lugar de tener una sola grande?’. Es muy diferente, tienes que comprar carne aquí, esto otro allá... Pero para nosotros está bien, porque nos acostumbramos”, afirma Lykhina con su bebé Tanisha, de cinco meses, en brazos.

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Estas dos familias son parte de un fenómeno que llamó la atención de la Dirección Nacional de Migraciones: son rusos de clase media y alta, muchos de ellos con cursos de posgrado, que viven de ahorros o que trabajan para otros países en los sectores de finanzas o diseño web. Su decisión de optar por Argentina no es casual, ya que entre ambos países rige un tratado que permite estancias de 90 días sin visado para sus respectivos ciudadanos, algo que aprovechan muchas mujeres rusas para dar a luz en suelo argentino y, de este modo, acelerar sus residencias.

Este flujo migratorio cobró relevancia mediática a mediados del mes pasado, cuando seis ciudadanas rusas embarazadas fueron retenidas en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, al tratarse presuntamente de “falsas turistas” que viajaban a Argentina para tener sus bebés, obtener la ciudadanía y abandonar el país.

Más allá del interés concreto por el pasaporte argentino, lo cierto es que cientos de familias rusas han viajado a Argentina para quedarse.

Los datos avalan esa realidad: 327 estudiantes rusos (71 de nivel inicial, 194 de primaria y 62 de secundaria) arrancaron el lunes 27 de enero de 2023 sus clases en centros públicos porteños.