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Salima Kadaoui, cuida perros callejerros
Salima Kadaoui posa en el veterinario junto a una perra callejera enferma en Tánger (Marruecos).EFE/ Mohamed Siali

Salima, la marroquí que dedica su vida a los perros callejeros de Tánger

Unos 4.000 canes y 3.000 gatos ha salvados la mujer, gracias a su asociación que fundó

Salima Kadaoui recuerda con dolor el día que cambió su vida. Cuando tenía 8 años, al volver a su casa de Tánger, encontró a los perros callejeros que cuidaba muertos o agonizando, envenenados por las autoridades. Ahora dirige una iniciativa pionera en Marruecos que ha conseguido esterilizar y vacunar 4.000 perros y 3.000 gatos de la calle.

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Entre los perros que murieron ese día estaba Tonita, a la que vio apagarse mientras sus cachorros intentaban mamar. “Juré por Dios que cambiaría mi país”, dice Salima, de 52 años, que desde entonces ha dedicado su vida a proteger a los animales.

Como resultado de su promesa, esta marroquí de madre inglesa fundó en 2016 la asociación Santuario de la Fauna de Tánger (SFT) y un albergue de animales, ‘El Santuario’, que abarca 2,4 hectáreas en las afueras de la ciudad marroquí y acoge a más de 900 perros, gatos, burros, cabras, monos y jabalíes.

Al llegar allí, Salima llama a cada perro por su nombre, les lanza comida y ellos la reciben eufóricos. Luego se van acercando sus burros, cabras y un jabalí para buscar comida y cariño, bajo las miradas curiosas de un macaco de berbería.

En Marruecos, donde se estima que hay 3 millones de perros callejeros y un número aún mayor de gatos, su situación es desesperada. Según denuncian los activistas, las autoridades recurren a matanzas masivas con armas de fuego para controlar la población. Salima calcula que solo en Tánger, una ciudad de 1 millón de habitantes, hay 30.000 perros callejeros.

Todos los registrados en el Santuario y una gran parte de los que están sueltos en la calle son vacunados anualmente y llevan una chapa amarilla en la oreja con un número de identificación.

TANGER (MARRUECOS),
 Salima Kadaoui da de comer a varios perros en el albergue de animales 'El Santuario', que abarca 2,4 hectáreas en las afueras de Tánger (Marruecos).Mohamed Siali / EFE

“Protegemos a los animales, a los humanos y al medio ambiente, porque el antiparasitario que le doy al perro, por ejemplo, ayuda a erradicar las pulgas y garrapatas que había en los parques públicos”, explica. Un perro callejero vacunado e integrado en el barrio, dice, es además “un policía” contra la rabia porque expulsa a los animales extranjeros no vacunados.

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Para fundar la asociación, Salima vendió su casa, tres taxis que tenía en Inglaterra y gastó una herencia recibida. “Para mí esto es una pasión y una obligación humana moral”, se justifica a bordo de una de sus tres ‘ambulancias animales’ en una misión para atender a una perra enferma.

El Santuario, compuesto por 15 trabajadores contratados y numerosos voluntarios, se financia gracias a organizaciones internacionales y donaciones de particulares, una manera, dice Salima, de mantener su independencia ante las autoridades.

Y no solo se dedica a castrar y vacunar. También ha dado cursos a 160.000 alumnos en las escuelas de Tánger y ha impartido conferencias en universidades sobre bienestar animal o cómo prevenir la rabia. Trabajan siete días a la semana, aunque para Salima es más que un trabajo: “Es mi vida”, dice la marroquí. 

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