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La soledad de los poco (8294565)
Efarova Malyna Semenivta, de 60 años, habla  en un aldea abandonada cerca del frente de batalla, el pasado 27 de mayo. EFE/Esteban Biba

La soledad de vecinos en aldeas ucranianas

Tras casi cien días de una guerra, residentes de los pueblos liberados narran la odisea. Se han acostumbrado a escuchar los bombazos

Vive en una casa prestada, después de que la suya fuera destrozada durante los combates, sin luz, sin apenas comida y con su familia fuera de Ucrania. Malyna está sola a sus 80 años en una aldea donde se ven más militares que vecinos, donde lo que más se escucha son explosiones.

La vida de muchas personas, en su mayoría ancianos, en pequeños pueblos como Ruska Lozova, en los alrededores de la ciudad ucraniana de Járkov, se ha sumido aún más en la soledad tras casi cien días de una guerra que no se detiene en esta zona próxima a la frontera con Rusia.

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“No queremos ser parte de Rusia”, sentencia ante un grupo de periodistas a los que militares ucranianos muestran el vacío de estas aldeas desde que la mayoría de sus residentes fueron evacuados tras comenzar la invasión rusa el pasado 24 de febrero. En Ruska Lozova solo se ven carreteras solitarias, casas con la verja abierta cuyos habitantes parece que salieron a la carrera, un puente destruido a lo lejos y perros que han quedado a su suerte sin dueños.

Efarova Malyna Semenivta, su nombre completo, fue de los escasos vecinos que prefirió quedarse. Tiene problemas en la garganta, su voz es afónica y comenta que siente molestias cuando come, muchas veces tose. “Para qué me voy a ir, soy mayor, tengo problemas estando fuera”, además de que se sentiría incómoda entre gente que no conoce, se lamenta.

Su marido murió hace nueve años y la casa frente a la que está sentada es de unos familiares, que cuando comenzó la guerra le dejaron que se quedara, pues en la suya es “imposible” vivir por los destrozos, sin ventanas.

Esta parte de Ucrania es escenario de combates desde que comenzó la invasión, aunque las Fuerzas Armadas ucranianas liberaron estas aldeas que habían sido ocupadas por los rusos, la lucha sigue, ahora cerca de la frontera con Rusia.

Cuando estuvieron bajo dominio de militares rusos los pocos civiles que permanecieron en sus casas vieron como los ‘ocupantes’ las registraban.

A ella le dijeron que se escondiera porque venían “los banderas”, un término que alude a un movimiento nacionalista ucraniano durante la Segunda Mundial, muy controvertido, pues para unos fueron héroes y para otros unos criminales. “Pero no tuve miedo, sabía que solo vendrían soldados ucranianos”, sentencia.

“Hubo muchas explosiones, Dios mío, si supieras cuántas, no había visto algo así en mi vida”, exclama.

Malyna recuerda que los rusos iban entrando casa por casa, quizás buscaban a alguien escondido. “En grupos de nueve, con armas automáticas, y chalecos antibalas, parecía que iban a un desfile”, ironiza.

Vive sin electricidad desde que empezó la guerra, recogiendo agua en una pequeña presa junto al pueblo, con la comida que recibe de vez en cuando de unos voluntarios que llegan de la ciudad.