Tutankamón: cien años de maldición

Si hay una tumba en Egipto que ha conseguido acaparar todas las miradas, por diversos motivos, desde su descubrimiento, esa no es otra que la KV62: la tumba del faraón Tutankamón”, señala el investigador del pasado Manuel Jesús Segado-Uceda.

Segado-Uceda, licenciado en Historia del Arte y un activo divulgador de los secretos e historia ignorada del mundo, analiza el surgimiento y la evolución de la que quizá sea “la maldición más famosa del mundo” en su libro ‘Tumbas misteriosas’, donde expone una serie de investigaciones sobre los cementerios y monumentos funerarios, situados en distintos puntos del planeta.

“En noviembre de 1922, la expedición comandada por el arqueólogo Howard Carter y financiada por Lord Carnarvon, se topó en la necrópolis del Valle de los Reyes, cercana a la ciudad de Luxor, con el primero de los 16 escalones horadados en la piedra que conducían hasta la tumba, prácticamente intacta, del conocido como ‘faraón niño’, debido a su juventud”, explica Segado-Uceda.

Añade que, “a comienzos de 1923, durante la apertura de la cámara mortuoria, Carter y Carnarvon descubrieron ‘cosas maravillosas’ en el interior de la tumba de Tutankamón”.

“En aquel instante todavía no eran conscientes del enorme descubrimiento que habían realizado, ni sospechaban los extraños y macabros acontecimientos en los que la expedición se iba a ver envuelta”, señala el historiador.

“Carter sufrió la picadura de un escorpión el día anterior a la apertura de la tumba. Además, el mismo día en que descubrió el primer escalón que bajaba hasta el enterramiento, una cobra se comió al canario que el egiptólogo tenía como mascota”, explica. Ese suceso fue publicado por la prensa de la época. De igual modo, el diario New York World, hizo referencia a un antiguo y presunto documento árabe en el que se recogía la existencia de una “maldición de los faraones”, una condena que recaería sobre los miembros de la expedición por profanar la tumba.

“Siete semanas después de la apertura de la cámara mortuoria, Lord Carnarvon moría. Fue en abril de 1923”, relata el autor.

De acuerdo a la investigación de Segado-Uceda, Carnarvon sufrió una grave infección que se extendió por todo su cuerpo, ocasionándole una neumonía que le causó una muerte agónica, entre delirios, cuenta.

A partir de su fallecimiento, la prensa comenzó a hablar de la “maldición de Tutankamón”, y a divulgar una supuesta inscripción hallada por Carter al abrir la tumba, que decía “la muerte golpeará con sus alas a aquel que turbe el reposo del faraón”, y que el propio egiptólogo habría ocultado para evitar que cundiera el pánico entre su equipo.

“Cierta o no la maldición, el miedo y la creencia en esa supuesta condena se fueron acrecentando. Durante los años siguientes al descubrimiento de la cripta real se produjeron acontecimientos insólitos, así como más de una veintena de muertes en circunstancias extrañas de personas relacionadas con el descubrimiento”, señala.

“Algunas de las muertes más inquietantes fueron la del magnate del ferrocarril americano George Jay Gould I, quien enfermó de unas extrañas fiebres mientras visitaba la tumba. “En 1923 falleció en Londres a causa de un disparo que le efectuó su esposa tras una discusión, el príncipe egipcio Ali Kamel Fahmy Bey, quien también estuvo ahpi”, prosigue; al citar que un año más tarde, en enero de 1924, Archibald Douglas Reid, especialista que había radiografiado la momia, murió sin que los médicos lograran descubrir la causa de su fallecimiento.

En noviembre de 1929, Richard Bethel, secretario personal de Howard Carter, apareció muerto en su cama en extrañas circunstancias, y en febrero de 1930, el padre de Bethel, Lord Westbury, se suicidó. El coche fúnebre que trasladaba su cuerpo al cementerio, atropelló a un niño de ocho años, matándolo.

“La leyenda es extensa e incluye otros acontecimientos, siendo numerosos los sucesos extraños y las muertes de personas relacionadas con la tumba y sus objetos”, concluye Segado-Uceda.

Algunas de las piezas arqueológicas y maravillas artísticas descubiertas en 1922, podrán contemplarse en persona a partir de finales de 2022. Para entonces está prevista la inauguración oficial del Gran Museo Egipcio, que ha recibido y restaurado alrededor de 55.000 piezas, incluyendo las de la colección de Tutankamón, levantado a dos kilómetros al oeste de la necrópolis de Guiza, próximo a El Cairo.