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Mundo, Chile, Dictadura de Pinochet
Violeta Berríos, pareja del ejecutado por personal militar en el año 1973, Mario Argüelles, durante una entrevista con EFE, en la ciudad de Calama (Chile).EFE

Viuda de la dictadura: el dolor eterno de Violeta Berríos

Es una de las más importantes referentes de la búsqueda de desaparecidos en Chile

En 1973 Violeta Berríos dejó toda su vida de lado para dedicarse plenamente a la búsqueda de su pareja, una de las 26 personas que desaparecieron tras ser ejecutadas por militares pinochetistas en el norte de Chile.

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"No tuve vida, solo búsqueda. Todavía no puedo asumir que tengo 87 años porque pasaron 30 que no me di cuenta. Nuestro tema era la pampa, nada más", relata a EFE Berríos (1938) desde el salón de su casa, rodeada de recuerdos de las décadas que pasó barriendo a diario el desierto de Atacama junto a las esposas, madres y hermanas del resto de víctimas de la represión ejercida por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) en la norteña Calama.

En 1995 fueron identificados los restos de su pareja, Mario Argüelles, pero Berríos, una de las principales referentes de la búsqueda de desaparecidos en Chile, ha mantenido hasta hoy el mismo compromiso con esta causa: "Para nosotros los 26 son iguales".

Recientemente, con la esperanza de hallar a los dos desaparecidos que faltan por encontrar en Calama (David Miranda y Rafael Pineda), entregó los datos que tiene sobre sus casos al Plan Nacional de Búsqueda, promovido en 2023 por el Gobierno del progresista Gabriel Boric con el objetivo de encontrar a los 1.162 detenidos desaparecidos que, según las últimas cifras oficiales, aún quedan por localizar.

Sin embargo, el plan no tiene diligencias previstas para este emblemático caso.

"Aunque hayan pasado 50 años, el dolor es el mismo. La herida se mantiene, se cicatriza por encima, pero se vuelve a abrir cada septiembre", cuenta la presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados y Detenidos Desaparecidos de Calama, cuya entereza sigue intacta: "Estamos viejas, pero todavía quedan fuerzas. Tengo malas las piernas, pero la lengua y la cabeza la tengo rebuena".

LA CARAVANA DE LA MUERTE

Calama fue una de las últimas paradas de la "Caravana de la Muerte", la operación militar que recorrió el país entre septiembre y octubre de 1973 y que acabó con la vida de 93 personas.

"Desapareció todo el mundo del lado de una. Nadie te hablaba, nadie te saludaba... Teníamos lepra y a cualquiera se le podía pegar", recuerda Berríos, que no tardó en organizarse y reunirse con el resto de parientes de las víctimas y liderar la asociación: "Yo era la única que no tenía hijos, estaba sola. No tenía nada que perder".

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Durante más de 17 años, estas mujeres se entregaron completamente a su cometido, difundiendo su causa con panfletos, denunciando los crímenes con ayunos y, sobre todo, recorriendo el desierto en busca de indicios, basándose en los pocos datos que tenían y en los aprendizajes adquiridos durante el camino, como saber identificar la remoción del terreno.

"Todas teníamos miedo, pero había algo más grande, que era buscarlos", explica sobre la labor que desarrollaron bajo el acecho de la dictadura y que culminó en 1990, cuando encontraron los primeros fragmentos óseos.

"Yo fui aprendiendo golpe a golpe", reflexiona Berríos, que emprendió esta lucha siendo una dueña de casa sin estudios, como la mayoría de sus compañeras, pero cuya persistencia fue reconocida en 2016 con el Premio Nacional de Derechos Humanos.

UN PAÍS SIN MEMORIA

"Los chilenos tenemos una memoria cortita, y con un país sin memoria, ¿qué hacemos? Hay que recordar el pasado", reivindica Berríos, que todavía vuelve al desierto cada quince días para visitar el memorial que inauguraron en 2004.

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En 2022 fueron condenados ocho militares como autores, cómplices o encubridores de las ejecuciones en Calama, pero según Berríos, "no hay manera de hacer justicia".

Pese a que alaba la "intención", tampoco tiene demasiadas esperanzas en los resultados del Plan Nacional de Búsqueda porque considera que no va conseguir el objetivo de "seguir la huella" de los desaparecidos: "¿Qué huella, si nadie quiere hablar?".

Berríos confía "muy poco" en que las próximas generaciones sigan con su lucha, pero descansa sobre la idea de que casi todas las familias tengan "aunque sea un huesito" de sus seres queridos, orgullosa de que su búsqueda haya dado fruto.

"El otro día leí una frase que me gustó mucho: 'cuando el trigo se cae, brota'. Nosotros hemos botado harto (mucho) trigo, y ha brotado. El hablar, el que te conozcan, el contar, es trigo que brota. Y ojalá siguiéramos por todo Chile botando trigo para que brote bastante", desea.

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