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Madrid. Mónica Gortaire (izq.), en una de las actividades en favor de los derechos de los migrantes. Ella llegó a España con su familia cuando ocurrió la gran migración tras el feriado bancario.Laura Calle

Una voz solidaria junto a los migrantes en España

Mónica es una quiteña que desde hace 25 años se ha vuelto una acompañante de los ecuatorianos, que llegan a radicarse en el país europeo 

Una actitud indomable, una voz sin quebrantos y una misión noble: defender los derechos de los migrantes. Así va la lucha, desde hace más de 25 años, de Mónica Gortaire, una ecuatoriana arraigada en España que defiende el porvenir de quienes han cruzado un continente y han dejado su hogar en busca de una mejor fortuna.

Oriunda de Quito, Mónica es una reconocida activista en España por su trayectoria y por ser una de las líderes del movimiento social Regularización Ya, un movimiento social autoorganizado de migrantes a nivel estatal, que actualmente buscan regularizar la residencia de medio millón de migrantes sin papeles -un tercio de ellos menores de edad- que viven y trabajan en ese país europeo y que padecieron la crisis económica tras la pandemia de la COVID-19, como la pérdida de sus empleos.

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Por ellos, hasta en los últimos meses de 2022, Mónica recorrió barrios del norte y sur de la ciudad junto a sus compañeras de lucha con el gélido frío de invierno y bajo el tórrido sol de verano de hasta los 40 grados que achicharra la piel, en busca de 500.000 firmas de la ciudadanía. Requisito y gran primer paso para que los migrantes de distintas nacionalidades puedan legalizarse. “Ningún ser humano es ilegal. La lucha por la regularización es importante porque la petición de papeles es algo de siempre, pero ahora es más difícil, porque la burocracia se ha complejizado mucho más”, explica a EXPRESO.

Pero esta acción, netamente por militancia, no es la única que representa a esta activista de 47 años de edad. De hecho, Mónica, quien también es parte de la Asamblea Antirracista de Madrid y el movimiento feminista 8M, no recuerda exactamente desde cuándo empezó su activismo a favor de los derechos humanos y de los migrantes; ni alcanza a contabilizar la cantidad de personas y familias que ha ayudado.

Las ganas de socorrer a sus compatriotas ecuatorianos le germinaron poco después de llegar a Madrid, a los 10 años de edad, de la mano de su hermana y su madre. Esta última fue quien le inculcó la semilla de la hermandad con sus coterráneos.

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Migrantes alzan su voz desde EspañaLaura Calle

Aunque sus primeros años de infancia tuvo una vida con escasez, en España su situación mejoró. “Vinimos a España porque mi mamá, una madre soltera, se enamoró y se casó con un señor español. Por eso en mi casa siempre se vivió el ambiente de ayuda, siempre había ecuatorianos que llegaban a dormir hasta ubicarse o viajar a su ciudad de destino, porque como teníamos ciertos privilegios, teníamos la obligación moral de ayudar”, comenta.

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Ver de cerca la precariedad de los migrantes le despertó la conciencia sobre los derechos humanos, además de sus propias experiencias. “Cuando llegué a España, tenía que ir a sexto grado, pero me bajaron un curso porque me dijeron que tenía menos nivel que el resto, sin evaluarme. Esto es una práctica habitual. A los niños que venían de América Latina les pasaba esto. Se trata de una mirada racista y colonial a nuestra educación”, indica.

Mónica llegó a Madrid con su familia años antes de 1999 y cuando ocurrió la gran migración de ecuatorianos a España por la crisis económica del feriado bancario, ella ya se había involucrado en grupos activistas y ecologistas. Su posición, recuerda, le permitía ver ambos lados sociales, el de local y el de extranjero, que fue lo que la impulsó a gritar por igualdad más tarde. “Nosotras no pasamos necesidades, pero la discriminación era la misma, para no ser tratada diferente en los institutos, me tocó cambiar mi acento”, lamenta.

Cuando tenía unos 19 años, su madre montó una asociación, Adeyade, de ecuatorianos en España y ella empezó a militar y trabajar en ella. “Les daba información y les ayudaba a buscar trabajo”, recuerda.

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Más tarde, por esa misma época y causa, Mónica y su madre crearon un programa de radio llamado ‘Añoranzas’, donde conectaban con migrantes ecuatorianos y que se transmitía, por teléfono, a una radio de Ecuador.

“Mandábamos mensajes de la gente. Porque el desarraigo familiar, en aquel entonces, era muy fuerte. Madres que dejaban niños pequeñitos, de meses”, comenta.

Con el programa de radio, que más tarde tuvo su versión impresa como revista llamada ‘Ñeque’, Mónica ve una ruta de ayuda más amplia. Pues a través de ella conectaban con parroquias que necesitaban trabajadores, creaban bolsas de empleo con otras organizaciones, conectaban con el Consulado, daban e intercambiaban información y asesoramiento, entre otros apoyos.

Pero hubo una parte de toda la información que recibía que llamó mucho más su atención. “Se hablaba de la cantidad de remesas que los migrantes enviaban a Ecuador, pero no se hablaba de sus condiciones precarias de trabajo, ni del desarraigo social”, destaca.

Su programa tuvo tanta acogida, que, cuenta Mónica, una vez convocaron a un encuentro-agasajo ecuatoriano en el Parque El Retiro de Madrid (el más grande de la ciudad) y acudieron más de 5.000 compatriotas. “Hicimos un fiestón y un programa de radio en directo. Esto salió hasta en el diario El País”, recuerda sonriente la activista.

Más tarde llevó su programa a Barcelona, por tres años, donde este tomó un tono más reivindicativo, “porque cada vez era más evidente la vulneración de derechos de todos los migrantes”.