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Richard Nixon
En la entrada del antiguo edificio del diario The Washington Post se veía un cuadro de tamaño natural con la portada de la edición del 9 de agosto de 1974.Miguel Rodríguez / Expreso

Watergate: 50 años de la gran vergüenza

La investigación periodística de Carl Bernstein y Bob Woodward reveló la trama de corrupción y espionaje de Richard Nixon

En la entrada del antiguo edificio del diario The Washington Post se veía un cuadro de tamaño natural con la portada de la edición del 9 de agosto de 1974. El titular era enorme en tamaño, escueto en palabras e impactante en su contenido: “Nixon Resigns” (Nixon renuncia). Solo hay una foto en la que se lo ve abrazando a una de sus hijas.

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Su padre se vio obligado a convertirse en el primer presidente de Estados Unidos en renunciar a su cargo. Así evitó una vergüenza aún mayor: ser el primer destituido en un país que estaba por cumplir los 200 años de independencia, y que fundó la democracia moderna. 

Nixon sabía que estaba perdido: el caso Watergate lo dejó acorralado como un Presidente que abusó del poder, obstruyó a la justicia que lo investigaba por una trama corrupción, espionaje, sabotaje en contra de los candidatos demócratas con fondos secretos, entre otros cargos.

Apenas una decena de senadores republicanos lo habría apoyado en el impeachment (juicio político). El periodista Carl Bernstein destaca que las institucionalidad del Estado había funcionado. Eran tiempos de una ética política diferente: los miembros del partido en la Cámara Alta privilegiaron los intereses de una Nación más que los de su partido, aunque les costara caro políticamente.

Richard Nixon
Richard Nixon, durante el comunicado hecho a la nación y al mundo en el que anuncia su dimisión como presidente de los Estados Unidos.EFE

Sobre todo, prevaleció el derecho más importante de la Constitución: la libertad de prensa. Bernstein y Bob Woodward eran dos jóvenes y anónimos reporteros de The Washington Post. Se hicieron cargo de cubrir la historia, que cayó en sus manos por un acto del azar. 

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En la madrugada del sábado 17 de junio de 1972, cinco hombres fueron detenidos por incursionar en la sede del Partido Demócrata en el edificio Watergate, en Washington D.C. Estaban vestidos con trajes; llevaban guantes de látex, equipos de comunicación y billetes nuevos en orden secuencial.

Aproximadamente a las 09:00 de ese 17 de junio, Woodward recibió una llamada en la que le asignaban cubrir la audiencia de los detenidos. “Creo que buscaron al más tonto para que se hiciera cargo de la historia y yo era el primero en la lista”, recuerda . “Nunca imaginé que ese sería el día más importante de mi vida”, añadió.

Para los miembros de la administración Nixon se trataba de “un robo de tercer orden”. En la audiencia, sin embargo, uno de los detenidos declaró ante el juez que había trabajado para la CIA. “Holy shit!” (mierda), dijo Woodward. No había que ser muy listo para entender que era más que un robo de tercer orden. Al día siguiente, un informante policial le dijo que en la libreta de uno de los detenidos había números telefónicos que llevaban a las altas esferas del Comité para la Reelección.

EL PERDÓNEl 8 de septiembre de 1972, el presidente Gerald Ford otorgó el perdón a Nixon. Hubo 48 condenados, entre ellos, los más cercanos al expresidente.

‘Woodstein’, como los llamaron luego, persistieron y hasta se obstinaron en investigar esta historia, que fue ignorada por la mayoría de los medios. Algunos editores del propio diario se preguntaban si era pertinente seguir indagando en un Presidente, que hasta entonces gozaba de una gran popularidad por su política de “ley y orden” y que, en noviembre de 1972, ganó en 48 de los 50 colegios electorales para un nuevo periodo.

Algunos podrán odiarlos, pero aquellos que los odian jamás ganarán al menos que ustedes también los odien. Entonces, ustedes se destruirán a sí mismos

Richard Nixon

del discurso de renuncia a la Presidencia

La investigación reveló la paranoia de un hombre que desconfiaba, temía y despreciaba a todos. Fue por orden suya que se debía sabotear a los candidatos republicanos y se instalara en su despacho un sistema secreto de grabación de audios en los que registraba a todos los que lo visitaban; funcionarios, representantes y presidentes de otros estados.

‘Woodstein’ demostraron el valor del periodismo y el arte de la reportería, que difícilmente podría darse ahora en los vertiginosos tiempos de las redes sociales, en las que muchos creen que se dirime el futuro de las naciones. Dos anónimos reporteros no dejaron jamás de contrastar una hecho con al menos dos fuentes más. Y tuvieron un método para obtener información: acudían por las noches a las casas de los involucrados, en donde no tendrían las armaduras que dan las oficinas del Estado. Y les dejaban hablar: así, el periodista iba ganando la confianza y obtenía mejores datos para avanzar con la trama.

Sobre todo, se impusieron como un deber moral: jamás usar la palabra “impeachment” porque haría pensar que tenían como agenda la destitución de Nixon, quien veía a la prensa -The Post, especialmente- a su mayor enemigo y a la que debía destruir. 

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Pero Bernstein ha sostenido a lo largo de los años que la única misión del periodismo es “obtener la mejor versión posible de la verdad”. Para ello, hay un factor esencial que hace a esta historia aún más atractiva: Garganta Profunda, un apodo que surgió a propósito de una famosa película porno de la época. 

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Fue el mejor secreto guardado del periodismo y cuya identidad se reveló en el 2005, cuando Mark Felt, un exagente del FBI, confesó a los 91 años que él proporcionó la información a Woodward en el estacionamiento de un centro comercial. “Solo sigue el dinero”, le dijo en un principio. Eso fue lo que hicieron. Y el dinero los llevó hasta el Despacho Oval de Nixon.

El coraje de The Post

En 1970, The Post desafió la intención de Nixon de silenciar por vía judicial a la prensa, que había recibido información secreta de la participación de EE.UU. en la guerra de Vietnam, con “Los papeles del Pentágono”.

La dueña de The Washington Post, Katharine Graham, y su editor general, Ben Bradlee fueron clave para defender la libre prensa. Se los reconoce en dos películas: Todos los hombres del Presidente (Watergate) y The Post (Los papeles...), que se exhiben en el cine 8 1/2 de Quito.

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