El Municipio se planta por los robos en parques
La nueva orden del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, es clara y “de aplicación inmediata”, aunque no se haya formalizado todavía en un documento.
La nueva orden del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, es clara y “de aplicación inmediata”, aunque no se haya formalizado todavía en un documento. El Municipio solo realizará tareas de mantenimiento eléctrico y repondrá las luminarias y cables sustraídos “en los parques y avenidas que ha regenerado”.
Los damnificados que residan en áreas no intervenidas ya no recibirán la asistencia del Cabildo, como sucedía hasta ahora a pesar de que, según Eduardo Piedra, jefe de Mantenimiento y Preservación de Obras Eléctricas, el alumbrado de la ciudad corresponde a la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL). Una empresa pública que depende del Ministerio de Electricidad y Energías Renovables.
El alto costo que los saqueos ocasionan a las arcas municipales, cifrado en cerca de 500.000 dólares anuales, ha empujado a Nebot a tomar tan drástica decisión. “CNEL es la que cobra la tasa por el servicio a los usuarios, pero no nos da nada a cambio. Si nos revirtiera un porcentaje del dinero recaudado, como hacía hasta 2012 (no concretó la cantidad que se recibía entonces), efectuaríamos encantados ambas labores”, destaca Piedra a EXPRESO.
La medida coincide con los reportajes publicados por este Diario desde el pasado martes. En ellos se desvelaba la “desesperación” suscitada en el Cabildo ante la creciente oleada de robos en las 4.000 áreas verdes de la ciudad, así como en numerosas vías públicas.
Los técnicos municipales reconocieron sin ambages que en el 100 por cien de los recintos se ha producido algún episodio delictivo de esta naturaleza.
Nuevas medidas: Más compromiso ciudadano
Además, el Cabildo está pidiendo a los moradores de las zonas regeneradas que les entreguen un acta de compromiso, en la que sus líderes se hagan responsables de la conservación de los parques. Se trata de una condición indispensable para contar con un apoyo municipal permanente. “A ellos les repondremos los materiales, pero deben evitar que los robos sean constantes, colaborar para poner fin a estas prácticas. Queremos que pongan su granito de arena, que estén pendientes”, detalla Eduardo Piedra. Si los residentes se niegan a firmar el documento, como sucede en muchos casos, podrían pasar “un tiempo” sin ayuda hasta que den el paso. No obstante, las soluciones se analizarán de manera individual, dependiendo de las circunstancias de cada caso.
Testimonios: “Los pillos aprovechaban para asaltar a partir de las 19:00 por falta de luz”
A partir de las 19:00 por falta de luz. Los drogadictos que suelen venir desde otras zonas de la ciudad no respetan a nadie”, atestigua muy enojado.
Jorge les planta cara sin más protección que su pitbull. “Si yo ando por acá, no actúan igual”, señala. “Era una cosa tremenda. Los asaltos ocurrían a cada rato. Habría que buscar a las personas que compran ese cable, ir a la fuente. Porque ahí está el origen de nuestra inseguridad”, apostilla Enrique Carrera, de la misma edad que su vecino.
En la ciudadela naval General Villamil, situada en La Saiba, se vivieron incidentes similares. Tras ocho saqueos perpetrados a escasos doscientos metros de una UPC, su parque, cercado por verjas, hoy luce vigoroso, repleto de flores, murales y llantas coloreadas. Incluso hay un árbol de Navidad y un belén con un puesto de ‘hot dogs’ en miniatura. Y todo porque dieciocho moradores, liderados por Lorena Falcones, de 46 años, le devolvieron el esplendor perdido.
Pero mientras se realizaban las reparaciones, los robos nocturnos eran habituales. “A mí me abrieron el carro en la puerta de mi domicilio y se llevaron la radio”, comenta Sofía Silva, de 33 años. “El Municipio arreglaba una zona, y los pillos dañaban otra. Así sucesivamente. Pagamos a un guardia nocturno durante unos siete u ocho meses. Después la gente no siguió aportando plata”, rememora Lorena.
Ahora, ella y su grupo se organizan para vigilar desde casa. En cuanto avistan a un extraño, se comunican entre ellos y alertan a la Policía Nacional. “El runrún ha hecho mucho. Ya se lo piensan porque saben que ahí estoy yo, la bruja”, bromea.
No recuerda la fecha exacta, pero sí que un fuerte ruido lo despertó a eso de las 02:00. Washington Eduardo Díaz, aún medio dormido, se asomó a la ventana. Los ladrones estaban debajo de su casa, en Los Jazmines de Guayacanes, cargando dos luminarias del parque y la escalera que habían utilizado para apoderarse de los focos.
Al verlo, uno de ellos sacó su pistola y lo apuntó. Washington, de 52 años y presidente del comité vecinal, se tiró al suelo. No volvió a salir.
Mientras espera a que el Cabildo arregle los daños (ya ha entregado el acta de compromiso), le preocupan las posibles represalias que los malhechores puedan tomar contra él. Ese es el otro gran riesgo que inquieta a las víctimas. “A veces, los policías hacen rondas por acá. Otras apenas se los ve”, agrega.
Quizás por eso le gustaría contar con un vigilante, que les aporte tranquilidad. Pero, “lamentablemente”, en la mayoría de las comunidades “no todos los residentes colaboran”.