Un mural que une y transforma
Profesoras y estudiantes de la Facultad de Arquitectura, junto a la comunidad, mejoran el ‘parque chico’ de Urbanor. El arte repercute en todo el entorno.
Lo que antes era un basurero y lugar de reuniones de ladrones y drogadictos, hoy se ha convertido en un sitio de orgullo para la comunidad. El arte plasmado en un mural pintado con vivos colores, en el ‘parque chico’, no solo ha traído belleza a la ciudadela Urbanor, ubicada en el norte de la ciudad, sino un sentido de pertenencia entre los vecinos.
Esa identificación con su entorno, ha contribuido, en parte, a reducir los índices de robos y el abandono del sector, ya que la comunidad ahora está unida para trabajar por el embellecimiento de su zona.
El mural está ubicado en la manzana 57, mide 30 metros de largo, por siete de alto, y representa a una niña colgada de cabeza de un árbol. Su cabellera simula un gran arcoíris del cual salen mandalas, cometas, pescados y muchos otros elementos que la comunidad quiso colocar para embellecerlo.
Para realizar la obra, la junta vecinal de Urbanor invitó a cuatro docentes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil (Dolores Chica, Carolina Sotomayor, Andrea Lozano y Victoria Bastidas), especialistas en Educación, patrimonio, urbanismo y arte, quienes forman parte del grupo de investigación ‘Arte, Ciudad y Sociedad’. A ellas se unió el muralista Gabriel Peña, para guiar a los vecinos en la consecución de su objetivo.
También participaron 70 estudiantes del tercer semestre de la asignatura Medios de Expresión Artística, de la carrera de Diseño de Interiores.
“Logramos consolidar ese bagaje de las cuatro docentes para pensar formas en las cuales se pudiera intervenir para mejorar. Y es así como llegamos a plantear el arte como un elemento para transformar”, explica Bastidas.
El mural se preparó durante varias sesiones de trabajo, dentro de las cuales, hubo juegos, música, encuentros y la integración total del vecindario, que limpió, pintó, mezcló colores, eligió y decidió qué figuras quería ver en la obra.
“Utilizamos el arte como una herramienta de investigación, a través de la cual pudimos ir leyendo los distintos comportamientos entre los estudiantes y los colectivos”, añade Chica, otra docente.
Una vez que se hizo la intervención pictórica, los moradores empezaron a sembrar plantas, arreglar las luces y a embellecer más esa área verde que estuvo mucho tiempo olvidada, recuerda con satisfacción Geofredo Calle, presidente del consejo barrial y comité promejoras del vecindario. “Estamos viviendo una transformación que nos alegra y nos une”, asevera, al mencionar que todo el material que utilizaron lo consiguieron por autogestión.
Carolina Sotomayor, quien también integra el grupo de docentes universitarias, destaca lo impresionante que es ver cómo una cosa funciona como detonante para que todo lo demás se articule a su alrededor. “Pero además de eso, cuando ya está terminada la obra, queda un impacto visual que repercute en el entorno y mejora el ambiente”, resalta.
Jean Carlos Chasis, estudiante, dice que el trabajo realizado ha sido una experiencia gratificante porque pudo poner en práctica lo aprendido en el aula. “Además, compartimos con la comunidad y le mejoramos su entorno”, agrega.
En la misma ciudadela, en la esquina de la calle Quinta, en la manzana 2118, también está el mural de Frida Kahlo y Diego Rivera, que estuvo a cargo del artista Peña, con la ayuda del arquitecto David Hidalgo. Mientras que en la manzana 130, cerca del bosque protector Palo Santo, Peña también pone colores, pero ya no en paredes, sino sobre una toma de agua por la que pocos se atrevían a pasar debido a su abandono.
Los murales están transformando barrios. Muestra de ello es la ciudadela Pradera 3, en el sur de la ciudad, donde se pintan obras para embellecer, especialmente a barrios deprimidos, como reseñó EXPRESO en artículos anteriores.