Aquí nadie se hace cargo de su perro
El silencio de Noboa, las excusas de Nebot, las alharacas de Correa... Tres formas de evadir responsabilidades políticas
¿Qué hacía Pablo Muentes en Carondelet, celebrando las fiestas de Quito con los presidentes de la República y de la Asamblea? Cuando esto ocurrió, en diciembre del año pasado, poco antes de que el caso Metástasis pusiera a su asalariada Mayra Salazar tras las rejas y, a él, en un avión con destino a Miami, los medios de comunicación que ya conocían sus antecedentes publicaron que había llegado ahí con Henry Kronfle, en cuyo equipo de trabajo fue visto en esos primeros días de la nueva legislatura. Todo era muy evidente y nadie lo desmintió… Hasta ahora, que Pablo Muentes se ha convertido en el tipo al que nadie conoce ni conoció nunca. Una nueva versión de la Asamblea aduce que llegó allá por sus propios pies, invitado por los organizadores. Es decir, por el Palacio de Gobierno.
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Leer másColosal obviedad: a las actividades sociales de Carondelet nadie entra sin invitación. Otra cosa es que, para cursarla, los organizadores soliciten a las instituciones involucradas (la Asamblea, en este caso) la lista de personas que asistirán en su nombre. Así debió entrar Pablo Muentes. Esta simple explicación, sin embargo, no la pudo dar el gobierno. O no quiso darla. Eligió dejar en la indeterminación las causas por las cuales el más oscuro de los personajes oscuros del nebotismo, cabeza de una organización delictiva que controlaba jueces y hacía favores a los narcos, según la Fiscalía, apareció en un lugar de prominencia del Palacio, a poca distancia del presidente de la República. La Asamblea le echó al gobierno la pelotita de Muentes y el gobierno prefirió no hacer olas.
El silencio de Carondelet sobre el caso Purga es muy raro, sobre todo si se lo compara con sus alharacas por el caso Metástasis. En aquella ocasión tras el operativo, apareció Daniel Noboa para atribuírselo y declarar inaugurado su Plan Fénix para la seguridad, que hoy parece haber caído en el olvido, al menos con ese nombre, y en aquel entonces se encontraba en la fase de buscar un pájaro para quemarlo y esperar a que resurgiera de sus cenizas. El caso es que el gobierno hizo mucha bulla con Metástasis. Hoy, en cambio, habiendo transcurrido una semana desde la caída de Muentes y sus jueces en los operativos del caso Purga, ni el presidente ni nadie ha dicho esta boca es mía. El viernes coincidió Noboa con la fiscal en una conferencia sobre seguridad penitenciaria, y mientras ella alertaba sobre los distractores que buscan desviar la atención de investigaciones como la del caso Purga, él desviaba la atención con el anecdotario de sus propias amenazas de muerte, que banalizó todo lo que pudo: “Dizque me iban a poner un coche bomba, chuta, qué pena”.
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Leer másPero de Muentes, ni palabra. Acaso porque no le era del todo extraño. Ya lo trató cuando asambleísta. Y su viceministro de Gobierno, el submarino socialcristiano Esteban Torres, cultiva con él una relación especial documentada en decenas de fotografías reveladoras de un expansivo afecto mutuo. ¿No intervino Muentes, con sus influencias en la Función Judicial, en el operativo de la semana anterior para censurar y destituir al vocal del Consejo de la Judicatura Fausto Murillo? En este país de cortísima memoria, toca recapitular cada ocho días: en el juicio político a Murillo impulsado por el PSC y respaldado por el correísmo, la bancada oficialista había decidido ya oponerse a la censura, no por defenderlo a él sino para evitar, como se supo luego, que lo reemplazara su suplente, Elsy Celi, una abogada guayaquileña a quien el presidente Daniel Noboa tiene razones personales para malquerer. Para lograr que el oficialismo cambiara su voto, el PSC quitó a Celi del camino, no se sabe cómo porque ella, simplemente, renunció y desapareció del mapa. Ni Celi, ni su círculo de amistades, ni nadie en el Consejo de la Judicatura se atreve a hablar. Con reserva, se menciona a Muentes, providencialmente de vuelta en el país. Y como siempre que aparece su nombre, la sensación dominante es el miedo.
Y mientras el gobierno calla, el correísmo trata de distraer la atención con alharacas y campañas de trolls dirigidas contra la persona que, desde la presidencia de la Judicatura del Guayas, trató de contener a los operadores que manipulaban a los jueces: María Josefa Coronel. Contra ella Pablo Muentes había forjado una causa penal, acusándola de uso doloso de instrumento público: retorcida interpretación de un episodio en el que él, como asambleísta, le pedía a ella, como funcionaria, una cantidad enorme de información que se encontraba, de hecho, publicada en la página web. Parece que los documentos, que no cabían en un solo correo electrónico, no le llegaron completos (aunque también se los remitió en copias físicas) y eso bastó. El hecho es que ese juicio extraño, más un intento de intimidación que una causa legítima, como acostumbraba Muentes también con los periodistas que lo investigaban, se reactivó precisamente esta semana, el miércoles 6 de marzo, con Muentes ya preso: simultaneidad perfecta para la campaña correísta.
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Leer más¿Y el nebotismo? En ese partido nadie se hizo nunca ilusiones con respecto al personaje. Asambleísta alterno en al menos dos ocasiones (primero de Alfonso Harb, luego de Soledad Diab), se principalizó en 2022 cuando esta última renunció a su escaño para candidatizarse a concejal de Guayaquil. Su llegada puso nerviosos a todos en la bancada. Bueno, no a todos: Esteban Torres se sintió muy cómodo con él desde el principio, como se sentía cómodo con Luis Almeida, hecho del mismo material. “Mi respaldo a los caballeros de bien y el asambleísta Muentes es uno de ellos”, tuiteó en cierta ocasión Torres. El resto de la bancada, por supuesto, sabía perfectamente que no lo era.
En política, en todos los tiempos y en todos los lugares, porque el ejercicio del poder tiene sus inevitables penumbras, se acostumbra llamar ‘perros’ a ciertos servidores de los grandes líderes que se encargan de aquellos trabajos de los que el líder en cuestión prefiere no enterarse. Trabajos más o menos sucios, según quién y cuándo. Hasta políticos intachables han tenido su perro, otra cosa es que lo usaran con discreción y mesura. De Assad Bucaram, Jaime Roldós heredó a Germán Zambrano, que terminó asesinado por Jaime Toral Zalamea en los tiempos de Abdalá. Y León Febres-Cordero, de alcalde, se sirvió de Luis Almeida para controlar las borrascosas sesiones de un concejo municipal con demasiados roldosistas para su gusto. Los perros se caracterizan por su falta de escrúpulos y por su servilismo, que los convierte en muchachos de hacer mandados. Pues eso: Pablo Muentes era el perro de Jaime Nebot. La diferencia es que a Germán Zambrano jamás lo habría puesto Roldós a hablar en su nombre en el Congreso. A Nebot, en cambio, le pareció muy bien tener a Muentes en la Asamblea, precisamente cuando venía de sablearle 4 millones de dólares al Banco del Pacífico.
Es esa responsabilidad política la que se niega a asumir el líder socialcristiano. Ya puede Nebot grabar todos los videos de descargo que quiera e inventar diez mil excusas, entre ellas una serie de sinuosas acusaciones a gente que no menciona, pero ni con todas estas cortinas de humo será capaz de eludir la cuestión de fondo en este caso, una cuestión que compromete también a sus aliados: la relación con su perro.
- Dos amigos. “Mi respaldo a los caballeros de bien y el asambleísta Muentes es uno de ellos”, tuiteó el hoy viceministro de Gobierno Esteban Torres, el único de su bloque que lo quería.
- Noboa calla. De Pablo Muentes, el presidente Daniel Noboa no ha dicho ni palabra. Acaso porque no era, para él, un personaje del todo extraño. ¿No lo tuvo a pocos metros en Carondelet?
BONITO CAMBIO DE DISCURSO
En 2023, cuando analistas políticos y periodistas de investigación denunciaban los manejos de Pablo Muentes en el sistema de justicia, el Partido Social Cristiano saltaba en su defensa mediante comunicados públicos de indignada retórica que firmaba su presidente nacional Alfredo Serrano. Hasta el caricaturista Xavier Bonilla, Bonil, recibió una andanada de imprecaciones por atreverse a dibujarlo.
Hoy, que Muentes se encuentra preso y ha sido acusado por la Fiscalía de encabezar una estructura delincuencial dedicada a corromper y manipular el aparato de justicia en provecho propio y para hacer favores incluso a narcotraficantes, el mismo Serrano, al igual que su líder Jaime Nebot, se refugian tras la obviedad de que la responsabilidad penal es individual. Y de la política, ni hablar.
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