Fue un nino con cancer y regreso a Solca a ayudar
Édison le ganó a la leucemia que le detectaron cuando era bebé. Ahora es voluntario en el hospital. Guayaquil tendría el primer hospital oncoinfantil.
Édison Poveda Andrade tenía dos años y nueve meses de nacido cuando ingresó por primera vez a una sala de quimioterapia. De aquella época, lo único que recuerda ahora con exactitud era el olor de aquella habitación de paredes blancas.
No puede compararlo con ningún aroma conocido. Solo lo describe como una esencia química que taladraba sus fosas nasales y lo mareaba. Han transcurrido 18 años desde esa época, pero cada que el joven, que ahora tiene 20, lo percibe en alguna vereda, vuelven los mareos y el terror.
Édison fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda cuando era un bebé. Luego de una década de pelear contra el cáncer y pasar navidades, cumpleaños y otras fechas especiales internado en el hospital de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer (Solca), de Guayaquil, le dijeron que su cuerpo estaba limpio.
A pesar de haber vivido toda su niñez haciendo berrinches porque no quería ingresar otra vez a aquel cuarto del terror que lo hacía vomitar, no dudó un segundo en regresar a aquella casa de salud, pero ahora como voluntario.
Tenía 14 años y desde entonces ha dedicado su vida, aquella que recibió como un regalo por su lucha, a ayudar a otros niños que padecen de la enfermedad que marcó su infancia.
Hubo de todo, dice el ahora estudiante de Marketing. Pesadillas, como el día en el que tenía tres o cuatro años y vio que su mamá salía llorando de un consultorio porque le dijeron que las quimioterapias no estaban resultando.
Y momentos divertidos, como cuando fueron los bailarines brasileños de Ta’ Dominado al hospital. Lo mejor: la mayoría de niños que estuvieron internados junto a él en aquella época, ganaron la batalla.
El pasado miércoles el joven se paseaba sonriente por las salas del hospital de Solca. Los más pequeños disfrutaban de diferentes shows por el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer Infantil, que se conmemora hoy.
Édison ayudaba a pasar crayones, pinturas, juguetes... Volvía a recordar su niñez en aquel lugar, que a ratos, se convertía en su sala de juegos. Él retrocede en el tiempo cuando ve a aquellas criaturas que camuflan sus sonrisas en mascarillas o su falta de cabello con pañuelos coloridos. O, en el caso del pequeño Jonathan, de seis años, que disimula sus ojitos apagados con gafas oscuras.
El cáncer a la retina que le diagnosticaron cuando tenía un añito se llevó su visión poco tiempo después. La misma enfermedad también se llevó la vida de su hermanita mayor, Jeanella, cuando él todavía no nacía.
Jeanella tenía seis años cuando se quedó dormida para siempre en los brazos de su padre, Pedro Briones, quien traga grueso para no llorar. El cáncer no tuvo piedad. “Cuando nos dimos cuenta de qué era lo que tenía, así mismo, cáncer de retina, ya fue demasiado tarde. Ella falleció cuando tenía un año en el tratamiento. Entró caminando y yo la saqué en brazos”, recuerda, sin quitarle la mirada a su hijo, que revolotea por la sala de juegos de la unidad pediátrica.
Intentaron hasta lo imposible para salvarle la vista a su otro niño, que nació tiempo después de la muerte de su hermana, pero fue en vano. Las manos rollizas de Jonathan parecen haber reemplazado a la luz de sus ojos.
Toca cada objeto, cada rostro y le basta con recorrer un par de veces alguna habitación para moverse con soltura con una sonrisa que deja ver sus dientes delanteros recién mudados.
En diciembre pasado, cuenta Pedro con una sonrisa tan grande como la del niño, les dieron el mejor regalo de Navidad. El cáncer se había ido.
Ahora, cuenta Pedro, lo único que quiere es ver que su hijo cumpla todos sus sueños. Está estudiando y ha desarrollado un amor por la música. Quiere ser cantante, y por supuesto, Pedro desde ya estará allí para apoyarlo.
Durante 2017, 162 niños en Guayaquil fueron diagnosticados con cáncer. La cifra aumentó en 2018, con 202 casos. Por este incremento, uno de los proyectos que podría iniciar durante este año en la ciudad es la construcción del primer Hospital Oncopediátrico del Ecuador, ‘Hope’, que en inglés significa ‘esperanza’.
Esta palabra que ha repetido los labios de Édison desde que fue un niño con cáncer hasta ahora, que es voluntario para luchar contra él. “Yo les diría a todos que siempre tengan esperanza y que no se dejen derrumbar por algún problema”, pronuncia emocionado.
Se despide con un consejo, que cuando alguien se sienta mal, piense en los guerreros de Solca, que a pesar de que todos los días viven el peor día de sus vidas, como Jonathan, rara vez dejan de sonreír.
Proyecto
Un hospital infantil con 75 camas
Luis Eduardo Burbano, director de proyectos especiales de Solca Guayaquil, relató que la idea de la construcción del hospital nació a raíz del terremoto del 16 de abril de 2016. En aquel día, la unidad oncopediátrica pasó de 45 a 16 camas.
Actualmente se necesitan de 50 camas, al menos, para satisfacer la demanda de pacientes. Y el nuevo hospital tendrá 75. Además, se construirá junto al hospital actual en un área de 7.000 metros cuadrados y tendrá 50 especialistas.
La implementación del proyecto se dará a través de donaciones. Quienes deseen contribuir pueden ingresar aquí.