El Nino del Isinche es el mimado de Pujili
Con la aparición del alba, antes de las seis de la mañana, la gente sale a sus sembríos, mientras las calles de Pujilí lucen adornadas con palmas, flores y arcos artesanales elaborados con telas, en algunas casas colocaron guirnaldas, en otras levanta
Con la aparición del alba, antes de las seis de la mañana, la gente sale a sus sembríos, mientras las calles de Pujilí lucen adornadas con palmas, flores y arcos artesanales elaborados con telas, en algunas casas colocaron guirnaldas, en otras levantaron altares con manteles blancos y velas rojas.
El movimiento es inusual, la gente mira por la ventana, algunos corren, otros se reúnen en las esquinas. Cada cierto tiempo preguntan: ¿ya viene? Aunque la pregunta no está dirigida a nadie, la mayoría contesta: Sí, dicen que ya salieron.
Los vecinos de Isinche, San Juan, Rumipamba San Buenaventura, barrios que pertenecen a Pujilí, en la provincia de Cotopaxi, están alborotados porque están de fiesta.
Todos se prepararon durante meses para que el Niño de Isinche salga de su morada, ubicada en la hacienda de Isinche y pasee por los poblados.
El viernes 23 de diciembre fue el primer día de este año en que el “Niñito” recorrió los seis kilómetros que hay entre el centro poblado de Pujilí y su casa. Pero no lo hizo solo, decenas de personas lo acompañaron en una procesión que estuvo llena de colorido, música, alegría y fe.
A la hacienda llegó el prioste de la fiesta, XX, junto al Rey Ángel, el Rey Embajador, el Rey Mozo, los caporales, las chinas, los negros, los yumbos, los sahumeriantes, las alumbradoras y los cantores. Todos acompañaron al prioste para que retire la imagen del Niño para luego ir hasta el centro de Pujilí, bailando, cantando y lanzando cohetes.
“Cada grupo representa a un sector de la sociedad y juega un papel importante”, contó Víctor Comina, docente jubilado y habitante de San Juan, quien desde niño participó activamente en estas fiestas y que en esta ocasión acompaña a uno de sus hijos y a dos de sus nietos que fueron elegidos para que formen el grupo de los caporales.
Los caporales, por ejemplo, son los indígenas ‘huasipungueros’ que se encargaban de labrar la tierra; en las fiestas ellos abren paso al Niño; los negros representan a los negros del Chota, hombres educados y de buen hablar, que se encargan de cantar loas al Niño; los yumbos, que representan a los shamanes de la Amazonía.
La tradición cuenta que el Niño de Isinche crece; y los devotos dicen que como muestra están los más de mil trajes de todos los tamaños y motivos que se conservan en su santuario.
Aseguran que es un niño juguetón y travieso, le fascina jugar en el campo con las flores blancas y los niños.
Como prueba de sus paseos al río afirman que le han visto con los zapatos sucios y mojados, inclusive dicen que existe una roca con una huella de su pie grabada en ella, cerca al puente de San Juan en Pujilí.
La historia del Niño de Isinche cuenta que en 1730, cuando la hacienda era propiedad de los jesuitas y allí funcionaba un obraje, llegó la imagen tallada del Niño Jesús en uno de los fardos de lana. Desde entonces se inició la devoción al niño de Isinche. (F)