La nueva invasora
En la última semana los guayaquileños han añadido uno más a su lista de adversarios cotidianos. Al calor, al tráfico y a la contaminación, se han sumado las polillas. Unas más grandes de lo habitual, que no se comen la ropa ni destruyen los muebles, p
En la última semana los guayaquileños han añadido uno más a su lista de adversarios cotidianos. Al calor, al tráfico y a la contaminación, se han sumado las polillas. Unas más grandes de lo habitual, que no se comen la ropa ni destruyen los muebles, pero que se han ‘adueñado’ de diversas zonas de Guayaquil en una especie de posta a los molestosos grillos.
Hasta ahora se las ha visto revoloteando, a decir de los lectores de EXPRESO, en la avenida Carlos Julio Arosemena, Urdesa, Los Ceibos y ciertas etapas de Samanes, Guayacanes y la Alborada.
También hay reportes como el del usuario Eduardo Delgado (en Facebook), que afirma que desde el pasado lunes “tres parejitas de polillas”, a las que describe como una de las siete plagas de Egipto, se posan sobre el parabrisas de su auto cada mañana, previo a ir al trabajo. Él vive en La Pradera 2, al sur de la ciudad y, desconoce -al igual que la mayoría- si son peligrosas o portadoras de alguna enfermedad.
¿Qué se sabe de ellas? Que más allá del temor que causa su numerosa presencia, según precisa el doctor en Ciencias Naturales y entomólogo, Jaime Buestán, estas no son tóxicas, no pican, no muerden, no causan daños a la salud y mucho menos alergia.
“Son totalmente inofensivas”, precisa, “lo más seguro es que estén de paso, ya que cada cierto tiempo aparecen por estas fechas”, agrega.
Buestán, quien no ha tenido la oportunidad aún de observar a estos insectos a través de un microscopio para determinar con exactitud la clase a la que pertenecen, estima que esta polilla no es más que la comúnmente llamada mariposa nocturna.
¿Que por qué en estos días han invadido la ciudad? Por los movimientos migratorios que ocurren todos los años, por el clima, la temperatura o la misma humedad, explica el también entomólogo Joubert Alarcón.
Él afirma que esta no es la primera vez que nos visitan, “años atrás - hace casi siete- ya lo hicieron”. Sin embargo, se fueron por sí solas, en un máximo de dos meses y sin necesidad de instalar mosquiteros ni usar insecticidas.
Por el contrario, hay que tener cuidado con eso”, aclara, ya que su uso indebido podría generar incluso más problemas que el mismo animal. “Ellas llegaron por sí solas y por sí solas se irán. Eso hay que tenerlo claro, es parte del proceso de la vida, de la naturaleza como tal”.
Aunque estarán atentos a una posible evolución del fenómeno, los expertos hacen un llamado a la tranquilidad. Y es que por no ser un vector de riesgo y por convivir con la gente apenas unos días, esta invasión -concuerdan- poco o nada tiene que ver con una plaga.
Seguramente Carlos Maridueña, residente de vía a la costa, no opina lo mismo. Él asegura verlas por todos lados, incluso dentro de la casa y en la carretera. “Días atrás, apenas salía del peaje, una mancha enorme se cruzó por el camino. Había cientos y cientos de ellas. Tuve que detenerme, era preferible eso a que me ‘piquen’ o quiten visibilidad”, se quejó.