De objetos salvavidas en medio de la pandemia, a estorbos en las casas
La covid-19 impuso una lacerante moda. Los cilindros con oxígeno iban de un barrio a otro. Tras la urgencia, las familias no saben qué uso darles
No hace más de un mes, Bella Suárez Ávila inició una tarea frenética por conseguir la mayor cantidad de tanques de oxígeno. No le bastaba uno, requería seis. A su esposo, un ingeniero en computación, le urgía. Se había contagiado de la COVID-19 y los médicos le recomendaron oxigenoterapia. En aquellos días el país había vuelto a endurecer las restricciones tras el aumento de contagios. Las ambulancias recorrían de nuevo la ciudad como en el inicio de la pandemia entre marzo y abril de 2020, mientras que en las redes sociales, la llamada segunda ola de infecciones se sentía en los mensajes de auxilio pidiendo recargas del vital elemento.
Algo más de 17 días, Pedro Macías Intriago permaneció conectado a una cánula que le llevaba oxígeno a sus pulmones. Dos tanques por día consumía. Recargarlos implicaba una odisea. El costo, entre 70 a 90 dólares por cada bombona. Tras superar los estragos que le provocó el virus, comenzó a devolver de a poco los cinco cilindros que amigos y parientes le dieron prestado.
Se quedó con uno, que compró en 500 dólares. Ese permanece en algún lado de su casa. Lo ha puesto a la venta en las redes sociales, por el precio en el que lo adquirió, pero no hay quién lo compre, por lo menos, en ese precio. No sabe qué hacer con ese pesado objeto que se ha vuelto incómodo, aunque su esposa, quien también se contagió, reconoce que en su momento le salvó la vida.
Coronavirus: El vía crucis por conseguir un tanque de oxígeno
Leer másUna situación similar viven miles de familias que enfrentaron a lo largo de esta emergencia sanitaria los estragos más críticos que suele provocar la enfermedad. Se vieron obligadas a adquirir tanques de oxígeno que luego, tras superar la emergencia, no saben qué hacer con estos. Manuel Sánchez, un taxista de 51 años que se enfermó en mayo de 2020, ha puesto el suyo en alquiler, en un acto de solidaridad con quienes lo necesiten. “Resulta más económico alquilar por 30 o 50 dólares al mes, que pagar 500 dólares por uno”, dice Arantza Sánchez, sobrina del taxista. Tras un año, apenas dos veces pudo rentarlo.
No es posible calcular la cantidad de bombonas que se han vendido y se seguirán vendiendo mientras dure esta emergencia. Álex Frías Zuberhuhler, gerente de Swissgas, una de las mayores empresas que envasa oxígeno en el país, asegura que ellos iniciaron hace seis años con 10 mil cilindros, pero cada año incrementaban dos mil. “No sé cuál es la cantidad de tanques que circula en las otras empresas”. A estos se deben restar los que cada cinco años no pasan la prueba de calidad y se los da de baja.
En el 2010, Indura, antigua Aga, mencionó que su planta contaba con un parque de 14.000 cilindros de alta presión. El mercado nacional de producción de oxígeno está liderado por tres plantas. Linde e Indura poseen el 50% y el 31%, respectivamente, seguido de Swissgas con el 10,4%. Detrás están Enox, Gasec y Roxaire, según una investigación hecha por Lorena Vargas Pineda, en 2018.
Tras el fin de la emergencia habrá una sobreoferta de cilindros, lo cual hará que el precio sea menor. A mayor cantidad de oferta, menor es el precio, y más aún si las personas se quieren deshacer de los cilindros.
Durante la emergencia sanitaria, la demanda de oxígeno provocó una especulación. El precio normal de un tanque con recarga y el kit completo no pasaba de $ 280 hasta enero de 2020. Entre marzo y abril hubo quien aseguró que pedían hasta más de mil dólares.
“Ayer intenté comprar un tanque de oxígeno en Guayaquil, me pidieron $ 1.500. Y luego nos quejamos de la corrupción del gobierno y sus autoridades”, mencionó alguien en Twitter en abril de 2020.
Álex Frías, de Swissgas, trata de explicar ese momento. “Al inicio, las plantas cerraron por miedo, luego, cuando reanudaron la producción, la demanda de oxígeno superaba la cantidad de cilindros en el mercado. En la nueva ola ya estábamos preparados, porque tuvimos que importar más cilindros”.
A inicios de este año las plantas envasadoras observaron un pico. “En enero se juntó la demanda de Quito y Guayaquil y se triplicó la producción de oxígeno. Las plantas de Guayaquil y Quito nos vimos nuevamente en problemas”.
El sector privado acoge el llamado de Lasso a donar vacunas
Leer másTras las intenciones del nuevo Gobierno, que anuncia que hasta septiembre habrá vacunado a un gran porcentaje de ecuatorianos, personas como Alberto Ortiz, quien acaba de superar una crisis de neumonía severa que le provocó la COVID, no saben qué hacer con los tanques. En su caso, son dos. Ahí están, sin uso alguno, como recuerdo triste de los días en los que parecía que iba a engrosar las cifras más drásticas que ha generado la pandemia.
Bella Suárez tiene la esperanza de recuperar por lo menos el coste del tanque. Su familia quedó con una deuda enorme. Además de las recargas diarias de oxígeno se suma el pago de medicina para él y ella. “Entre 250 y 300 dólares cada día”.
Muchas familias aspiran a que luego de la pandemia las distribuidoras inicien un proceso de reciclaje de bombonas. Dudan, eso sí, en que les paguen el precio que a ellos les tocó desembolsar.
Liliana Galarza es dueña de una distribuidora de oxígeno en el sector de la Martha de Roldós, ella mira ese futuro posible de la manera más realista. Cree que tras el fin de la emergencia habrá una sobreoferta de cilindros, lo cual hará que el precio sea menor. “A mayor cantidad de oferta, menor es el precio, y más aún si las personas se quieren deshacer de los cilindros”. Esta guayaquileña considera que lo mejor que se puede hacer es quedarse con los tanques. “Ya nos dimos cuenta que en algún momento al menos uno de nuestros familiares lo podrían necesitar. Uno ya no sabe lo que más adelante pudiera venir”.
Cubrirán otras demandas
El Banco de Oxígeno se creó en el momento más crítico de la pandemia (2 de abril de 2020). “Las redes sociales estaban inundadas de pedidos de oxígeno. Las familias tenían que comprar tanques y quienes los vendían los ofrecían hasta por 1.200 dólares”, dice Catherine Medranda, una de las personas que gestó esta organización dedicada a ceder prestado los tanques. Tras más de un año, y luego de apoyar a decenas de familias en la primera y en la segunda ola de la pandemia, los voluntarios de esta oenegé también les inquieta qué hacer con los tanques a su cargo. “Tenemos 45. La mayoría son apadrinados. En este momento, todos están asignados. Pero seguro que tras la vacunación la demanda bajará. Se atenderán otras urgencias médicas que también requieren oxígeno y que representan un gran gasto en ciertas familias”.