Páramo. La yachak Valeriana Anahuarqui realizó una ceremonia dedicada a la mama Quilla (madre Luna), por el tiempo de fecundidad.

La ofrenda de los cuvivies, un ritual en honor a la Pacha

Las aves vuelan desde Canadá a lanzarse a las lagunas de Ozogoche. Según los puruhaes, es un sacrificio a la Pachamama. Se tejen muchas hipótesis del fenómeno.

El suicidio de las aves en el complejo lacustre Ozogoche (Alausí-Chimborazo) fue tema de tributo en el Festival de Culturas Vivas, que cumplió su decimoséptima edición.

El suicidio de las aves en el complejo lacustre Ozogoche es un extraño fenómeno. Los científicos no han encontrado la razón por la que en septiembre y octubre llegan los cuvivíes (chorlitos) a morir en la laguna.

Tanto en septiembre como en los primeros días de octubre, los cuvivíes se lanzan en picada sobre las gélidas aguas de la laguna de Ozogoche para terminar con su vida.

Estas aves viajan desde Canadá hasta el sistema de lagunas, ubicado a 3.900 metros de altura, en el páramo andino.

Son varias las hipótesis que se manejan para este misterioso suceso. Unas lo atribuyen al cansancio propio del largo viaje y otras dicen que las aves son atraídas por el color de las lagunas y que por el choque térmico mueren, pero todavía no existe una explicación científica. Para el pueblo Puruhá que habita en esta zona desde 200 años atrás, según su cosmovivencia, es un sacrificio que les ofrece la Pachamama (Madre Tierra) para brindarles alimento.

Desde el tiempo de los ancestros, se encontraba a las orillas las aves muertas, caen cuando hay helada y tormenta, a la medianoche. “Los taytas se levantaban a las cuatro de la mañana para realizar sus labores agrícolas y las encontraban flotando, las recogían y llevaban a las casas para alimento” explicó Ángel Pilamunga, de 55 años y originario de la comunidad Totoras.

Ozogoche quiere decir en kichwa: deseoso de comer carne; el complejo lacustre está integrado por 45 lagunas, y al cerro que separa a algunas de ellas, los indígenas lo denominaron Achipungo (puerta de la muerte), y forma parte del área protegida del Parque Nacional Sangay.

Según Manuel Quishpe, de Ozogoche Alto, el año pasado la comunidad disfrutó de 40 aves. “Les sacamos las plumas, la destripamos y luego se fríe, es más sabrosa que la gallina, tiene bastante carne en el pecho”, aseveró. Además, comentó que este año se conoció de algunos comuneros, que ha habido menos muerte de los pájaros en las lagunas más escondidas como Mapagüiña, Verdecocha, Patoguambuna y Boazo.

Para los habitantes de zona, esto se debe a que en la actualidad, según sus creencias, la laguna ha sido domada con la presencia de las personas. “Ya es tranquila la laguna, aquí, además veíamos leones melenudos, otros lluchos (sin pelo)”, dice Juan Qundalla, de Totoras.

El festival inició en las cercanías de las lagunas Magtayán y Cubillín, con un ritual sagrado a cargo de la Mama Valeriana Anahuarqui, yachak de Chimborazo. Ella trazó un círculo con piedras con cuatro entradas delimitadas por plantas nativas; dentro dibujó una media luna, llena de maíz, y ubicó la representación de los cuatro elementos: yaku (agua), waira (viento), allpha, (tierra) y nina (fuego), además de varios inciensos y hojas de tabaco para la oración. “Aquí, a los pies de la laguna, damos gracias por la vida, estamos en tiempo femenino, de nuestra Mama Quilla (Luna), tiempo de siembra, y damos gracias a nuestro Pachacama, y por esas aves, su sacrificio, para que estemos bien”, señaló la yachak.

En la ceremonia tuvo el aporte de Mario Yaucen, con quien realizó el cunvidani, ritual que se hace tomando un poco de todo los productos colocados en el círculo de la ceremonia, que acompañados con el sonido de instrumentos andinos, son depositados en un hoyo en la tierra.

Paisaje

Turistas llegaron para ver el ritual

Más de una docena de turistas llegaron a acampar para tratar de observar el fenómeno. “Venimos de Quito y Machachi, estamos preparados, pero si no podemos verlo, solo con el paisaje, el aire puro la tranquilidad y convivir con la gente, nos iremos satisfechos”, dijo Édison Pozo. Para Andrés Pilamunga, en cambio, los apus están enojados. “El cerro está bravo porque llega mucha gente, y no se respeta el aire puro, se quema la paja, se daña y contaminan las vertientes y eso es su enojo de la Madre Tierra”.