Los olores y las historias del centro de Guayaquil
Peatones y comerciantes de la avenida 9 de Octubre describen el aroma y la rutina de este sector
Martes 15 de noviembre, 15:10. En el parque Centenario alguien está cantando ‘Cuéntame cómo te va’, de Segundo Rosero. Cuatro hombres, sentados en una banca y ya borrachos, brindan con un aguardiente que camuflan en botellas de plástico.
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Leer másEstán reunidos en torno a Félix Gómez, un músico que lleva más de 30 años tocando boleros y que no tiene problema en conversar unos minutos.
- ¿A qué huele el centro de Guayaquil? -, le pregunto.
- A pura armonía -, responde sin vacilar.
Es guayaquileño, viste una camisa color hueso abotonada hasta la mitad y tiene una herida en el pulgar de la mano izquierda. “Todos somos sanos en este ambiente”, añade mientras señala al pequeño público que le aplaude cualquier canción que cante.
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Gómez es uno de tantos personajes que le dan vida al centro de la ciudad. A pocos pasos, en el mismo Centenario, un hombre con Biblia en mano le anticipa el fin de los tiempos a transeúntes que no le prestan atención y tres policías que están de guardia sospechan de todo el que entra y sale.
Un bulevar que pierde brillo
Leer másEste parque es histórico y de contrastes. Alberga la columna de los Próceres de la Independencia -una mole de 27 metros de altura-, a ninfas, dioses griegos, vendedores ambulantes y a un masajista que cobra 5 dólares por distender los músculos del cuello y la espalda. Además, es la mitad de mi recorrido por la 9 de Octubre.
La 9 de Octubre
Esta última es una avenida icónica. Arranqué a caminarla desde el malecón del Salado, donde huele a río estancado, y mi destino es el Malecón 2000.
Justo al frente del Salado, en la Plaza Rodolfo Baquerizo, apenas están levantando el árbol de Navidad y hay mucho movimiento de carros. No obstante, se respira tranquilidad y no tengo miedo de sacar el celular para tomar fotos.
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Leer másA la altura de la calle Los Ríos, al lado del restaurante de comida china Chifa Kafo, Carlos Echeverría es la seguridad.
Tiene puesto un chaleco verde fosforescente con una cintilla que dice Policía. No tiene armas, ni siquiera bolillo, pero se encarga de cuidar, a cambio de un dólar, los carros que dejan estacionados sobre la avenida 9 de Octubre.
“Puro smog lo que botan los carros”. A eso huele, según Echeverría, el centro de Guayaquil. Sin embargo, la contaminación no es lo único que le preocupa. “La vida está dura, el trabajo está duro. Conseguir algo de dinero honradamente se ha vuelto bastante difícil en esta ciudad y hay que pelearla, hay obligaciones que cumplir y los hijos no esperan”, agrega.
Su situación es la misma de centenares de informales que se la rebuscan en estas calles. El centro es también una muestra del empuje del ecuatoriano. Al peatón le ofrecen de todo: lotería, zapatos, relojes, gafas, empanadas, churros, sim cards, limonada de coco y maní.
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Leer más‘Huele a corrupción’
Pero los vendedores no solo son locales. A tres cuadras del parque Centenario donde canta Félix Gómez me encontré con Francisco Caicedo, de 44 años. Es colombiano e hincha de Atlético Nacional de Medellín. Tiene un puesto ambulante decorado con la bandera de ese equipo de fútbol y lleva más de una década en Ecuador.
“Me encanta Guayaquil, tiene algo que me gusta, por eso estoy aquí”, asegura Caicedo. Lo que no le agrada, según dijo, es el olor del centro: “aquí huele a todo, pero a nada bueno”, sentencia.
“Me encanta Guayaquil, tiene algo que me gusta".
Sigo caminando, pero me desvío un poco de la ruta para visitar la plaza del mercado Lorenzo de Garycoa, a pocas cuadras del Centenario. La percepción de seguridad que tenía metros atrás se esfuma y ahora temo sacar el celular. El olor que percibo es el de orine. Sin embargo, continúo explorando y tomando fotos y videos.
Me fijo en un joven de cabello largo que mira de un lado a otro y que lleva una bolsa de colores de la que acaba de sacar una jeringa. Se inyecta, con mucho cuidado y ante los ojos de los peatones, su brazo izquierdo. Esta es una escena del otro rostro del centro, el de las drogas y el hampa.
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Leer másDe repente, un señor de corbata y zapatos brillantes me advierte del peligro: “Ojo por aquí, ojo por allá, hay que tener cuidado, hay que cuidarse, ahorita todos tienen que cuidarse de los ladrones”, me dijo. Se trata de Javier Lorenzo, un hombre de unos 60 años. Le pregunté a qué le huele el centro de Guayaquil y respondió de inmediato: “¡A corrupción!”.
Arte y cultura
El recorrido está terminando. Regreso a la 9 de Octubre para buscar el Malecón 2000. El camino ahora es más tranquilo: hay hoteles, entidades del Gobierno, ferreterías, supermercados, tiendas de ropa, concesionarias de motos, agencias de viajes, una nutrida presencia policial y un contraste entre la naturaleza y la colorida arquitectura colonial.
En la Plaza San Francisco un joven le está tomando fotos a las palomas y a la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles. Se llama Jair Guevara, es recién graduado de audiovisuales y un apasionado de la fotografía urbana. Lo abordo y le pregunto, como a todos, a qué le huele el centro de Guayaquil.
Los guayaquileños se bañaron en gigantescos chorros en la 9 de Octubre
Leer más“Me huele a calidez... Me gustan los edificios, los animales, la naturaleza, los árboles”, me cuenta.
Finalmente llegué a mi destino. Desde el Salado son 2,5 kilómetros en línea recta y según Google Maps, más o menos 30 minutos caminando. Me pedí una limonada, me senté en una banca y descansé por un momento mientras observaba el Malecón 2000.
Le tomé una fotografía al árbol de Navidad gigante que ya terminaron de instalar y regresé al Salado por el mismo camino, la caótica avenida 9 de Octubre.