Tener que pagar sus medicinas quiebra la economía de los afiliados al IESS
Para quienes padecen enfermedades graves, cortar sus tratamientos significa recaer o morir. Pagan un seguro pero no reciben el servicio
Otra vez, como en los últimos seis meses, salió con las manos vacías de la farmacia del hospital Teodoro Maldonado Carbo, sin las medicinas que requiere para el control del lupus que padece desde hace seis años y pensando en cómo hará esta vez para volver a adquirirlas por su cuenta. Residente en el cantón Salitre, Óscar Peñafiel Vera, de 27 años, trabaja en labores del campo y es afiliado voluntario al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), que pese a recibir sus aportaciones mensuales, no le entrega los medicamentos que necesita.
Entre las cajas de pastillas de farma D, calcio e hidroxicloriquina que debe ingerir a diario, son más de 200 dólares, según una cotización que portaba de una farmacia privada, pues ya temía que en la del IESS le volvieran a repetir que no había. Es un monto que desequilibra su presupuesto familiar, incluso aunque todavía no tiene hijos con su esposa.
El plan de externalización excluye a los pacientes de más riesgo
Leer más“No me alcanza. A veces nos toca sacar de la comida para comprar medicinas. Otras veces hemos hecho rifas y bingos para solventar los gastos”, dice. Y eso que la cotización es con los productos más económicos, pues con ciertas marcas el monto supera los 300 dólares.
Comúnmente, el lupus puede afectar articulaciones, piel, riñones, cerebro, corazón y pulmones. Peñafiel dice sufrir de complicaciones en sus pulmones, agotamiento físico y dolor de articulaciones. Además, debe evitar el sol para no tener afectaciones en su piel.
Sin las medicinas puede recaer o tener nuevas o más graves complicaciones de salud. “Es muy dura esta situación. Estamos hablando de la vida de seres humanos. El IESS debería hacer las gestiones para atender las necesidades de los afiliados. ¿Dónde está el dinero que aportamos?”, cuestiona.
Una situación parecida vive Karen Yoza, de 28 años, quien labora en una empresa importadora y debe destinar de su sueldo 177 dólares mensuales para comprar las medicinas que no le da el IESS y que requiere para tratar la miastenia gravis que padece desde 2019.
Atribuida a una interrupción en la comunicación entre nervios y músculos, esta enfermedad causa debilidad en brazos y piernas, visión doble y dificultad para hablar y masticar.
A causa de ella, la joven economista ha debido estar dos veces internada en un hospital del IESS. Para evitar una nueva crisis o una recaída, es indispensable que no deje de tomar los medicamentos. Entre ellos, prednisona, azatiprina y bromuro de piridostina, vitamina D y calcio. En el IESS solo le dan omeprazol y paracetamol.
El IESS, sordo ante las quejas de los pacientes y de un fallo judicial
Leer más“Mis controles son cada tres meses en Neurología, pero a pesar de que tengo cita programada, cada vez que asisto, al momento de darme la receta, es común que no haya la medicina, lo que quiere decir que en los siguientes 90 días debo adquirirla por mi propia cuenta. Es la misma historia para los exámenes de control: o no hay reactivos o no hay esto o se dañó la máquina”, expresa.
En la familia de María Fernanda Reyes, la situación es doble. Su hermana sufre de esclerosis múltiple y su padre hace pocos años recibió un trasplante. Ambos requieren de medicinas de control y tratamiento.
“En el caso de mi papá, la medicina que no le han dado es la que sirve para no rechazar su riñón, se llama sertican y cuesta en farmacias 416 dólares. En el caso de mi hermana, la medicina se llama gilenya, de la farmacéutica Novartis”, dice. La caja de esta puede costar afuera hasta 2.800 dólares.
Eso desborda el presupuesto familiar. Reyes dice que el valor de la medicina de su padre lo cubren entre todos sus hijos. Pero el de la hermana no es posible para los pacientes. Por ello, estos se unen para comprar alguna caja o alguien que consigue una la reparte entre todos. El IESS no se las da ni siquiera porque existe una orden judicial que se lo ordena.
TESTIMONIO: "UNA EMERGENCIA NOS COSTÓ 1.600 DÓLARES"
Tener al menos 15 de sus 57 años de edad aportando al IESS no salvó a Raquel Vélez de tener que comprar las medicinas e insumos que necesitó en los 38 días que estuvo en el hospital Teodoro Maldonado por una acalasia, una obstrucción estomacal.
Su hermano, Felipe Vélez, cita entre ellos desde algunos específicos como albúmina (15 frascos a $ 96 cada uno), hasta otros que deberían ser infaltables en un hospital como los sueros y un catéter central que les valió $ 60. “La emergencia nos costó 1.600 dólares. No nos dieron ni una pastilla. Tengo todas las facturas”, afirma.