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José Villavicencio
  • Marcha. José Villavicencio, presidente del FUT, en un roce con la policía que vigiló el desarrollo de la marcha.Gustavo Guamán

    Ecuador vivió una nueva jornada del ya clásico chantaje nacional

    Sin la Conaie y los transportistas en las calles, todo parecía bajo control. Pero la jornada de protestas tuvo sus costos

    Con la Conaie indecisa y los gremios del transporte desmovilizados, el gobierno lo tuvo todo bajo control en la primera jornada de protestas por el precio de la gasolina. El Frente Unitario de Trabajadores (FUT), el Frente Popular, la Unión Nacional de Educadores (UNE) y las 18 organizaciones sindicales y sociales que se sumaron a la convocatoria en todo el país, renunciaron a la idea de una huelga nacional y se resignaron a marchar hacia las gobernaciones sin mayores consecuencias. En un país donde el 54,4 por ciento de la población económicamente activa se encuentra en la informalidad (lo que no significa ni remotamente que el 45,6 por ciento restante corresponda a trabajadores sindicalizados), está claro que la representatividad de estas organizaciones está muy lejos de lo que pretenden.

    La indecisión de la Conaie, que su presidente, Leonidas Iza, atribuye al hecho de que la organización tiene sus propios tiempos, parece depender de motivos más profundos. No está claro que aquellos gobiernos locales controlados por el movimiento indígena, entre los cuales figuran varias prefecturas y alcaldías de la Sierra, estén dispuestos a plegar a movilizaciones sostenidas como las que Iza parece tener en mente cuando dice que lo de la Conaie va mucho más allá de simples jornadas de marchas. Entre esos gobiernos locales se encuentran las prefecturas de Cotopaxi y Tungurahua, dos provincias clave en los anteriores estallidos. La proximidad de las elecciones es otro factor para tener en cuenta. Todo esto se pondrá sobre la balanza en la asamblea nacional del movimiento que tendrá lugar el próximo 20 de julio. Iza, claro, le apuesta al caos.

    La retirada de los transportistas tras negociaciones

    En cuanto a los transportistas, su retiro de la jornada de protestas tras una ronda de negociaciones con el gobierno merece una lectura aparte. Cierto es que el gobierno tiene argumentos para atribuirse una victoria política, pues logró sacar de las calles al gremio con mayor capacidad de movilización y bloqueo de cuantos amenazaban con manifestarse. Pero si se mira con atención el resultado de los diálogos, los verdaderos ganadores parecen ser los gremios del transporte. La tarde del miércoles, víspera del paro, sus dirigentes se reunieron con los ministros de Gobierno y de Transporte, Michele Sensi-Contugi y Roberto Luque, y obtuvieron algunas compensaciones que se suman a la retribución económica ya ofrecida por el gobierno: exoneración del IVA en repuestos y accesorios, aumento en dos años de la vida útil de las unidades y facilidades para la obtención de créditos productivos. Quedan flotando un par de dudas incómodas. 

    1. La primera: ¿cuál es el fundamento económico para subsidiar a un sistema de transporte privado (los taxis) cuyos usuarios pertenecen a la clase media para arriba? 
    2. La segunda: ¿por qué razón hay que compensar a buseros y transportistas pesados, cuyas unidades funcionan con diésel, que no ha subido de precio? ¿Compensar de qué? ¿Y por qué esa compensación ha de afectar a los usuarios, que ahora tendrán que viajar en unidades más viejas y más contaminantes? No, esto no fue una negociación entre iguales: fue un chantaje. Y el gobierno cedió a costa del interés público.
    Daniel Noboa de cartón
    En las protestas de este 4 de julio en contra de las medidas de Daniel Noboa, no faltaron sus figuras de cartón.angelo chamba

    Por lo demás, el chantaje sindicalista es contra la sociedad entera. “Sube la gasolina, sube todo”: el eslogan de la jornada de protestas, aderezado con las habituales y automáticas muletillas contra el neoliberalismo y el Fondo Monetario Internacional (muy ventajosas porque no hace falta pensar para repetirlas), se estrella contra la realidad. Durante varios días, el presidente del FUT, José Villavicencio, recorrió los medios asegurando a quien quisiera creerle que los efectos inflacionarios de la medida se podían sentir ya y eran devastadores. Por ejemplo, en el precio de las papas, dijo. Pero no tenía (porque no lo hay) un solo dato para demostrarlo.

    El impacto real del aumento en el precio de la gasolina

    La verdad es que el incremento de 25 centavos en el precio de las gasolinas Extra y Ecopaís (el diésel, combustible que utilizan el transporte público de pasajeros y los camiones de carga pesada, quedó intacto) no afecta a los costos de producción de alimentos y representa apenas un componente marginal del valor de los fletes. Y si algún efecto inflacionario se produce por la presión especulativa, este no tardará en corregirse, como ya ocurrió con el incremento de tres puntos porcentuales del IVA, como explicó a este Diario el economista José Hidalgo sobre la base de las cifras oficiales. En aquella ocasión, la reacción inmediata fue una tendencia especulativa que produjo una inflación mensual del 1,3 por ciento en abril. Para mayo, la inflación ya era negativa; en junio, el alza de precios de abril terminó por revertirse. Esto es así porque los consumidores no son, como pretende el discurso sindicalista de José Villavicencio, víctimas pasivas de la fatalidad, sino personas que buscan, comparan, toman decisiones y castigan a los especuladores, obligándolos a corregir sus precios. No, no es verdad que cuando sube la gasolina sube todo. Pero ese mito no hay manera de tumbarlo.