Palabras ad hoc
El significado de algo ya no es el que dicta la Academia de la Lengua o la sana lógica, sino el que imponen gobiernos autocráticos y supuestamente revolucionarios. Resulta difícil comprendernos y peor aún cuando la lengua se adelanta a las ideas de quienes creen saberlo todo. Mas, exabruptos o no, todo ello alimenta nuestras suspicacias.
Vivimos una era en que las frases grandilocuentes no tienen valor: responden a intereses egoístas, partidistas o ideológicos. Un mundo donde esa grandilocuencia privilegia la falsedad y las palabras son herramientas que cautivan a los ingenuos. Quienes nos gobiernan utilizan palabras de acomodo, ad hoc, según las circunstancias o el personaje. Así, un revolucionario ladrón sería una víctima de la calumnia capitalista, mientras que un empresario creyente en la libre empresa, en la bondad de su creatividad personal y en la importancia del capital, es corrupto y retrógrado por antonomasia. Los políticos que no comulgan con el régimen son politiqueros y los abogados, abogaduchos. Singular combinación de eufemismos y dicterios, respondiendo a una nomenclatura asignada a cada caso, sirviendo los que siguen como ejemplo:
1.- Se ha descubierto que la fortuna de los Kirchner se infló grotescamente: ¡1.200 veces en sus doce años de gobierno conjunto!, incorporando incluso a un hijo a los delitos de enriquecimiento ilícito y falsificación de documentos que hoy estudia la justicia argentina. Un diario bonaerense cita degradantes expresiones del periodista Lanata al respecto : “Me gustaría que Cristina Kirchner devuelva lo que se robó”. ¿Qué significó todo esto para nuestro Gobierno? Una gran injusticia contra la Kirchner, esa amada compañera socialista del siglo XXI, merecedora de la solidaridad y “respaldo incondicional” socialistas, cuyos alcances ni el mismo Correa podría prever. No fueron palabras del ciudadano Correa sino de un presidente hablando como tal y exponiéndonos con su sectario romanticismo político al bochorno internacional.
2.- Otro ejemplo de expresiones gubernamentales que buscan significados acomodaticios es la denuncia de un presunto atraco de los hospitales privados . “Es un robo descarado”, afirmó reiteradamente Correa, individualizando la responsabilidad delictiva en esas empresas que habrían cobrado al IESS, según expuso, un sobreprecio escandaloso. “Un robo descarado”, desvergonzado y sin pudor, que solo es imputado al empresario, aunque se asemeje más a una connivencia dolosa, auditada y pasada por alto, que pudo nacer de la extorsión de algún funcionario o de las inmorales coimas, configurando delitos que únicamente existen previo acuerdo de ambos contratantes. Usted, lector(a), ¿pagaría 215 dólares por pastillas contra la acidez estomacal que se vende al público en 14? ¿Es justo que la Presidencia deba descubrir tan insultantes cifras para luego tener que concluir que la estafa fue solo del empresario?
3.- Enfarma nació con la acostumbrada euforia y con la complacencia ciudadana. Debía alcanzar metas importantes en beneficio de la salud popular, elaborando fármacos confiables a precios razonables. Mas, la calidad de sus productos estaría lejos de esas metas y el Gobierno echó mano de una frase acomodaticia más: “No ha cumplido con su objetivo”, seguida por la decisión de acabar con ella. Sepultaron una idea plausible culpando a la entidad por las defecciones de quienes la manejaban. La entidad desaparece pero el burócrata permanece, nueva teoría que, de aplicarse a ciertos ministerios que “tampoco cumplieron con su objetivo”, aliviaría notablemente su inútil carga presupuestaria.
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