Una partida de naipes que dura veinte anos en Sauces
Al 40 y a la monita. Ese es el tipo de juegos común en los casinos que se arman en las calles, a cielo abierto. Permiten más personas por cada partida.
No hay día ni noche que en el parterre central de una avenida del sector norte dejen de citarse entre 20 a 30 vecinos de dos ciudadelas aledañas. Se dividen en dos o tres grupos, cada uno con un manojo de naipes de por medio.
Hay ganadores, pero son más los que al final de la jornada conforman el grupo de los perdedores. Sin embargo, solo Eduardo Vargas, quien anda por los 75 años, termina el día recontando ganancias.
“El muy vivo es quien nos vende las barajas”, dice Juan Acosta Litardo, un comerciante que distribuye suministros de ferreterías. “Cada mes consumimos hasta 60 cajones de 10 mazos cada una”.
Acosta, al igual que Vargas, son parte de un grupo de vecinos que comulgan con una rutina que ya lleva 20 años: la de juntarse religiosamente entre las 17:00 y las 24:00 en el parterre central de la avenida Antonio Parra Velasco.
Una cita que se cumple de manera imbarajable así llueva o sea feriado o 31 de diciembre. Tampoco importa si hay elecciones o juegue Barcelona. Es más, en lugar de amenizar sus partidas con música, ese día colocan la emisora que transmite el partido. “Aquí todos le vamos al Ídolo”, dice Carlos Escalante Tobar, un taxista que hace una parada técnica en el lugar para jugar unas cuantas manos, antes de volver a las calles. ¿Cómo inició todo? Dicen que al pie de uno de los parques de Sauces V hace unos 21 a 22 años. Primero el asunto era entre unos cuantos vecinos. Pero pronto se sumaron más. Dejaron aquel lugar porque tuvieron un desencuentro con el tendero de la esquina cercana, quien les proveía también de los mazos de naipes.
A la noche siguiente decidieron trasladar su casino callejero a uno de los dos parterres de la avenida Antonio Parra Velasco, la calle que separa a Sauces V de Sauces VI, lugares de residencia de los jugadores.
“Acá no molestamos a nadie y tampoco provocamos reclamos de otros vecinos”, reconoce Juan Acosta, a quien sus amigos de juego lo colocan como el presidente de esta asociación de tahures de vecindario que no tiene registro legal y que tampoco aspira a tenerlo. “Lo nuestro es solo el juego. Pasar las tardes y noches reunidos para distraernos un poco”.
La mayoría tienen la edad de los jubilados. Pero hay quienes andan entre los 30 y los 40, como el caso de Gabriel Murillo, el taxista que cada cierto tiempo enciende una parrilla a cielo abierto para compartir cortes de carne entre todos. Esto sucede cuando se festeja el cumpleaños de alguno de los miembros de esta logia de naiperos o simplemente cuando en medio de una partida les coge el día del amor o si ese día Barcelona agrega un nuevo campeonato a su historial de triunfos.
La avenida Antonio Parra Velasco es una de las más transitadas de la ciudad. Por esta circulan los miles de vehículos -automóviles y buses- que van desde el centro de la ciudad hacia Guayacanes, Samanes, pero nada los saca de la concentración del juego. Una concentración que se sazona con bromas y burlas que cada cierto tiempo se sueltan entre ellos. Así hasta que llega la hora de cerrar el casino y volver a casa. Eso ocurre al filo de la medianoche, cuando es de lunes a viernes, aunque los fines de semana le agarra el día sentados ahí.
Citas callejeras
Entre juegos de damas y cartas
En la esquina suroeste de Pedro Moncayo y Portete (aledaño al estadio Capwell), vecinos del sector y dueños de negocios de los alrededores se juntan cada tarde para jugar a las cartas. También ocurre en la 16 y Argentina; en la calle Chiriboga, entre Boyacá y Chimborazo. Hasta hace dos años, en la zona de parqueo del complejo aduanero del Puerto de Guayaquil los tramitadores de empresas exportadoras esperaban el trámite de sus documentos con una partida de naipes de por medio.
“Era clásico el juego de la monita”, dice Daniel Anchundia, un agente afianzado de Aduanas. “Se organizaban hasta seis partidas simultáneas”.
Algo similar sigue ocurriendo en una de las áreas de parqueo de Sauces IV, donde los vecinos del lugar se reúnen con los conductores de un grupo de taxistas informales que hacen base en el lugar. En otros sectores, como en los alrededores de las bahías, lo que se juega son las damas.