Los partidos y los ciudadanos

Son visibles los profundos cambios que ha experimentado el quehacer político en ámbito planetario. Uno de ellos, notable, profundo, es el modo en que ahora se da la participación ciudadana, reducida a pequeñas manifestaciones, por vía electrónica, del punto de vista particular sobre asuntos más o menos trascendentes de la vida nacional. Aunque ello pareciera una banalización de lo público, es innegable que las tecnologías de la información y la comunicación han dado lugar a significativas manifestaciones que, recogiendo el descontento popular, en ocasiones, sin promotores identificables, han logrado incluso cambiar gobiernos. Pero esos sucesos, aunque llamativos son excepcionales. Lo cotidiano, lo que tradicionalmente estuvo a cargo de los partidos políticos, está huérfano de representación.

En la Asamblea Nacional, por ejemplo, los legisladores se manejan con plena autonomía en relación a las organizaciones en cuyas listas fueron elegidos y en múltiples ocasiones con indignidad o violando la ley. Por ello la denuncia, la fiscalización de los actos de gobierno, ha debido de ser asumida por los medios de comunicación colectiva, intentado rescatar la dignidad de las funciones del Estado, ahora sumidas en el escándalo cotidiano, en el marco de una lamentable indiferencia colectiva.