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Deterioro. Varios de los predios que eran ocupados por los Guagua Centros ahora aparecen descuidados por el abandono de un año y nueve meses.Ángelo Chamba/EXPRESO

¿Qué pasó con los guagua centros?

Un modelo de gestión fallido, cláusulas ausentes en el contrato y la pandemia se llevaron el proyecto que cuidaba a niños de 1 a 5 años

El proyecto estrella que nació en 2014, durante la alcaldía de Mauricio Rodas, se vio afectado por el cierre temporal de los centros educativos durante la pandemia de la COVID-19 en marzo de 2020.

En abril de ese año el entonces alcalde Jorge Yunda decretó la “suspensión” y se dijo que sin lugar a dudas, los centros infantiles que permitían a padre y madre ir tranquilos a sus trabajos, volverían a abrir y serían “repotenciados”.

Ha pasado un año y nueve meses desde esa promesa que todavía no se cumple, aunque parecería que algo se cocina puertas adentro.

Los centros infantiles operaron con dificultades.

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La secretaria de planificación, Nadia Ruiz, afirmó que en el presupuesto preliminar de Quito para 2022 (que fue conocido en primer debate en la sesión ordinaria del Concejo Metropolitano) se contempla “rubros destinados a un modelo de gestión que se está discutiendo” para institucionalizar el cuidado de la primera infancia. Se refería a los Guagua Centros.

En 2019, el presupuesto que destinaba el Cabildo a los Guagua Centros se aproximaba a los 17 millones de dólares, sin embargo en la proforma presupuestaria para el próximo año se contempla un valor que bordea los seis millones, es decir, 11 millones menos.

Y es que el modelo de gestión es calificado por algunos de sus administradoras como “fallido”, ya que ellas cargaban con la responsabilidad tanto de los locales como de los profesionales que laboraban en los Guagua Centros, es decir, no existía ninguna institucionalización. Aunque los centros empleaban 720 educadoras y 360 personas de apoyo, ninguno de ellos trabajaba en relación de dependencia con el Municipio de Quito.

“Nos tocó afrontar hasta mayo el pago de las planillas del IESS, lo que es arriendo”, lamenta Graciela Burbano, quien administraba el centro de atención infantil en Santa Mónica, en el Valle de los Chillos.

El problema surgió a partir de la ausencia de una cláusula que contemplara la suspensión de los centros. Solo existía la de cierre, mas no se había contemplado qué sucedería si se los ponía en pausa.

Este Diario consultó con el Patronato San José, entidad que administra los Guagua Centros, sobre el presupuesto que se destinaría al proyecto, o si se llegaría a acuerdos con las administradoras para lograr un cierre correcto, pero hasta el cierre de esta edición no recibió respuesta sobre los planes del Municipio.

Hasta el sol de hoy, Burbano sigue pagando 100 dólares mensuales de arriendo por la bodega que almacena los implementos que se usaban en el antiguo centro infantil. Y comenta que hay peores situaciones. “Hay compañeras mías que están con juicios en el Ministerio del Trabajo, con glosas, con denuncias”.

Ella, por suerte logró llegar a un acuerdo con sus parvularias para pagarles apenas el Municipio le otorgue una compensación.

Ella extraña mucho a quienes llama “mis niños”. “Teníamos una conexión muy especial con ellos y con los padres porque al ser familiares de niños con discapacidad había que darles un apoyo psicológico”, señala. Su centro era uno de los dos que atendían exclusivamente a niños con discapacidad.

En sus tiempos mozos, los Guagua Centros llegaron a ser 200 en todo el distrito y atendían a 9.000 infantes, proveían un servicio que iba más allá de una guardería tradicional, era un centro integral en el que los niños recibían cuatro comidas al día, eran motivados con actividades que desarrollen sus destrezas, se les enseñaba acorde a su edad, se les controlaba talla, peso y estado de salud, entre otros beneficios.

“Mi niña cuando entró tenía anemia y cuando salió ya no tenía”, detalló con felicidad Silvia Díaz, quien confiaba a su hija María José a las parvularias del centro mientras ella iba a vender choclomote por las calles de Conocoto. “Podría trabajar tranquilamente”, recuerda. Ahora, Díaz debe llevar siempre a su niña, de cuatro años, de la mano y admite que al principio fue muy complicado porque la niña lloraba y ella debía hacer malabares entre el negocio y su labor de madre.

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Más allá de los niños, la educación llegaba a padres como Jonatan Anchaluisa, quien aprendió a balancear las dietas que daba a sus niños en casa. Él anhela que los Guagua Centros vuelvan, pero mientras tanto sabe que ahora sus niños deben comer pescado, frutas y hasta postres saludable como el de zanahoria.

No hay solución para la desnutrición infantil

El 27,2 % de los niños y niñas menores de 2 años sufre de desnutrición crónica, según cifras de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

La desnutrición está usualmente asociada a condiciones socioeconómicas deficientes y a la salud de la madre, también al maltrato, malos hábitos de higiene y alimentación. Esto retarda el crecimiento y crea una afectación en el desarrollo de los niños con efectos irreversibles a largo plazo.

Para la población indígena las brechas son más amplias, ya que el 39 % de los niños padece desnutrición crónica.

Los Guagua Centros, según coinciden los cuatro padres y madres entrevistados por este Diario, contribuían a disminuir el porcentaje de desnutrición infantil mediante la alimentación a los niños como también la educación a los padres.