Quito recupera una ruta ancestral: Camino del Inca
Ocho millones de dólares es el costo calculado para la recuperación del Camino del Inca y las obras complementarias.
Una maldición incaica. Así llamaban los moradores de San Carlos del Sur al Qhapaq Ñan, el emblemático Camino del Inca que cruzaba su barrio. Por décadas, los residentes de este y otros doce barrios colindantes a la vía lucharon por que se llevaran a cabo obras como la pavimentación, o la instalación de alcantarillado.
La situación pasó de difícil a imposible en 2014, cuando la Unesco declaró a la ruta Patrimonio Cultural de la Humanidad en los seis países que abarcaba. En ese momento ya no era únicamente la falta de presupuesto lo que demoraba las obras que pedían, sino la imposibilidad de intervenirla. “No se imagina cuántas veces fuimos al Municipio, hicimos oficios, pedimos reuniones con los alcaldes de turno y no recibimos respuesta. Solo nos decían que era patrimonial y que no se podía tocar. Por último un funcionario una vez hasta nos dijo que nos fuéramos a vivir a otro lado”, recordó María Jaramillo, moradora del sector.
Las voces que marcan la ruta para reconstruir una ciudad turística
Leer másCon ella concordó Paulina Pallo, representante del barrio Cumbres Orientales, quien indicó que “más de 40 años de lucha” ha tomado que las autoridades les hagan caso. Y es que finalmente la ruta ancestral será recuperada.
Así lo indicó Angélica Arias, directora del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), quien explicó que debido a la declaratoria de la Unesco no se tenían claros los lineamientos para realizar trabajos en el sector. “Son dieciocho barrios los que rodean el Camino del Inca y que no habían recibido obras porque las administraciones zonales no tenían claro su accionar. Temían afectarlo porque era ancestral.
En su mayoría se encontraba bastante afectado, sobre todo porque es una zona donde llueve mucho”, indicó. Arias explicó que para poder realizar las intervenciones la parte más compleja fue elaborar el estudio para la recuperación de la vía y establecer los permisos para ello. “Los vecinos querían hallar una solución, pero la cuestión es que no había la normativa. Tuvimos que trazar los lineamientos, el estudio y tramitar los permisos para que la siguiente administración pueda continuar la obra.
Hay, por ejemplo, unos permisos ambientales que aún estamos tramitando para ciertos tramos”, señaló.
La intervención abarcará ocho kilómetros del Camino del Inca, dividido en seis fases. La primera y tercera fase se llevan a cabo actualmente. La primera fase inicia en las cercanías de la cancha de fútbol de la Liga Barrial La Forestal y termina en las inmediaciones del Colegio Ludoteca Padre Víctor Grados, mientras que la tercera abarca desde un paso peatonal en la av. Simón Bolívar hasta el camino que conduce al sector de Ontaneda y Conocoto, en Los Chillos. En estos sectores se trabajará en la obra vial y se harán obras como parques, plazas, ornato, miradores y más. Lo que sí está claro es que los estudios y los permisos quedan listos para que la administración pueda continuar con la intervención.
También se conoció que no todo el Qhapaq Ñan podrá ser recuperado a largo plazo, pues hay tramos en los que la obra pública se llevó a cabo sin considerar su existencia. Tramos donde hoy se encuentra la av. Simón Bolívar, por ejemplo, no pueden recuperarse.
Las manos que restauran los bienes patrimoniales
Leer másPese a ello, para los residentes de los doce barrios en los que se realizará la recuperación esta intervención es suficiente. “Vamos a salir beneficiados con esta obra porque en la actualidad es un camino de tierra y lodo cuando llueve. Que eso no pase ya es un sueño”, dijo Pallo.
Para otros moradores también ofrece una oportunidad para el turismo. En la Ferroviaria Alta, el Colectivo Líderes Ferroviaria lanzó un programa de turismo comunitario que incluía visitas a centros culturales, restaurantes y hasta un show de lucha libre.
Ahora podrán incluir recorridos por el renovado Camino del Inca cuando las obras concluyan. Hasta ahí ya solían llevar a los visitantes, como explicó Gabriela Yánez, una de la precursoras del proyecto. “Existe un estigma sobre la Ferroviaria Alta de que es peligroso y lejano. Queremos cambiar esa imagen”.