El peligroso avance de las bandas ligadas al narcotrafico
El riesgo de una “mexicanización de la violencia” existe en Ecuador. Lo dicen militares retirados y lo confirman agentes de inteligencia, con los que habló este Diario que, desde hace años, le siguen las pistas a ciudadanos colombianos sospechosos de s
El riesgo de una “mexicanización de la violencia” existe en Ecuador. Lo dicen militares retirados y lo confirman agentes de inteligencia, con los que habló este Diario que, desde hace años, le siguen las pistas a ciudadanos colombianos sospechosos de ser guerrilleros o de integrar bandas criminales.
La presencia de las llamadas Bacrim en Colombia (bandas criminales) fue detectada hace una década en el país. Nacieron en ese país, de la disidencia de los desmovilizados paramilitares, y después pasaron a dar servicio de vigilancia y protectores de las rutas de la droga entre Ecuador y Colombia.
Ahora, uno de los grandes riesgos es que estas bandas se multipliquen con quienes se han desmarcado de la desmovilización de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tras la firma del acuerdo de paz con el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos.
Un capitán, que lideró las labores de inteligencia en la frontera norte y que hoy está en servicio pasivo, cuenta que las Bacrim traspasaron la frontera y reclutaron a ecuatorianos para que les sirvieran de informantes y recolectores de noticias con el fin de cometer actos delictivos, entre ellos extorsiones y secuestros.
Los Águilas Negras y Los Rastrojos son dos de las bandas más conocidas que operaron por años en los departamentos colombianos de Nariño y Putumayo, que se ramificaron hacia el lado ecuatoriano.
Una hacienda de palma africana, en el fronterizo cantón San Lorenzo (Esmeraldas), fue el clandestino centro de operaciones y entrenamiento de Los Rastrojos en Ecuador. Los Águilas Negras, en cambio, se asentaron en Las Golondrinas, también en Esmeraldas, y en fincas de la provincia de Sucumbíos, desde donde se extendieron hacia otras provincias, entre ellas Carchi, Manabí y Los Ríos. Buscaron alianzas con bandas delictivas locales, entre ellos Los Choneros, que sembraron el terror en el norte de Manabí.
Una de las últimas muestras de la vinculación de las bandas criminales con el narcotráfico es la detención en Colombia del ecuatoriano Washington Prado, alias ‘Gerald’, que en sus inicios integró Los Rastrojos y que, diez años después, se quedó con todos los eslabones de una cadena de narcotráfico, que se presume transportó unas 250 toneladas de droga entre Ecuador y Norteamérica, en los últimos dos años.
El seguimiento de los rastros de las Bacrim llega hoy hasta Guayaquil que, se sospecha, se ha convertido en un nicho para el reclutamiento de jóvenes para el servicio del narcotráfico.
La presencia de más hombres, sospechosos de integrar bandas criminales, ha sido alertada por personal de inteligencia de las zonas de frontera, que en mayor número vigilan los pasos clandestinos con el propósito de descubrir a quienes ingresan al país con el fin de cometer acciones delictivas o son disidentes de las FARC.
Las acciones de vigilancia y seguimiento se concentran en las tres provincias fronterizas, Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos, bajo la dirección del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y los comandos operacionales que integran militares de las tres ramas.
En la franja fronteriza, de unos 700 kilómetros de extensión, las Fuerzas Armadas mantienen un promedio de 7.000 hombres, con normas con las que se intenta evitar las infiltraciones y contaminaciones que busca la delincuencia organizada con el fin de obtener información o cooperantes.
Un último reporte de la Policía habla del entrenamiento de exguerrilleros a ecuatorianos en Sucumbíos. Un total de 18 de esos discípulos, señalados como integrantes de dos bandas criminales autollamadas Comuneros Alfaristas de Liberación Nacional y Montoneras Alfaristas Revolucionarias, fueron detenidos, acusados de robar y extorsionar al menos a 40 comunidades de esa provincia, a través de las llamadas vacunas (entrega de dinero a cambio de seguridad).
Esa práctica delictiva existe también en Carchi y en Esmeraldas, pero en los últimos meses, según los reportes militares, han aumentado los casos que, sin embargo, no se denuncia por temor a represalias, en una frontera caliente.
El contexto
El control militar en la frontera norte se mantiene con un reforzamiento de las acciones de inteligencia, por la desmovilización de los guerrilleros de las FARC tras la firma del acuerdo de paz. El gran objetivo es atajar el paso de los desertores que quieren quedarse en el país.
La seguridad
Dos expertos advierten sobre los peligros
La presencia de bandas criminales al servicio del narcotráfico son un gran peligro para el Ecuador. Lo asegura el analista militar, coronel Alberto Molina, y el excomandante de la Armada, Ángel Sarzosa, quienes insisten en que las Fuerzas Armadas requieren de más hombres y medios para vigilar las fronteras y los espacios acuáticos, por donde están las rutas de la droga.
“Lo grave es que no se ha fortalecido a la Armada para que tenga los medios para cumplir eficientemente con su tarea de control. No son suficientes las labores de inteligencia para neutralizar este tipo de amenazas, que es trasnacional”, dice el almirante Sarzosa.
“El cordón fronterizo es muy vulnerable”, añade Molina, quien insiste en que es alto el riesgo de una escala de violencia, como ha ocurrido en otros países como México, Venezuela y la misma Colombia, porque gran parte de la droga que ese país produce sale por mar y son las bandas criminales las encargadas de mantener expeditas las diversas rutas de transporte.
El dato
La respuesta. Este Diario pidió información al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas sobre los controles en la frontera. A través del departamento de comunicación se indicó que la información es reservada.