El peligroso “oregano”
El oro es, indudablemente, el metal símbolo de la grandeza, riqueza, ambición, etc. Cuando una mujer hiperbolizada por el amor maternal quiere exaltar a su hijo, le dice: “vales oro”. De los candidatos que aparecen con sus discursos y sonrisas en las campañas electorales, se dice que siempre ofrecen “el oro y el moro” al pueblo incauto que los escucha y a veces hasta les cree. El pueblo, que transforma el idioma de cuando en cuando con sus ocurrencias y metáforas, para referirse al dorado metal usa el calificativo de “orégano”, por la similitud de palabras con la hierba aromática que sirve, como la pimienta y el clavo de olor, para sazonar lo que comemos. En fin, para no alargarnos en más y más comparaciones que los lectores conocen al dedillo, por lo que no estoy inventando el agua tibia, el oro lo significa todo para el que quiere poder y riqueza. Aunque existe la contrarréplica de la fábula del personaje que se pierde en el desierto y, tras largo tiempo sin alimentación, encuentra un paquete en el que tiene la esperanza de hallar algo que comer, pero -¡oh desilusión!- solo encuentra un montón de valiosas joyas de oro y diamantes. Que el lector ponga con su criterio e inteligencia la respectiva moraleja.
Sucede que ahora el metal que tiene como fórmula química el simple Au está poniendo en peligro a Zaruma, el cantón orense que ha sido calificado como patrimonio cultural del país y del mundo por conservar en su estructura arquitectónica la reminiscencia de épocas pasadas, con sus hermosas casas de madera. Como la provincia fronteriza es rica en yacimientos auríferos (exploró por 60 años en Portovelo una empresa norteamericana) y desde hace décadas se viene buscando en toda esa región por debajo de la tierra y en sus ríos, para encontrar el metal apetecible, por todo lado se hacen huecos, por lo general con una minería ilegal, es decir, que no cuenta con los permisos de las correspondientes autoridades. Y tanto han excavado debajo de Zaruma que la bella población está en peligro de prácticamente “desplomarse”.
Ante un plantón de los zarumeños, el Gobierno decretó un estado de excepción que, en dos meses, deberá acabar con todos esos “topos” humanos tan amenazantes.