Perú: Guardianes del bosque: la travesía para defender la vida en Huancabamba
La comunidad Segunda y Cajas, Piura, lidera el cuidado de una de las áreas fuente de agua y de mayor biodiversidad del país
Mientras muestra las fotografías en blanco y negro de osos de anteojos, tapires y venados obtenidas con las cámara trampa, dispositivo oculto para registrar la fauna en su estado natural, Hilario Rojas Guerrero sonríe y se llena de orgullo por los hallazgos en su comunidad a más de 3000 metros del nivel del mar. Es un hombre delgado con brazos fuertes y piel dorada, recuerda cómo los árboles y páramos existentes en los territorios de su comunidad campesina Segunda y Cajas, en Huancabamba, Piura, se han mantenido pese a la deforestación.
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Leer másEl país perdió más de tres millones de hectáreas de bosque entre 1985 y 2021, según las últimas cifras del proyecto MapBiomas de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG). Si bien un gran porcentaje de esta cifra corresponde a la deforestación de la Amazonía, la disminución de los bosques andinos en la zona norte influye en sus páramos, uno de los ecosistemas más frágiles y vulnerables del país que alimenta las tierras bajas de la Selva. Además, cada hectárea de páramo conservado, almacena entre 4.200 a 6.000 litros de agua por segundo, lo equivalente a 4.000 botellas de un litro o al consumo promedio de agua de una familia en Lima durante dos meses.
Protección voluntaria de ecosistema
Aquí, a 22 horas de viaje terrestre ininterrumpido desde la capital Lima y muy cerca a la frontera con Ecuador, la comunidad de Segunda y Cajas, con cerca de 4 mil pobladores, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), se erige como guardián de la naturaleza. La regulación de tierras en Perú permitió que Segunda y Cajas obtuviera la titularidad de sus territorios en 1996, pese a ser una comunidad ancestral. Para los comuneros esto posibilitó la reunión con autoridades y organizaciones ambientales para entender mejor lo que significa crear un área natural protegida dentro de un espacio que ya estaba acreditado como suyo.
A sus más de 60 años, Hilario Rojas Guerrero termina su periodo como presidente comunal. Recuerda que en años anteriores no sabían cómo proteger sus territorios ante las amenazas de deforestación y la presencia minera. En el 2014 la asamblea de la comunidad aprobó un compromiso mayor con el cuidado de sus bosques y páramos. Dos años después, en 2016, obtuvieron el reconocimiento del Estado para la creación de un área natural protegida en sus territorios: el Área de Conservación Privada (ACP) Bosques Montanos y Páramos Chicuate - Chinguelas, en honor a las dos montañas ubicadas en su territorio.
Katty Carrillo, bióloga y jefa de proyectos en el Mosaico Andes del Norte en Perú de la organización no gubernamental Naturaleza y Cultura Internacional que realiza estudios ambientales de la zona desde hace 15 años, señala que en Perú las áreas de conservación privadas son denominadas así porque pueden ser manejadas, administradas y de propiedad de comunidades campesinas. “Son áreas de conservación voluntarias y gestionadas con los mismos recursos de la comunidad. En el caso de Chicuate - Chinguelas y comunidades vecinas, los páramos y los bosques montanos permiten la vida de cientos de especies de flora y fauna, así como la captación y distribución del agua, recurso clave para la existencia de la vida en la zona”, señala.
Ahora Hilario tiene otra labor que continuar: es guardaparque junto con otros miembros de la comunidad del ACP Chicuate - Chinguelas y sus más de 27 mil hectáreas. Esta labor de monitoreo garantiza la existencia de la misma y sus 34 caseríos. “Al realizar visitas al campo podemos realizar un control y vigilancia. Andamos uno o dos días haciendo camino. Aquí tenemos más de cientos de plantas medicinales. Instalamos cámaras trampa para identificar a los animales que rodean la zona”, dice Hilario.
Pero no siempre fue así. Pese a la calma del lugar que permite disfrutar del viento y la lluvia, los bosques y las montañas que se esconden en la neblina fueron testigos de reclamos y muerte. La situación por el cuidado de sus tierras todavía es una tarea pendiente.
Resistencia comunitaria frente a riesgos ambientales
En la década anterior era frecuente que los comuneros quemaran la vegetación debido a la creencia de que esto atraía las lluvias y así podrían cultivar. O ellos mismos comentan que la necesidad los llevó a deforestar sus territorios para tener tierras para sus ganados. Con el tiempo esta primera amenaza disminuyó al comprender mejor la importancia de proteger estas áreas. Sin embargo, el segundo temor permanecía por el desarrollo de proyectos mineros cerca a sus tierras.
“Hasta ahora no hay resultados, no hay responsables de las muertes de nuestros compañeros. A todo le echaron tierra”, recuerda con amargura Emperatriz Campos, miembro de Segunda y Cajas, al pensar en el conflicto que se inició en el 2003 en sus territorios. En ese entonces Emperatriz no tenía responsabilidad de liderazgo, pero era madre de familia, tenía cuatro hijos pequeños y una preocupación que cada día crecía por el futuro de su comunidad. Rodeada de bosques y montañas con una lluvia intensa que cae por el cambio de temporada, Emperatriz hace una pausa en su labor en la máquina de coser para hablar de su tierra, de su gente y su lucha por conservarla.
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Leer másEn los límites de esta área en la provincia de Huancabamba, Piura, se dieron hechos violentos que involucraron a las comunidades campesinas de Yanta y a Segunda y Cajas, y a empresas extractivas por el desarrollo del proyecto minero Río Blanco.
El acuerdo para explotar cobre y molibdeno en esta zona cerca a la frontera entre Perú y Ecuador estuvo a cargo de la empresa Minera Majaz de capitales británicos, que luego cambió de nombre a Río Blanco Copper y obtuvo participación mayoritaria del conglomerado chino Zijin.
El resultado: decenas de heridos, siete muertos, ataques a los campamentos mineros, protestas, el secuestro de 28 campesinos por parte de la policía y un juicio ante la Alta Corte de Reino Unido por torturas, maltratos físicos y psicológicos a los comuneros.
Conflicto latente
Luego de meses y años de buscar disminuir los conflictos en la zona, los miembros de la Comunidad Campesina de Segunda y Cajas lograron crear el Área de Conservación Privada (ACP) Chicuate - Chinguelas.
Pero esto no fue bien visto por compañías mineras interesadas en realizar sus actividades en la zona. Días después del reconocimiento del ACP por parte del Ministerio del Ambiente (Minam), Río Blanco Copper S.A. y la Compañía Minera Mayari S.A.C. pidieron que la resolución sea anulada. La razón: se superponía al proyecto minero y evitaría su desarrollo. La autoridad no les dio la razón.
El reconocimiento de Chicuate- Chinguelas fue clave para apacentar las aguas. Sin embargo, según el último reporte de conflictos sociales de la Defensoría del Pueblo, hay un rechazo al proyecto Río Blanco “debido a la contaminación ambiental que podría generar en los frágiles y vulnerables ecosistemas de los páramos y bosques de montaña, por lo que se requiere niveles de protección adecuados”. En diciembre del 2023 hubo una marcha en contra el proyecto minero y la situación ha sido clasificada por la entidad como un conflicto latente.
Un ecosistema diverso y vulnerable
Es un día de limpieza y mantenimiento del centro de interpretación y oficina que han implementado en el caserío de Shapaya, en Segunda y Cajas. Este espacio para la difusión del conocimiento que han recogido de sus largas caminatas por el bosque cuenta con una réplica del oso de anteojos, pinturas con gran detalle del mono aullador, el gallito de las rocas y la catarata Chorro Blanco que atrae a diversas especies. Pese a la fuerte lluvia que suena al caer en los techos de metal de las casas, Emperatriz y otros comuneros organizan el espacio que tienen desde 2019.
Emperatriz sabe del gran esfuerzo que realizó su comunidad y teme que la situación de conflicto en la que se encuentran vuelva a escalar. “En la Cordillera en Chicuate - Chinguelas nacen ríos importantes. No solo se trata de Huancabamba, se trata de todo un conjunto de uniones entre las aguas, y al ser explotado [por la actividad minera] podría contaminarse. Lo que nosotros, como campesinos, hacemos es proteger la vida y el agua”, dice Emperatriz, quien también es vicepresidenta de la Red de Páramos y Bosques del Norte del Perú, un espacio que articula a diversas comunidades campesinas para compartir intereses y problemáticas.
Estos bosques y páramos que dominan el paisaje permiten la permanencia de recursos hídricos importantes para la zona, así como el desarrollo de flora que transforma el verdor que cubre las montañas cerca a la frontera con Ecuador. Para Odalys Suárez, geógrafa e investigadora de los ecosistemas de montaña en Chicuate - Chinguelas, ”los páramos capturan el agua de las lluvias, la filtran y la liberan lentamente para que durante todo el año haya agua. Es decir, funcionan como un regulador del recurso hídrico. Su importancia además es muy alta porque se encuentran en la región Piura, una región seca, y por el contexto del cambio climático”.
Solo en los últimos meses, se han registrado incrementos de olas de calor y lluvias intensas y frecuentes resultado del cambio climático y potenciadas por el evento climatológico El Niño, según información del Instituto Geofísico del Perú.
En esta línea, los especialistas ambientales coinciden al señalar la alta biodiversidad presente en estos ecosistemas. Se han identificado cientos de especies de flora y fauna, entre ellas all oso de anteojos (Tremarctos ornatus), el mono aullador rojo (Alouatta seniculus) y el tapir andino (Tapirus pinchaque), este último en situación de peligro, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y en peligro crítico de acuerdo al Libro Rojo de Fauna del Servicio Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) debido a ser una especie muy sensible a la actividad humana.
La protección de los páramos, declarados ecosistemas frágiles, también tiene relevancia debido a que aquí nacen cuatro cuencas de ríos que abastecen de agua a diversas regiones del norte de Perú y que son vertientes del Pacífico y el Atlántico. Los ríos Quiroz, Piura, Chinchipe y Huancabamba permiten el riego de 150 mil hectáreas para el consumo y la agroindustria, según estudios del Ministerio de Ambiente (Minam) del Perú. Los comuneros también lo saben y por eso no dudan en defender sus páramos.
El futuro de la frontera
Así como este espacio en Segunda y Cajas en Piura, la creación de áreas de conservación privadas va llenando los vacíos ante las limitaciones o la consolidación de propuestas existentes en Perú, señalan especialistas consultados. “Debido a una voluntad de las comunidades por conservar y del interés en que este cuidado se mantenga en el tiempo, varias áreas son otorgadas a perpetuidad. Esto brinda una protección adicional porque hace que las generaciones siguientes continúen con el trabajo y las mismas políticas de conservación”, indica Deyvis Huamán Mendoza, director de gestión del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), entidad adscrita al Ministerio de Ambiente.
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Leer másA la fecha, se está buscando conformar otras áreas de conservación a cargo de gobiernos regionales al norte del país. Pero estos espacios no son los únicos en debate. Desde el 2019 la propuesta de creación de un Corredor de Conservación Transfronterizo Andino entre Perú y Ecuador adquiere fuerza debido a la conexión existente entre sus ecosistemas.
La creación de un área de conservación puede dar luces de esperanza en un contexto desfavorable para las comunidades, pero el camino no termina ahí. “Hay un panorama donde se han creado y reconocido áreas de conservación privadas y a nivel estatal, pero una vez que esto se ha logrado qué más se hace. ¿Cómo se mantiene un equilibrio entre la naturaleza, las actividades productivas y la gente que vive en esta zona?”, comenta la especialista ambiental Katty Carrillo.
Camino incierto
De regreso a la comunidad Segunda y Cajas la lluvia empieza a calmar. Para Hilario Rojas el desafío por asegurar la sostenibilidad del ACP Chicuate - Chinguelas continúa y, al igual que sus vecinos, ahora buscan alternativas más allá de la agricultura y la ganadería. El turismo se perfila como una de las opciones para aprovechar la belleza de sus cataratas, zonas de senderismo y bosques, pero el camino aún es incierto.
Ya es hora del almuerzo al final de la jornada en el campo. Hilario Peña Huamaní hace una pausa. Baja sus herramientas del hombro y exclama: “vivir aquí representa tener muchas riquezas por la biodiversidad y el agua. Permite la siembra de papa, arveja, maíz y trigo, y la sobrevivencia de animales”. A lo lejos unos toros atados a su yugo y guiados por un comunero de poncho oscuro atraviesan la vía principal del pueblo. El esfuerzo por cuidar de sus territorios y garantizar el acceso al agua avanza con el ACP Chicuate - Chinguelas.
Este proyecto de Historias Sin Fronteras fue desarrollado con el apoyo del Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes e InquireFirst.
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