
Las piedras de moler, un legado que persiste
Son pocos los que aún las usan ante la aparición de utensilios modernos. Los ingredientes molidos a lo ancestral saben mejor.
“El ají preparado en piedra de moler tiene mejor sabor, es más rico, queda mejor que al hacerlo en una licuadora”, expresó doña Nancy, adulta mayor residente en Cuenca. “También tiene mejor sabor el morocho triturado en la piedra”, agregó la mujer de unos 80 años de edad, muy sonriente y orgullosa de haber heredado de sus ancestros cuatro piedras de moler que mantiene junto a su huerto doméstico, a unos 30 metros al fondo de su vivienda situada en las calles Mariscal La Mar entre Vargas Machuca y Tomás Ordóñez, Centro Histórico de Cuenca.
A Nancy no le ha importado el avance tecnológico y las herramientas actuales para moler y preparar alimentos. Lo más importante para ella es el sabor inigualable que cogen los preparados en las piedras de moler, pese a que es un legado ancestral que data de 6 mil años antes de Cristo, según el historiador cuencano Juan Chacón.
Es una piedra con una superficie cóncava y alargada, que con otra de forma ovalada y que cabe en la mano, sirve para moler los granos; el ají, el morocho, y otros, dijo Nancy mientras explicaba cómo se utiliza esta herramienta.
En Ecuador fue utilizada por la cultura precolombina Valdivia en la Costa.
También en la Sierra y Amazonía por otros grupos étnicos; y, posterior por los Cañaris e Incas, sostuvo de su lado el historiador cuencano de 70 años de edad y catedrático universitario, Juan Chacón.
“Es en la etapa neolítica, con la aparición de los granos dentro de la economía hogareña de las comunidades nativas y como parte de un desarrollo inicial, tomó apogeo el uso de esta herramienta destinada para moler y triturar los granos y otros alimentos”, adujo Juan Chacón.
Con esa herramienta se trituraban los granos para la elaboración por ejemplo de las coladas, chicha, máchica, aliños, ají, tintes y adobar la carne. Fueron utilizadas hasta no hace mucho tiempo. Muy cercana a nuestros días, principalmente en el área rural, donde el desarrollo tecnológico tarda un poco en llegar, anotó el historiador cuencano. Hay piedras talladas para ese uso y aquellas que de forma natural están en los ríos.
Con la aparición de los molinos de mano en los años 60, fue dejándose de lado el uso de las piedras de moler.
De su lado David Pasaca, un hombre de 54 años de edad y propietario de un museo ecológico ubicado en la vía Babarón-Solados del Biocorredor Turístico Yanuncay, a 20 kilómetros al oeste de Cuenca, explicó que a estas piedras se las halla de manera natural en el lecho de ríos o en las canteras.
“Solo basta buscar una piedra cuya superficie sea plana y cóncava, para que sirva de base; y otra más pequeña ovalada o redonda, y utilizarla como piedra de moler”, anotó Pasaca. (F)
Machacar
Su uso desde lo ancestral
Para el investigador e historiador Diego Arteaga, en América se han encontrado restos de hachas hechas con piedra y de acuerdo a las investigaciones datan de 10 años antes de Cristo. Otros usos de las piedras eran de índole decorativo, para adornar el cuerpo y otros de fondo constructivo, de acuerdo a Arteaga. El coleccionista de objetos ancestrales, Adolfo Idrovo, explicó que había piedras de todo tamaño y para diferentes usos. Unas grandes que se las colocaba en los patios de las viviendas para moler granos más gruesos.