Pleno: el testigo mudo de un juicio y proyectos inconclusos
En la mesa directiva quedaron apuntes a la espera de una segunda jornada que no llegó. El personal de limpieza retira la basura de los exlegisladores
Jueves 18 de mayo de 2023. Dos días han transcurrido desde que el presidente de la República, Guillermo Lasso, anunció la muerte cruzada y disolvió la Asamblea Nacional.
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Leer másEl hermetismo y sospecha hacen juego con los militares, policías y vallas metálicas que se apuestan en las afueras del Parlamento. Todo es un misterio hasta que se atraviesa el acceso principal sur, sobre la avenida Vicente Piedrahíta.
Adentro, el ambiente cambia y los pasillos, salones, cafeterías y el mismo pleno de la Asamblea convocaban a la paz, a un silencio incómodo que dejaba entrever la ausencia de los 137 asambleístas cesados en funciones y de los 1.200 empleados que hacían de este espacio, un lugar de encuentro, de trabajo o tan solo un sitio de paso.
La alfombra roja que fue tendida hasta la entrada del pleno, para recibir a las autoridades del Estado y al mismo presidente de la República, en el día de su juicio político, todavía seguía inamovible.
Más adelante, en el fondo del pasillo, una puerta tallada en madera fina, de más de dos metros de altura, escondía la sala de 638,97 metros cuadrados, que por 24 meses y dos días fue la casa de los llamados “padres de la patria”.
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Leer másDe ellos solo quedaron las placas con sus nombres que descansaban sobre sus curules, distribuidos en seis filas de izquierda a derecha. Sillas que encajaban en el metro y medio de escritorio asignado, excepto la del exlegislador de la Izquierda Democrática, Xavier Santos. Al parecer, el último día que estuvo en funciones salió al apuro y quedó fuera de su sitio.
Todo estaba apacible. Los gritos, voces y estruendosos sonidos que hasta el martes pasado eran parte de este espacio ya no existían.
Eran las 11:00. Y mientras se leía en el mural de Guayasamín, -situado en el fondo del salón-, una frase de Dolores Cacuango: “Somos como la paja del páramo, que se arranca y vuelve a crecer”, el estribillo de una canción popular resonaba en el pasillo, cerca de la cafetería del pleno, devolviéndole un poco de alegría al lugar.
“Mi castigo fue quererte/ mi pecado conocerte/ yo no sé por qué tuviste/ que adueñarte así de mí/ fue tu amor cual marejada/ que inundó mis sentimientos/ y hoy no aguanto este tormento/ que me quema, que me quema/ por tenerte otra vez”.
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Leer másEntonces Nancy, una de las tres mujeres a cargo de la limpieza de este espacio y de atender a los legisladores, ingresaba al pleno con una bolsa gigante de basura en sus manos.
Normalmente, empezaba su trabajo a las 07:00, pero por el inesperado e insospechado golpe político que se dio, este día lo hizo cuatro horas después.
Se desplazaba entre las filas de los exasambleístas correístas, sobre el ala derecha. Pese a que hablaba poco por temor a represalias, contó que no hubo cosas fuera de lugar. Al parecer se llevaron todo y no olvidaron nada, excepto los papeles guía para llevar a cabo el enjuiciamiento del presidente, en el puesto donde hasta el martes, Virgilio Saquicela ostentaba su cargo como presidente de la Asamblea.
“Solo estamos limpiando como todos los días, recogiendo la basura que dejaron los asambleístas, pero no puedo hablar más, no tengo permiso”, dijo.
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Leer másEn la mayoría de tachos hubo hasta cinco vasos de cartón pintados de restos de café. Parecería que la tensión del juicio los tuvo al filo de los nervios.
A Mónica Salazar, de UNES, el apetito se le abrió y un guineo, acompañado de una funda de papas fritas, fue su último bocado mientras estuvo en funciones.
En el caso de Viviana Veloz, su escritorio lució ordenado, aunque el monitor de su computadora estuvo desubicado.
Esteban Torres, otro de los interpelantes, dejó el teclado fuera de su sitio. Parecería que lo arrimó contra la pared para apoyarse ante la pantalla.
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Leer másLa actualización del software del dispositivo de Ana Belén Cordero todavía estaba insubsistente. Era la única pantalla encendida, una de las últimas que quedó junto a una torre de seis vasos de cartón que adornaban el escritorio de Marco Troya, afín al oficialismo.
Al término del recorrido, las luces se apagan, las puertas se cierran, hasta que en las urnas los ciudadanos decidan darle la llave de este sitio a los nuevos funcionarios.