
La política arancelaria de Donald Trump: algunas dudas y pocas certezas
ANÁLISIS. Si conducen a la libertad comercial global, serán un acierto; si llevan a una guerra de represalias, habrá heridos
La decisión tomada el 2 de abril pasado por el gobierno de los EE.UU., me provoca en lo técnico algunas dudas y en lo práctico pocas certezas. No me centraré en estimar si la mejor formar de lograr competitividad de un país es a través de barreras arancelarias, sino el impacto que éstas pueden tener la para economía global.
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Sin duda EE.UU. es el actor más importante en la economía mundial, por tanto, lo que haga o deje de hacer no solo es definitivo para esa economía sino también para la economía global. Qué nos dicen libros, observando la teoría económica, que al final es consecuencia de la recolección de hechos empíricos. Si se colocan aranceles, la proporción de quién los paga depende de la elasticidad precio de la demanda, lo que explicamos antes en otra columna de este Diario.
Está en duda la migración de la base de infraestructura manufacturera al territorio de EE.UU.; eso dependerá de si es previsible que esa política arancelaria, y otras políticas complementarias, supervivan el presente mandato, y más aún, si llegaran a sobrevivir, dependerá de la capacidad de esas fábricas para exportar a países que habrán tomado barreras recíprocas de comercio.
También está en duda la disponibilidad o rápida conversión de mano de obra para suplir esa nueva demanda, particularmente en ciertos sectores que requieren alguna calificación de competencias laborales y profesionales. Las medidas están provocando la caída de los mercados de valores, y esto supone una destrucción del ahorro, y la consecuencia inmediata es una reducción en la propensión marginal al consumo, estimulando un ahorro que lo compense. Dicho en otras palabras: si una familia tenía ahorros para su retiro en el mercado de valores, y esos valores caen, deberá compensar esa caída con una mayor cantidad de ahorros de sus ingresos habituales, respecto del ahorro que venía realizando.
Esa decisión evidentemente provoca una reducción en los recursos destinados al consumo, y por ende menor demanda agregada, y consecuentemente una reducción en la producción y la amenaza de una recesión. Naturalmente esto tiene impactos sobre el empleo. La evidencia de aquello debería ser una caída en el precio del petróleo y otros combustibles, afectando a países como Ecuador.
Julio Prado, analista económico y exministro de Producción, da su opinión sobre el escenario de Ecuador tras el 10 % de arancel que deberán pagar los productos al ser vendidos a Estados Unidos. 👉 https://t.co/N0By2GYQat pic.twitter.com/FSOKTvWnhG
— Diario Expreso (@Expresoec) April 5, 2025
En ciertos sectores podría haber una aparente sensación de ventaja, si los aranceles relativos que se impuso a nuestros competidores son superiores. Lo anterior podría ser temporal, pues dependerá de las mutuas concesiones que hagan esos países con EE.UU.. El país migra hacia una economía grande y cerrada, la consecuente duda es si para lograr aquello es capaz de abastecerse de todos los recursos críticos, particularmente de aquellos que no se disponen en abundancia en su territorio. Además, trasladar una infraestructura manufacturera no solo implica cambiar en una particular fábrica, sino modificar completamente la cadena de suministros para servirla, lo cual puede durar años.
¿Se atreverán todos a una modificación de esa naturaleza sin la certeza de la duración de esta nueva política arancelaria? La historia recoge los efectos que tuvo la Tariff Act Smoot-Hawley del 17 de junio de 1930. Al principio existió un breve alivio para la agricultura, pero las represalias de los socios comerciales finalmente hicieron que aquello que fue aprobado por la administración Hoover, fuera revocado en 1933 por la administración Roosevelt. Al momento de la expedición de la ley existió un enorme número de economistas que expresaron en EE.UU. su preocupación por esa ley, tanto como ahora se expresan.
¿Fue una decisión oportuna o inoportuna?
La decisión fue inoportuna incluso en un momento en que el comercio mundial era una fracción ínfima de lo que es hoy, por tanto el impacto hoy podría ser exponencialmente mayor, en cualquier dirección. Quizá lo primero que se debe analizar es si el problema del déficit comercial de EE.UU. se debe a un tema de aranceles, o si es un tema de competitividad de otra naturaleza.
Por muchas razones tengo gratitud y afecto a la tierra del libre y al hogar del bravo, y me preocupa que un enorme paso como el que se ha dado, pueda generarles un traspié a ellos, y una caída de bruces a nosotros. Si es que esta decisión comercial logra meter al mundo en un nuevo gran acuerdo comercial, el señor la habría “sacado del estadio”, como se dice en béisbol. En ese caso sería un enorme aliento al crecimiento global. Ojalá la historia, los economistas y los tanques de pensamiento estén equivocados.
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