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Noboa y Abad
El último episodio del distanciamiento entre el presidente y la vicepresidenta fue el contraataque de la asesora Diana Jácome, quien denunció por violencia política de género a Abad.ARCHIVO

Denuncia de Abad a Noboa: el juego de máscaras caídas y licencias torcidas

La pretensión de Abad es absurda, la obligatoriedad de pedir licencia para quien vaya a la reelección es imposible de evitar

Cuando la vicepresidenta Verónica Abad organizó su propia recepción después de la toma de posesión, en lugar de asistir a la organizada en Carondelet, todos pudimos darnos cuenta de que algo no andaba bien entre Daniel Noboa y ella. Cuando el presidente, en uso de sus facultades constitucionales, envió a la vicepresidenta a Israel como embajadora, confirmamos que la ruptura entre ellos era definitiva y sin vuelta atrás.

Nuestra primera reacción fue de lástima por Abad y de rechazo a la dureza mostrada por Noboa. No sabíamos qué razón tan poderosa motivaba al presidente a tomar esta medida. Los primeros rumores decían que en manos de Abad habían desaparecido unos fondos de campaña.

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Después se dijo que estaba repartiendo cargos a cambio de prebendas. Luego vino la detención de Sebastián Barreiro, hijo de la vicepresidenta, acusado de tráfico de influencias, lo que en su momento consideramos una crueldad de parte del presidente. Posteriormente llegaron las denuncias por irregularidades contra Abad cuando fue candidata a la Alcaldía de Cuenca.

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Posibilidad de un indulto a Correa

Hasta este punto el malo de la película era Daniel Noboa y la víctima, Verónica Abad; pero las cosas empezaron a cambiar cuando la vicepresidenta balbuceó en una entrevista con el periodista Lenin Artieda de Ecuavisa y no pudo negar que indultaría al exmandatario Rafael Correa si asumía la Presidencia.

Después vino el salvataje de la Asamblea Nacional cuando la fiscal Diana Salazar quiso procesarla junto a su hijo porque aparentemente ella estaba en pleno conocimiento del ofrecimiento de cargos a cambio de dinero. Posteriormente llegaron las declaraciones de Abad diciendo que el Gobierno la perseguía y que temía por su vida.

Podríamos decir que Abad se estaba defendiendo de los ataques de Noboa y que era una disputa política con el único afán de ser presidenta de la República aunque sea solo por unas semanas y que ese gusto no iba a permitírselo el presidente porque no quiere encargar la Presidencia, sin limitaciones, a alguien en quien no confía.

Denuncia que busca destituir a Noboa

No obstante, con la denuncia que ha puesto Verónica Abad en contra del presidente en el Tribunal Contencioso Electoral pidiendo que se lo destituya, la situación pasó de castaño a oscuro. Para la vicepresidenta, esta no es una simple riña política. Se ha quitado la máscara y queda al descubierto que su intención es acabar definitivamente con Noboa y con su reelección, pues si fuera destituido perdería sus derechos de participación y no podría ser candidato a nada.

La pretensión de Abad, aparte de antidemocrática, es absurda e improcedente. Las razones para destituir al presidente de la República están muy claras en el artículo 130 de la Constitución, y la violencia política de género no consta entre ellas.

Además, el Tribunal Contencioso Electoral no tiene facultad para destituir al presidente de la República; solo puede hacerlo la Asamblea Nacional. Lo curioso, que quedará para otro análisis, es que cuando se presentó la denuncia en contra de Noboa, esta recayó en el ahora destituido presidente del Tribunal. ¿Será esta la razón de su destitución?

Ahora bien, la obligatoriedad de pedir licencia es imposible de evitar. El artículo 93 del Código de la Democracia dice textualmente: “… Los dignatarios que opten por la reelección inmediata al mismo cargo deberán hacer uso de su licencia sin remuneración desde el inicio de la campaña electoral”. Es demasiado claro para torcerlo aduciendo que no es reelección por no tener un periodo completo o interpretarlo a medias pidiendo licencias por horas.

¿Cuál es la salida?

Es evidente que si Daniel Noboa encarga la Presidencia a Verónica Abad, sería un peligro para la estabilidad del país, pues la presidenta encargada hará todo lo posible por arruinar lo realizado por Noboa con tal de verlo destruido, pero al mismo tiempo es inevitable que Noboa pida licencia.

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A mi entender, la vicepresidenta ha cometido un acto muy grave al intentar derrocar al presidente a través de una artimaña jurídica. Ese comportamiento debe ser sancionado. Aunque las causales para juicio político al presidente son las mismas que para quien ocupe la Vicepresidencia, para los casos de destitución es diferente; el procedimiento constitucional solo contempla al primer mandatario y no al segundo o la segunda. El mismo artículo 130 de la Constitución citado en este análisis no aplica a la vicepresidenta, por lo que ella sí podría ser juzgada por el Tribunal Contencioso Electoral.

El cambio de mayoría y presidente en el TCE resulta oportuno y no me extrañaría que el motivo de este cambio sea precisamente porque se estaba fraguando entre Verónica Abad y quienes la salvaron en la Asamblea, tumbar al presidente de la República.

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