El ‘hazme reír’ y el ‘hazme llorar’ del día a día en Ecuador
Entre las desfachateces del Consejo de la Judicatura y del CPCCS, es difícil decir cuál es más vergonzosa o cuál nos hace ver más ridículos
Cuando converso con periodistas de otros países o con ecuatorianos que viven en el exterior, acostumbro preguntarles cómo ven a Ecuador desde afuera. Según las épocas y los gobiernos, sus respuestas han sido más o menos las mismas, con críticas sobre el manejo económico, la corrupción o la política, pero al final siempre terminaban con el clásico “Ecuador tiene todo para ser un país maravilloso, solo necesita mejores gobernantes”. Eso ha cambiado en los últimos años.
La calificación de la prueba escrita devela al virtual contralor del Estado
Leer másDos colegas, uno español y otro colombiano, difirieron en sus opiniones. El primero me dijo que Ecuador es el consuelo de España, pues somos el único país en el que la clase política es más ridícula que la de ellos. En ambas naciones el extremismo y la intransigencia ha llevado a considerar a nuestros políticos como los peores del planeta. Incapaces de pensar por un instante en el bienestar de los ciudadanos, preocupándose solo por sus intereses y sus puestos de poder.
Si analizamos lo que está ocurriendo en Ecuador no sabremos si ponernos a reír o llorar. Es que entre las desfachateces del Consejo de la Judicatura destituyendo ilegalmente a un juez que ahora los enjuicia a ellos; y las del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social que quiere tumbar a la Corte Constitucional y elegir con mañas al contralor general del Estado, no sabría decir cuál es más vergonzosa o cuál nos hace ver más ridículos.
Los vocales del Consejo de la Judicatura recibieron su respuesta de parte del mismo juez. Este apeló la destitución, la ganó, recuperó el cargo y a pedido de la fiscal inició el juicio contra los miembros del CJ; incluso fue más allá y ordenó la prisión preventiva de una de las acusadas por la fiscal, demostrando, en mi opinión, venganza y no justicia. ¡De Ripley! Especialmente cuando los ecuatorianos vemos absortos cómo algunos jueces dejan en libertad a delincuentes verdaderamente peligrosos con medidas sustitutivas.
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Mi colega colombiano en cambio se lamentó por las declaraciones del presidente Lasso en Washington, cuando aseguró que el 90 % de las muertes violentas se produce por el enfrentamiento entre bandas delincuenciales y que hay más percepción que realidad en los índices de violencia.
La verdad es que el presidente no tiene razón. Cualquiera que sea el día en que usted lea este análisis, debe saber que al menos diez personas han fallecido de forma violenta tan solo en Guayaquil en las últimas 24 horas. Seis de ellas sin antecedentes penales, tres de las diez son víctimas colaterales y dos son menores de edad.
Las declaraciones del presidente también nos avergüenzan en el extranjero, pero no nos vemos como ridículos, sino que damos lástima por tener un mandatario que no sabe cómo enfrentar la delincuencia, más allá de decretar estados de excepción.
Estoy seguro de que al presidente le duelen estas muertes; no comparto la opinión de algunos extremistas que lo califican de indolente. Simplemente no sabe qué hacer. Quizás por eso decidió dejar el poder antes de que finalice su mandato, mientras los ecuatorianos unas veces somos el ‘hazme reír’ y otras el ‘hazme llorar’.
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