El populismo noboísta tiene un nombre: Lavinia Valbonesi
ANÁLISIS. La primera dama es el rostro buenoide de la campaña del candidato presidente. Ella recorre los barrios pobres
Lavinia viste de blanco. La semana pasada, una periodista de farándula le preguntó cuántos ‘outfits’ de ese color tiene en el ropero y ella no supo qué contestar: incontables, desde el exclusivo modelo de Maison Allaïa que lució junto con una cartera Hermes de 30 mil dólares en el baile inaugural del presidente Donald Trump, en Washington, hasta los sencillos conjuntos de zapatos bajos y blusita ligera que lleva en sus recorridos por los barrios más pobres del país, donde compra fidelidades políticas con regalos.
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Leer másDe blanco, la primera dama es un ángel benefactor que desborda simpatía, reparte juguetes a los niños, se preocupa por la salud de los adultos y paga lo que haga falta. Luego se sube al camión de la campaña y encabeza las caravanas junto al candidato presidente.
Gracias a su esposa, Daniel Noboa elude la prohibición expresa de “entregar donaciones, dádivas o regalos” que pesa sobre todo candidato. Lavinia no lo es, no se ha postulado para cargo alguno, pero es obvio que desempeña un papel de máxima importancia en la campaña y que, en su condición de vicepresidenta segunda del movimiento político ADN, no es ajena a las responsabilidades partidistas. Su clientelismo intensivo debería ser al menos observado por la autoridad electoral, si hubiera alguna.
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Leer más“Que Diosito le pague, que Diosito le bendiga”… Los marginales tocados por su bondad le prodigan bendiciones de barrio en barrio. Ella entrega una silla de ruedas por aquí, se compromete a cubrir una costosa operación por allá, lleva útiles escolares donados por una empresa privada a los niños de una escuela, reparte ropa nueva de su propio emprendimiento a medio mundo… Y se asegura de registrarlo todo en video para sus redes sociales, Instagram y TikTok. En cada piecita documental, aderezada por música buenoide y lacrimógena, repite siempre los mismos mensajes. Primero: estos donativos son posibles gracias a la empresa privada, “Tenemos la bendición de que muchas empresas nos ayudan”.
Segundo: esta ropita que les traje es nueva y es de “un proyecto que tenemos”, porque Lavinia Valbonesi no sólo hace proyectos inmobiliarios en zona de manglar, también tiene intereses caritativos. Tercero: no me agradezca a mí, agradézcaselo a mi esposo, “porque al final del día yo lo estoy acompañando y gracias a él y al acompañamiento que le hago es que se dan las oportunidades como esta”. Cuarto: aunque parezca una casualidad, una frase deslizada al azar como cualquier otra, hay algo que no deja de subrayar la primera dama: “cumplimos las promesas”.
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Leer másTampoco desaprovecha, por supuesto, la oportunidad de hacer explícito su mensaje político: “Para mí y para mi esposo es muy importante, más que mandarle la silla de ruedas, venir a entregársela para que usted sepa que nosotros estamos aquí, que nosotros estamos trabajando por ustedes”.
Y al decir la palabra “ustedes” hace con la mano un gesto vago y como distante que abarca la casa, la calle, el barrio, la gigantesca comunidad de marginales siempre necesitados, siempre agradecidos. Los beneficiarios tampoco son ajenos al libreto electoral: “Para nosotros es muy importante que venga Noboa cuatro años más, todo lo que ustedes están haciendo es un gesto tan grande y esto es lo más hermoso”, se deshace en agradecimientos la maestra o madre de familia o lo que sea que recibe las donaciones para la escuelita de Chillogallo.
Toda esta actividad filantrópica tiene lugar en una zona gris, indeterminada de la campaña electoral. ¿Quién paga esos donativos? Empresas privadas, dice Lavinia Valbonesi. ¿Cuáles? ¿Sobre la base de qué acuerdos? ¿Con quién? ¿Con ella o con el presidente? ¿O quizá con el candidato? ¿Declara Noboa esas donaciones que hace su esposa siempre en su nombre? ¿O acaso hay plata pública comprometida en todo este despliegue de bondad? ¿Plata del partido acaso? Este “acompañamiento” del que habla la primera dama, ¿es acompañamiento a Carondelet o a ADN? Todo ocurre como si la sonrisa buenoide, el acto caritativo, el “Dios-le-pague” y la mirada agradecida se justificaran por sí solos. Como si esto ocurriera por fuera de la política y de todas las cosas malas de este mundo. ¿Quién es capaz de meterse con un ángel vestido de blanco que hace regalos?