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Luisa González y Daniel Noboa
Luisa González y Daniel Noboa se lanzaron varias acusaciones durante el debate de la segunda vuelta electoral, pero la conversación se quedó en la superficie.Cortesía.

El post-debate, un invento para ocultar lo relevante del debate

Análisis| Lo que el post-debate muestra es un país que ha perdido el sentido de la gravedad que significa la pérdida de ética

Si en el debate presidencial del domingo Daniel Noboa o Luisa González hubieran mencionado, aunque sea de refilón o por un simpe despiste, algo que tenga que ver con su gato o su perro, es muy probable que la discusión en lo que los expertos llaman post-debate, estaría centrada en cómo cada uno de ellos trata a sus mascotas. ‘Luisa no alimenta bien a sus perros, les alimenta con esas pepas chimbas, no los trata como a seres humanos y se refiere con desdén a los gatos porque su contrincante tiene varios en su casa’, dirían los unos. ‘Noboa no tolera a los gatos y eso revela un lado oscuro y siniestro de su personalidad, ahí está la clave en su forma de tratar a las mujeres’, responderían los otros. Y así las redes se llenarían de comentarios sobre qué actitud tienen los dos finalistas con los animales y sobre cómo eso las valida o no para ser los administradores del Estado.

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Ese parece ser el clima de la conversación política luego del debate que hubo el domingo anterior y a pocas semanas de la segunda vuelta: la gran mayoría se refiere a temas que tienen que ver con la corrección política, el machismo, la misoginia y las ofensas a los grupos más vulnerables de la sociedad, como fue lo que Luisa González dijo sobre el padecimiento de déficit de atención de su contrincante. ¿Qué ha pasado en el post-debate con las acusaciones de narcotraficantes o de amigos de mafiosos que se hicieron ambos? Nada. Se trata de asuntos que no merecen ser mencionados ni que ameriten la activación de las granjas de trolls. Lo único que importa (porque el machismo sí importa) es buscar en cualquier expresión o gesto algo que hiera la sensibilidad de los vulnerables. ¿El crimen? ¡Bah!, para qué hablar de eso.

Lo que ocurre con el post-debate del más reciente debate presidencial que se transmitió el domingo en la televisión y en las emisoras de radio es que las redes están pendientes de unos temas que pueden ser graves, de hecho lo son, pero que ocultan otros que podrían ser mucho más relevantes como de las vinculaciones con grupos criminales. Lo que este post-debate está mostrando, es un país que ha perdido el sentido de la gravedad que significa la pérdida de valores y de la ética pública.

Si a Daniel Noboa se le acusó de estar en complicidad con su hermano en el caso de Petronoboa (venta ilícita de combustibles) y él no contestó con contundencia dicha acusación, lo responsable era que la campaña de Luisa González le achaque su poca claridad en ese tema y no exclusivamente en si fue misógino o machista porque le dijo “histérica” en una reciente entrevista a radio Canela de Guayaquil. Y si González mintió diciendo que ella había expulsado a Ronny Aleaga, operador del narco Leandro Norero, de la Revolución Ciudadana cuando la verdad es que Aleaga se desafilió por su voluntad ¿por qué nadie habla de eso y la campaña de la correísta no aclara qué pasó?

En realidad, lo que ocurre es que el llamado post-debate no es otra cosa que aquello que los comunicadores políticos y los partidarios de ambos candidatos quieren que se siga discutiendo. Se trata de una distorsión de lo que ocurrió, de un mecanismo para separar la paja de los granos y quedarse únicamente con la paja.

La corrección política y otras pajas

Para entender la temperatura o el ecosistema en el que se está desenvolviendo la conversación nacional alrededor de lo que pasó el domingo anterior vale la pena recurrir a un mensaje que la comunicadora política, Caroline Ávila Nieto, comentó sobre una publicación de diario EXPRESO. Ávila Nieto sostuvo que EXPRESO actuó irresponsablemente al haber publicado ciertas frases que Noboa soltó en su primera entrevista luego del debate presidencial y que hacían daño a su contrincante. En la promoción que este Diario hizo de su nota, se resaltaba una frase del presidente-candidato en la que decía: “me quería apuñalar, con esa pluma; histérica y me miraba con esa cara de que ya algo me iba a lanzar”.

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El comentario que hizo la experta en comunicación política básicamente era de que una frase como esa puede hacer daño a la sociedad y que EXPRESO debía haberla ocultado. En su comentario dijo esto: “esta frase solo reafirma su pensamiento machista y misógino. Es un error del diario replicar esas actitudes. Debería ser comparado con la incitación al odio. En el periodismo nos enseñan que hay expresiones que pueden ser perjudiciales para la sociedad. Siempre nos piden que sopesemos antes de publicar. Estas frases deberían recibir el mismo cuidado y evitar su propagación. El medio debe ayudar a hacer pedagogía política para su audiencia”. En otras palabras, Ávila Nieto estaba abogando para que se oculte la realidad: bueno o malo, machista o no, lo que dijo el presidente-candidato es un espejo de su pensamiento. ¿Para qué habrá de ocultarlo? Cuando Rafael Correa dijo lo de gordita horrorosa, hablando de una periodista, los medios lo publicaron y eso fue, en cierto sentido, la primera alerta sobre su conducta frente a las mujeres.

La corrección política está logrando ocultar, con el beneplácito de los expertos en comunicación política, los temas más relevantes que se ventilaron en el debate presidencial. A ese paso, si un criminal resulta ser políticamente correcto, bien valdría que sea candidato presidencial y que gane.

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