Preguntas
La semana pasada terminé de leer Las preguntas son la respuesta, de H. Gregersen. El libro tiene como mensaje que el conocimiento y la resolución de problemas resulta de hacerse las preguntas correctas. Nada distinto a lo que descubre Alicia cuando, en el país de las maravillas, pregunta al gato de Cheshire qué camino tomar: todo depende de a dónde quieres llegar.
El autor, profesor en MIT, revisa décadas de investigación en formulación de preguntas. Comparte perspectivas de la psicología, de la pedagogía, como por último de las ciencias exactas y de la administración de empresas.
Pero hay cosas más de fondo en el libro que aprender a hacer preguntas, al menos en mi opinión, que es el motivo de estas líneas.
El autor sugiere que hacer mejores preguntas no depende de la técnica para hacerlas. No bastaría solo preferir las preguntas abiertas por sobre las preguntas cerradas -aquellas que los sistemas educativos privilegian cada vez más por supuesta eficiencia-; sino también de dirigirlas a donde corresponde y crear entornos donde se fomente el cuestionamiento.
De allí destaca el capítulo sobre la relación entre preguntas y poder. Sí, el poder en la política o en la empresa o en la casa se muestra en la censura de la pregunta o en su evasión. Poderoso es aquel cuyas acciones no son cuestionadas. Poderoso es el que pregunta, no el que responde. El poder corrompe la capacidad de cuestionar.
Reivindicamos una sociedad del conocimiento, nos decimos parte de gobiernos democráticos, nos decimos abiertos al nuevo milenio. Pero, ¿qué tan buenos somos cuestionando nuestros paradigmas? ¿Qué tan buenos somos cuestionando a nuestras autoridades, instituciones y sus quehaceres? ¿Qué tan claras son nuestras preguntas para exigir respuestas claras? Recordemos que la inteligencia artificial empezó como un juego de preguntas y respuestas (la gramática más básica al final del día) y que parece que nos empieza a tomar la delantera.
Por eso digo nomás, debemos todos aprender a hacer más preguntas, incluso en las páginas de opinión, en donde a veces parece que tenemos más certezas que preguntas.