Sin prejuicio
La mitología griega nunca tuvo como objeto contar historias para dormir. Eran relatos de dioses, semidioses y personas, enseñanzas morales y técnicas llamadas mitos, sobre temas tan diversos como el amor y la justicia.
A cada época le corresponde su forma de ver el mundo, narrar sus problemas y explicar entre la gente, imperceptiblemente, alguna pedagogía. Recordemos que en occidente el dominio intelectual griego fue reemplazado por el católico. Aunque se frunzan ceños, la propaganda (de propagación) fue inventada por la Iglesia, mucho antes de su conquista de América.
Mientras la mitología contaba historias de dioses ejemplares que se mezclaban con humanos para procrear semidioses, los pensadores del catolicismo -derivaciones protestantes incluidas- marcaron distancia entre Dios y la gente. Autoridades que disciernen el bien del mal y el cielo del infierno parieron monarquías absolutistas, sangrientas guerras y la Inquisición.
La Ilustración y el racionalismo europeo no lograron emanciparse. Descartes propuso la duda sistemática para todo menos para su fe y Voltaire rezó cuando llegó al lecho de muerte. La democracia representativa moderna nació trasladando la soberanía absoluta, indivisible y divina (¡!) del monarca a la de una (supuesta) indivisible y absoluta voluntad popular. Estratagema que también soltó guillotinas y nos trajo al presente de corazones ardientes, tierras sagradas, jefes de todos los poderes del Estado, muros entre Estados otrora unidos y epítetos descalificadores.
Víctimas de una tradición de maniqueísmos y absolutos, vivimos hoy un mundo tribal. ¿Resistiremos un futuro de memes, símbolos polarizantes y liderazgos mesiánicos, a pesar de nuestra tradición y mente primate?
Los asiáticos, huérfanos del absolutismo occidental, derivaron del pensamiento mesopotámico, del que nosotros dejamos atrás su mitología, el Tao, o Camino. En el yin y yang todos nos reflejamos como personas y dioses, nada es absoluto ni permanente, no existe la verdad única, solo un camino que aprender a transitar. Agrego yo, sin juicio absoluto, algo se puede aprender.