Presidente, de que se rie
Lo que faltaba: que el presidente bromeara con las víctimas del correísmo. Con aquellos que, mientras él se llenaba la boca calificando a Rafael Correa como “un gigante” y a su gobierno como “una leyenda”, estaban siendo perseguidos, injustamente encarceladas y ¿asesinados? Así lo dio entender, jocoso. “Se dicen tantas cosas”.
“¡Cómo se construyen tramas!”, se quejó Moreno esta semana en Guayaquil. “No nos olvidemos que se decía también que hubo un golpe de Estado el 30 de septiembre”. Es la segunda vez que lo recuerda. Como si no fuera con él. “Se decía que hubo un golpe”. ¿Y quién lo decía? Bueno, entre tantos otros, él. Todavía se encuentra en la página Web de la Vicepresidencia el boletín de prensa de esa fecha: “El vicepresidente Lenín Moreno, expresó su respaldo absoluto al primer mandatario y condenó lo que llamó un nuevo intento de golpe de Estado, mismo que, dijo, ya fue denunciado a su tiempo por el presidente”.
“Se decía que los diez de Luluncoto eran terroristas”, continuó con la sonrisa sardónica de oreja a oreja. Un año estuvieron presos esos jóvenes sin que el Estado pudiera exhibir una prueba en su contra. ¿Y qué opinaba de todo esto el entonces vicepresidente? Diario El Universo, 19 de mayo de 2013: “La ley se ha aplicado a rajatabla y eso es lo que venimos exigiendo”. Y en seguida, representando el papel de policía bueno que él mismo se impuso: “A mí me da muchísima pena por esos jóvenes. Yo, en forma particular, más que cárcel los hubiera puesto a hacer trabajos comunitarios”.
“Se decía -continúa Moreno con su enumeración de tramas que resultaron ser falsas- que Quinto Pazmiño había muerto de ataque cardíaco y coincidencia, también, cuando tenía información, su esposa también fue asesinada” (nótese la palabra que se repite: “también”). ¿Quiere decir que no fue un ataque cardíaco lo que mató a Pazmiño? Eran los primeros años del correísmo y el entonces asesor anticorrupción del ministro Ricardo Patiño sabía demasiado. Él estuvo tras la grabación de los pativideos y llevaba meses denunciando las intimidaciones, las llamadas amenazantes, la persecución de motociclistas, la presencia constante de pesquisas. ¿Y qué decía, en ese entonces, el presidente Moreno sobre Quinto Pazmiño? Decía que “una persona totalmente desleal está tratando de hacer quedar mal a un hombre intachable”: Ricardo Patiño. ¿Ya lo olvidó el presidente?
No puede Lenín Moreno eludir la responsabilidad que le corresponde en los horrores que enumera. Esas víctimas también son suyas. Pero sobre todo: esas víctimas exigen reparación. Por eso es grotesco el espectáculo que ofreció en Guayaquil el presidente. Resulta que la máxima autoridad del Estado es consciente de que a decenas de policías se les encarceló injustamente y se les arruinó la vida; de que se montó un tinglado para incriminar a diez jóvenes inocentes con el propósito de ofrecer un escarmiento; de que dos personas fueron asesinadas porque sabían demasiado... Sabe todo eso y no sale ante la opinión pública a denunciarlo, a ofrecer investigaciones, a garantizar justicia. No. Simplemente lo deja caer, como una broma, junto con alusiones irónicas al jugoso chisme de la supuesta infidelidad de la exprimera dama, caso en el cual (se desprende de lo que dijo) también hay otro asesinato de por medio. Como si el país entero girara en torno a las graciosas puyas que intercambia con el expresidente. “Ahora sí le jodí”, se habrá dicho, quizás, Moreno. A veces el nivel de la política presidencial no es bajo: es reptante