La Organización Mundial de la Salud (OMS) solicitó que se prohíban las pruebas de virginidad en mujeres y niñas porque son humillantes, traumáticas, dolorosas e innecesarias.

Pruebas de virginidad: inservibles y denigrantes

En el Ecuador ciento de niñas y adolescentes son obligadas a someterse a pruebas para comprobar que no han tenido relaciones sexuales.

La luz blanca del consultorio chocaba contra sus pupilas. La ginecóloga le hablaba, pero ella no escuchaba. Sus dientes castañeaban. No sabía si su cuerpo tiritaba por el frío que sentía al estar dentro de la fina tela de la bata o eran los nervios que la consumían. Tenía 15 años, había recibido por primera vez un beso en los labios, pero eso bastó para que sus padres decidieran comprobar si aún era virgen.

Fueron diez minutos que se convirtieron en un eterno recuerdo. El veredicto de la especialista llegó de forma rápida: su himen estaba intacto, era virgen. Sus padres sonrieron dichosos, antes de advertirle que las revisiones serían constantes y que ella debería acceder aunque no quisiera. “Debes hacer caso, mija”, rememora Lorena, de 29 años.

Han pasado 14 años desde la traumática experiencia. Ahora lo ve como una anécdota vergonzosa que solo sus allegados conocen. La joven guayaquileña afirma que su vida sexual no se vio afectada por la prueba de virginidad a la que fue sometida, pero que en ese momento de estrés no lograba descifrar cómo se sentía exactamente. Hoy lo sabe: humillada.

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A pesar que la vivencia de Lorena fue hace más de una década, en la actualidad, las pruebas que sufren varias chicas en el Ecuador continúan y, aunque no se tengan cifras precisas sobre cuántos casos hay, son una realidad en nuestra región. Así lo confirma la ginecóloga obstetra Raquel Suquillo. En los últimos seis meses del año a su consulta —ubicada en el cantón Ponce Enríquez— han llegado 14 chicas para ser chequeadas que tenían entre 13 y 17 años. “Siempre les pregunto a las niñas si acceden a que las revise. Ellas aceptan y me dicen: ‘sí, doctora, porque yo no he tenido relaciones’”, detalla la médica, quien se ha acostumbrado a atender a este tipo de pacientes.

El significado “virginidad” tiene una clara alusión religiosa católica. El término alude al hecho de que una persona no ha iniciado su vida sexual. “Al tener un carácter religioso, se asocia con un cuestión punitiva y moralista, castigando, una vez más, a las mujeres que son las conminadas a “probar” su pureza, cuando en realidad la honestidad y la pureza no tiene que ver en nada a la práctica sexual”, explica la sexóloga Cira Núñez.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) solicitó que se prohíban las pruebas de virginidad en mujeres y niñas porque son humillantes, traumáticas, dolorosas e innecesarias. El comunicado reveló que en 20 países, entre ellos Ecuador, con frecuencia los padres o tutores exigían a las mujeres que se sometan al análisis para que se puedan casar o para obtener un empleo.

La prueba de virginidad y el machismo

“No solo vienen los padres, también llegan muchachas con sus novios que exigen que se las revise, porque quieren saber si son vírgenes”, cuenta Suquillo. Aunque en las grandes ciudades estas situaciones no se ven repetidamente, en las pequeñas poblaciones —como Ponce Enríquez— sigue sucediendo. Lo que más se presenta en el centro médico de Suquillo son hombres obligando a sus parejas a que sean revisadas, para cerciorarse que aún no han tenido su primera relación sexual.

En agosto, un joven de 18 años llevó a su novia, de apenas 16, para que la especialista compruebe si era virgen. Comenzó con un largo discurso en el que le contaba su enojo. Los reclamos iban y venían; sus amigos le habían asegurado que la menor de edad había salido con un amigo. “Doctora, ella me dice que es virgen, pero yo quiero saber si es cierto”, repetía el sujeto.

La ginecóloga se negó de forma tajante, mientras veía cómo la muchacha bajaba la cabeza y él renegaba la respuesta de Suquillo. Se levantó de un tirón y tomó fuertemente del brazo a la chica. “Yo sé dónde te van a revisar”, espetó. La sumisión de la menor logró que lo siguiera sin responder. La médico no soportó ver aquella escena y lo paró enseguida; sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano. La pareja se fue en medio de los reproches del novio.

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Las chicas que han entrado a la consulta de Suquillo tienen la misma actitud: no responden, bajan la mirada y obedecen a las órdenes de su pareja. “Esas pruebas, solo con el fin de saber si una mujer es virgen, denigran a la mujer y las coloca como objetos sin decisiones. Las mujeres no deberían acceder a tales requerimientos”, detalla el ginecólogo Andrés Ayon.

El patrón de los hombres también es repetitivo, son autoritarios, no permiten que las mujeres se expresen o comenten, la decisión final la tienen ellos y no puede ser refutada. “Esa persona simplemente tendría que revisar con qué clase de hombre está queriendo formar una relación duradera. Por supuesto debe tener un efecto muy negativo para la autoestima”, opina Núñez.

El himen

El himen es una membrana que la mayor parte de veces se reabsorbe durante los años de la niñez. Esto puede provocar que el médico ginecólogo se equivoque en su apreciación acerca de si la mujer ha tenido relaciones sexuales”, explica Núñez.

Es una membrana compuesta de un tejido incompleto que rodea o cubre la apertura de la vagina. Esta varía en cada mujer, en algunas puede ser más resistente y elástico, mientras que, en otras, es muy delgado o ni siquiera existe. El himen no es un indicativo de que la mujer haya tenido o no coito. A pesar de que existan las pruebas con médicos, es difícil de comprobar si la mujer ha tenido su primera experiencia sexual, porque pudo nacer sin la membrana. Los especialistas consultados por EXTRA, concuerdan en que lo único que se logra con los análisis es denigrar a la joven a través de una agresión machista, provocando que, en un futuro, tenga problemas en su autoestima.

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