Quito: La ciudad falla en inclusión
No todos los semáforos incluyen alarmas para los no videntes. Hay tres ordenanzas para el trato hacia personas con discapacidad que están vigentes
Para la mayoría de personas cruzar una calle, esperar que el semáforo peatonal cambie la luz verde para avanzar, o correr para coger un autobús en la parada antes de que se vaya, son cosas que se dan por sentadas. Pero imaginar por un momento en las personas no videntes o con una restricción en movilidad: ¿qué tan difícil se haría cruzar esa calle o coger ese autobús?
Según el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis), en Quito hay 67.222 personas con algún tipo de discapacidad. De esa cifra, el 11,94 % es visual y 42,13 % física. Elevando la importancia de que los semáforos tengan las alarmas auditivas para que las personas no videntes sepan cuando cruzar, y que las veredas cuenten con rampas y accesos preferencial para que las personas que están en sillas de ruedas o con muletas puedan caminar sin problemas.
“Es un tema muy complejo. Cuando hablas de una ciudad inclusiva para las personas con discapacidad, Quito falla en muchas cosas. Por ejemplo: no todos los semáforos en las calles secundarias tienen las alarmas sonoras para que las personas no videntes puedan cruzar sin peligro. También te encuentras con veredas en tal mal estado, que las personas en sillas de ruedas necesitan de varias personas para los lleven a través de los baches”, dice Sofía Ayovin, miembro de la fundación Ser Humano que se encarga de educar a las personas sobre los derechos de las personas con algún tipo de discapacidad.
Aplicaciones móviles: Una ordenanza en el congelador
Leer másY esa educación se ha hecho más necesaria durante la pandemia: con las medidas de aislamiento y distanciamiento social, las personas con algún tipo de discapacidad han quedado a la deriva al no poder contar de manera oportuna con terceros que puedan ayudarlos cuando están en la calle.
“Yo reconozco cuando estoy por la avenida 6 de Diciembre o Amazonas, porque ahí cuento con semáforos que avisan cuándo cruzar, pero me cuesta movilizarme por el centro de la ciudad; por ejemplo, donde son calles más intrincadas sin mucha señalética para personas que no podemos ver”, dice Juan Ortuño, morador del barrio La Tola y que hace 18 años sufrió un accidente de tránsito que lo dejó con menos del 8 % de visión en sus dos ojos.
Desde el año pasado la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas desarrolla reformas para que los parterres que están a nivel de las calzadas sean más abiertos y de mejor acceso para las personas con algún tipo de restricción en su movilidad. Sobre todo lo aplican en intersecciones de grandes avenidas como las Naciones Unidas, Shyris, 6 de Diciembre, Amazonas y Eloy Alfaro.
Pero para Ayovin aún falta más por hacer, en especial en el tema del transporte. “Es necesario crear una conciencia más fuerte entre las operadoras de transporte para que ayuden a las personas con alguna discapacidad para que puedan usar los servicios de transporte público sin problemas”, dice.
La Empresa de Pasajeros de Quito, que maneja las rutas de Ecovía y Trolebús, más las alimentadoras de buses, mantiene un protocolo en que los perros guía pueden acceder a sus unidades mientras tengan un distintivo que los catalogue como tal y vayan con su correa de sujetación. Y en las estaciones de estos servicios, las carteleras informativas cuentan con sistema de idioma Braille para que las personas no videntes puedan ubicarse.
“De nada sirve que trates de ser inclusivo, si no haces mantenimiento de los elementos que tienes para ayudar a las personas con discapacidad, y educas sobre su uso. Varias veces mi mamá me ha llamado para que la ayude, porque no se ubica en alguna calle o nadie quiere ayudarla para subir al transporte”, dice María de Jesús Samaniego, moradora del barrio La Mariscal cuya mamá perdió la vista hace cuatro años por cataratas en los ojos.
En mayo de este año, en Diario EXPRESO, Walther Verdesoto, presidente de la fundación Procodis, donde promueven la capacitación y el aprendizaje de personas no videntes, indicó que para 2019 el 74 % de las vías de la capital no cumplían con las normas internacionales de construcción para que fueran accesibles e inclusivas con personas que presentaran algún tipo de discapacidad visual o motora.
Quito cuenta con tres ordenanzas (números 172, 458 y 160) aprobadas entre 2011 y 2017 para mejorar el trato de la ciudad hacia las personas con alguna discapacidad, pero los casos aquí plasmados dan cuenta que las normas locales no son aplicadas para el beneficio de este grupo social.