El reciclaje, una leccion no aprendida
María Taco ha dedicado 18 años de su vida a recuperar lo reusable. Diariamente se toca con la incultura ciudadana de no separar la basura de lo que aún sirve
María Taco tiene las manos ásperas; la piel del rostro, agrietada por el sol. Con 60 años, camina a cuestas arreando un pesado coche metálico cargado con cartones y plásticos. Por su frente resbalan gotas de sudor. ¡Arde el suelo!
Hace 20 grados centígrados. Pero ella no se detiene. Exhala una extraordinaria fortaleza. Su oficio: recicladora. Entonces, con firmeza, sentencia: “Con nuestras manos limpiamos el mundo”, en una más de sus jornadas, pero esta vez acompañada por EXPRESO.
En Ecuador se recicla cerca de 280.000 toneladas de residuos al año. De esa cantidad, más del 50 % lo hacen los recicladores de base como María, tanto en Quito como en Guayaquil. En la calle y basureros. A pesar de su trabajo, Ecuador tiene una deuda pendiente con el ecosistema.
Que el diario británico ‘The Guardian’ haya publicado en junio que el país supuestamente importa basura plástica de Estados Unidos la hace reaccionar. “No es necesario”, dice. Concuerda con el Ministerio de Ambiente: “Ecuador no es, ni será receptor de basura de ningún país del mundo”. Aquí hay mucho por hacer. ¡Reciclar! Y detrás de esta actividad, que se ha realizado por muchas décadas, se encuentran actores como María, cumpliendo con una noble, pero a veces olvidada y maltratada, labor.
Jueves, 14:00. El recorrido empieza en un centro de acopio, situado a un lado del parque Cumandá, centro de Quito. La recicladora, con un mandil azul y una gorra que apenas la protege de los rayos solares, se alista para salir a la calle con su herramienta de trabajo: un coche, en el que carga los residuos. “¡No desechos ni basura!”, dice. Hay una diferencia. Los primeros sí pueden ser reciclados, los segundos no.
Antes de partir, enseña el lugar al que llegan todos lo residuos que los recicladores recogen en las calles. También cómo quedan tras ser procesados: las pacas de 120 kilos de aluminio y de 100 kilos de plástico, los enormes letreros de papel de las tiendas de ropa y televisores... Entonces, carga una pequeña maleta en su lomo, cierra las puertas del centro y cruza la calle. Así comienza.
No va sola. Sus perros ‘Niña’ y ‘Negro’ la siguen a todas partes. Fieles compañías. Cuenta que a la primera la adoptó luego de que la botaran sus dueños. Se siente orgullosa. No dejó que se quedara en la calle, como tampoco permite que los residuos que sirven para ser reciclados sean enviados a los botaderos. Los recoge. Es su aporte. Su granito de arena para ayudar al medioambiente.
María, nacida en Cotopaxi, empezó el oficio de recicladora en 2002, como minadora. ¿Qué es eso? Cuando buscan el material reciclable en las fundas de basura que las personas sacan de sus casas. Era duro y pesado ese trabajo, lo reconoce. Entonces, se capacitó y más adelante fundó un grupo que hoy se llama Asociación de Recicladores Buena Esperanza de Pichincha. Lleva el nombre plasmado en su mandil.
Mientras camina por La Ronda cuenta sus anécdotas. Y tiene muchas porque en este oficio lleva 18 años. Una vez, cuando recogía desechos afuera de una universidad, encontró un feto humano. También recuerda que en las noches los mismos ladrones la ayudaban a recoger los residuos. Le decían “abuelita”. Nunca tuvo miedo. Y por eso sigue haciéndolo.
— “Buenas tardes, señorcito”, saluda en un local de la calle Sucre, en el centro.
— “Pase para que recoja los cartones”, le responde el propietario del lugar.
Esta escena se repite en una ferretería, en una farmacia, en un hotel... La conocen. Ya no tiene que escarbar en la basura. No siempre. La gente le entrega los cartones y plásticos. Y ella es experta en arreglar esos residuos en su coche. Los dobla, los pone uno sobre otro, los envuelve, les da la vuelta... con sus manos. No usa guantes, dice que su labor se complica al utilizarlos. [En sus jornadas, se ha cortado los dedos, se ha lastimado las palmas, incluso un carro la ha arrollado y ha destruido su coche, pero ella es valiente. Sigue. Nunca para].
— ¿Le gusta lo que hace?, le preguntamos.
— “Sí”, responde tajante, y sonríe. Solo que a veces, dice, la gente no colabora. No entiende que no debe mezclar el material reciclable con la basura común. Una deuda pendiente de la sociedad con estos héroes invisibles del planeta.
También ha sentido maltrato y discriminación. “Nos dicen basureros”. “Nos ven mal porque tenemos que meter las manos en la basura”. No importa. Está orgullosa de tener un trabajo digno, aunque solo gane el básico (395 dólares menos el seguro social) al mes con semejante esfuerzo. Desde que amanece hasta que anoche. Y así se apagan las luces del Centro Histórico, ha recogido kilos de residuos. Camina hasta el centro de acopio de Cumandá y después va a su casa, en el norte. Nadie se imagina que está sentado en el bus junto a una heroína del medioambiente.
P.d. Tras la difusión de la información del medio internacional, en el que se decía que “los desperdicios de los Estados Unidos se abren camino en todo el mundo y abruman a las naciones más pobres” y que Ecuador sería uno de los países que recibe la basura plástica de ese Estado, el Ministerio del Ambiente informó que la publicación hace referencia a un hecho que difiere con la implementación y aplicación de políticas públicas a nivel nacional en la que se establecen normativas y prohibiciones expresas para la importación de desechos sólidos.