Mónica Barragán, Paúl Paredes, Francisca Pin y Stenio Cevallos.
Mónica Barragán, Paúl Paredes, Francisca Pin y Stenio Cevallos enfrentaron al COVID-19.EXPRESO

Cinco años del COVID en Ecuador: ellos aún recuerdan que fueron llamados ‘héroes’

Cuatro profesionales que enfrentaron al COVID-19 en primera línea dan su testimonio; vieron morir a ciudadanos y colegas

En los primeros meses del 2020, el coronavirus SARS-CoV-2 era todavía un desconocido. La mayoría de la población le temía. Niños y adolescentes tuvieron que dejar las clases presenciales; también los adultos se confinaron, a excepción del personal llamado de primera línea, frente a la enfermedad.

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Ecuador no habría aprendido de la pandemia del COVID-19

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¿A quién se llamó héroes de capa blanca?

Se trató del personal sanitario, de la fuerzas del orden y de servicios. Ellos (también periodistas) circulaban en el país, con salvoconductos, para que la población pueda contar con atención médica. Además en las calles había policías, militares, bomberos, paramédicos, agentes civiles de tránsito, para efectuar los controles en las ciudades. Y otro grupo, que trabajaba en la producción de alimentos, otros comercios, etc.

Este personal de primera línea estuvo más expuesto al contagio de COVID-19, cuando ni siquiera llegaban las vacunas al Ecuador. Gremios médicos, en el 2020 y 2021 exigían que se les entregue equipos de bioseguridad, para protegerse.

La voz de un exdirigente médico

Víctor Álvarez, quien durante la pandemia fue presidente del Colegio de Médicos de Pichincha, señala que no cuentan con estadísticas reales del número de profesionales de la salud que fallecieron, en esa época. Fueron más de 500, dice.

Desgraciadamente la Ley Humanitaria, aprobada en junio del 2020, “solo fue un engaño, promesas, que no se concretaron, como lo anticipé”, comentó Álvarez. Por lo que hay un grupo de trabajadores de la salud que todavía busca que se les otorgue un nombramiento definitivo, por haber atendido casos de COVID-19.

En Ecuador y en el mundo, no se había enfrentado una pandemia, con tantas víctimas entre el personal de primera línea, en los últimos años. En Pichincha, por ejemplo, fallecieron médicos y enfermeras, del servicio de emergencias; pero también ginecólogos, cirujanos y médicos generales. Otros sobrevivieron y tienen secuelas pulmonares graves. El antecedente de muertes de estos profesionales fue por la influenza AH1N1, en el 2009 y 2010.

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MONICA BARRAGAN COVID 19
Mónica Barragán atendió como enfermera en el Hospital Eugenio Espejo, en Quito.ANGELO CHAMBA/EXPRESO

"Nos ofrecieron el nombramiento y no se concretó": Mónica Barragán, enfermera 

"En el primer mes de confinamiento también sentí miedo de contagiarme y morir. En mi caso, soy padre y madre de mis hijos, que entonces tenían 17 y 4 años", dice Mónica Barragán, enfermera del Hospital Eugenio Espejo, de Quito.

"Alquilé un lugar, cerca del Hospital Eugenio Espejo, pues no sabíamos cuán grave era el virus y no quería perjudicar a mi familia. Trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI); así que ordené, desde EE.UU., una mascarilla ‘full face’, para protegerme mejor. Me ponía el visor y el traje, que nos hacía sudar.

"En junio del 2020, una compañera se contagió y así varias personas más resultamos positivas para COVID-19. Llegaban pacientes de todo el país. Sentía angustia de ver su estado. Nos decían héroes; pero eso no nos sirve de nada; el expresidente Lenín Moreno nos ofreció el nombramiento a quienes trabajamos en la pandemia.

"Finalmente eso no se concretó, somos unos 150 servidores en mi hospital, que no fuimos beneficiadas por la Ley de Apoyo Humanitario. Soy el sustento de mis hijos y desde hace 15 años, desde el 1 de mayo del 2009, vivo con contrato. Hemos acudido, inclusive a la Asamblea, y nadie nos ayuda.

Lo que vivimos fue duro. En mi caso ver morir al gastroenterólogo Mario Cacuango; falleció en la cama 23 de terapia intensiva, conmigo. Recuerdo que ingresó orientado, consciente, dijo que debía tomar una prueba el siguiente viernes y quería que sus alumnos estudien. Y el siguiente lunes falleció. También una compañera enfermera. Había camas, pero nos hicieron falta ventiladores mecánicos”.

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PAUL PAREDES PARAMEDIO COVID 19
Paúl Paredes atendió la emergencia como paramédico.CORTESÍA

“Me contagié y pasé 15 días hospitalizado”: Paúl Paredes, paramédico

“Soy paramédico del Cuerpo de Bomberos de Quito y en el 2020 trabajé en traslados de personas en el helicóptero. También en ambulancias, en donde pasaron hasta siete horas con los pacientes porque no había espacio en los hospitales. Siempre estamos expuestos ante riesgos sanitarios, pero en la pandemia yo sentí temor de llevar el virus a mi casa. No quería contagiar a mi madre, María Teresa, adulta mayor. Ellos eran los más vulnerables a la muerte.

Para disminuir el riesgo de contagio, se extendieron los horarios laborales y se cambió el ritmo de turnos, aprendimos a desinfectarnos. En una ocasión nos llamaron desde Pomasqui, llegamos y tardé unos minutos hasta colocarme el traje completo, como decía el protocolo. Al ingresar, el abuelito, que tenía COVID-19, había fallecido. En los primeros meses del confinamiento, mi entonces novia, hoy esposa, también paramédica, salió de su hogar, para cuidar a su familia.

Además, la gente nos hizo cierto ‘bullying’ a quienes trabajábamos con pacientes, no querían que nos les acercáramos. En diciembre del 2020 se relajó el confinamiento y mi madre trabajaba en ventas, con una línea de cosméticos. Se contagió, pero su cuadro no fue grave. Fui a parar al Hospital de Contingencia Bicentenario en Navidad.

Mi situación se complicó ese 31 de diciembre. Pasé 15 días internado, salí con el 30% del pulmón dañado. Oía que intubaban a pacientes, lloraba, no podía respirar. Fue más traumático, al ser personal de salud”.

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Francisca Pin
Salud. Francisca Pin, por el Covid-19, perdió el 95 % de un pulmón.Flor Layedra Torres

"A veces uno necesita estar allí para entender a otros": Francisca Pin, sobreviviente

“La segunda semana de diciembre de 2020, me sentí un poquito mal; pero no me imaginé que eso me iba a llevar a estar dos meses en un hospital. Durante tres semanas estuve con oxígeno, junto con mi esposo. En mi casa solo estaba una hija; mis otros hijos solo nos veían desde la ventana, por fuera de la casa.

Cada día me sentía peor. Tuvimos una enfermera que nos atendía y mi hija, Karelys, aprendió de ella; pero un día, ella me dijo: ‘mami, ya no puedo hacer nada más por ti, tenemos que ir a un hospital’. Acepté, aunque no quería, porque tenía miedo.

Desde las 02:00 del 31 de diciembre, deambulé por muchas clínicas y hospitales, en una ambulancia, pero sin éxito. En ese momento, no tenía cabeza para pensar, solo sabía que ya no iba a regresar. Hasta las 05:00 que llegué al Hospital Luis Vernaza; pero tampoco había cama.

Logré ingresar porque necesitaba ir al baño; me dejan entrar y mi hija me contó que ni llegué al umbral de la puerta del baño cuando me desmayé. Un médico había dicho que como ya me habían dejado entrar, ya no podía salir. Luego, en emergencia, veía cómo atendían a otros y no a mí. En un momento, una doctora me dijo que me iban a entubar.

Desperté a los 15 días. En esos días que estuve entubada fue como si vagara en un espacio y escuchaba ruidos, pero no sé si eran las voces de los médicos o si martillaban algo o manipulaban un instrumento médico. Yo no sabía que estaba en UCI.

Cuando me desperté sentí angustia y desesperación, dicen que es como que uno sale de un trance, pero sentí ganas de arrancarme el tubo. A los minutos fui consciente de dónde estaba y lo que había a mi alrededor. A finales de febrero salí, aunque no podía valerme por mí misma, sabía que era un milagro de Dios, indiscutiblemente; yo estuve en la muerte y ahora estoy aquí por su gracia y puedo comprender a otros cuando están en medio del dolor”.

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Stenio Cevallos
Especialista. Stenio Cevallos no pensó sobrevivir de la pandemia.Flor Layedra Torres

“Tuve miedo, pero tenía la responsabilidad de no claudicar”: Stenio Cevallos, jefe de la UCI 

“En esa época, la edad promedio de las personas que fallecían en nuestra Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Alcívar, eran de 56 años; esa era mi edad en 2020. Por lo general, todos eran relativamente sanos, eso me impactó como médico y como persona. Tuve muchísimo miedo de poder ser uno de los pacientes que estaba acostado con un tubo endotraqueal.

En el hospital se tomaron todas las medidas de precaución; ahora que lo vemos retrospectivamente, fueron medidas un poco exageradas, porque los trajes que usábamos eran trajes para ébola. Ahora sabemos que solo necesitamos una mascarilla N95 y el lavado de manos.

Debido a mi edad, yo no estuve permanentemente expuesto en la UCI. Cuando me preparaba para atender a los pacientes, me tomaba 10 minutos para alistarme; rezaba solo. Luego, iba a UCI, daba las ordenes, entraba a pasar visita paciente por paciente, máximo dos horas. Yo me iba, pero allí se quedaban los residentes: María Angélica López y Horacio Druet.

Me encargué de dar los informes a los familiares, por videollamada, desde mi casa, en la noche. Eso fue una experiencia muy dolorosa porque no los veíamos presencialmente para contenerlos. En el hospital, los médicos lloraron porque veían morir a muchos. Cuando terminó la pandemia, el cuaderno donde anotaba los teléfonos de quienes tuve que llamar para decir que su familiar había fallecido, la tiré con odio y mucho rencor por lo que pasó.

Además, fue muy feo y doloroso ver morir a familiares y personas muy queridas: dos primos, mi profesor, la señora que trabajaba en mi casa y mi suegra, quien fue la séptima persona que murió. También el buscar un cupo para la terapia intensiva en donde uno trabaja para ellos, fue algo difícil, porque la UCI estaba abarrotada.

A pesar de todo, yo, como jefe, tuve la responsabilidad de no claudicar ni decir: hoy no vengo o tengo miedo”.

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