Rehacer al Reino Unido
El Reino Unido ya tiene primera ministra nueva pero su futuro después de la Unión Europea todavía es incierto. La primera incertidumbre es la fecha en que comenzarán las negociaciones para la salida. La primera ministra entrante, Theresa May, ya dijo que no quiere activar el inicio de las negociaciones antes de fin de año. La segunda incertidumbre es saber si en las negociaciones se resolverá también la relación comercial futura con el mercado común europeo. La tercera son los objetivos de la negociación: ¿buscará acceso pleno al mercado común (opción noruega) o a una parte de él (opción suiza)? ¿Negociará un régimen arancelario reducido como Canadá? ¿O se contentará con comerciar con Europa en los mismos términos que todos los miembros de la OMC? La cuarta se refiere a la inmigración y hasta qué punto la definición de un nuevo esquema de comercio con la UE dependerá de la restricción del libre movimiento de trabajadores. La quinta incertidumbre tiene que ver con la postura negociadora de la UE, empezando por definir quién conducirá las negociaciones (¿la Comisión Europea o el Consejo de Ministros?) y cuándo se darán: antes de la elección presidencial en Francia (abril-mayo de 2017) y de la elección general en Alemania (entre agosto y octubre de 2017). La sexta incertidumbre: las circunstancias económicas en que se darán las negociaciones, pues el RU parece ir camino a la recesión, conforme las empresas postergan sus planes de inversión. La séptima es la supervivencia misma del RU, en cuanto a la permanencia de Escocia e Irlanda del Norte. Aunque hay un modo de reducir la incertidumbre y el riesgo: asegurar que se negociará con la UE sobre la base de la opción noruega y que la permanencia de los nacionales de la UE residentes en el RU es bienvenida. Esto daría a las empresas lo que quieren: acceso al mercado común. También es esencial resolver la difícil cuestión migratoria, incluyendo un fondo de ayuda para las comunidades cuyos hospitales, escuelas y otros servicios públicos tengan dificultades derivadas de un crecimiento poblacional por encima de la media; y una fiscalización más estricta de las leyes de salario mínimo y otras que protegen a los trabajadores, para aplacar el temor a que los inmigrantes estén causando competencia feroz y desleal. Además, las negociaciones de ingreso a la AEE deberían partir de que la pertenencia al área incluirá un protocolo sobre migraciones y la capacidad de usar la cláusula de salvaguarda en caso de necesidad. Pero queda una octava incertidumbre, todavía mayor: el futuro papel global del RU. En particular, ¿cómo responderá al corrimiento irreversible del centro de gravedad de la economía mundial en dirección a Asia, y a las innovaciones tecnológicas que al revolucionar industrias y ocupaciones aumentan los temores de los votantes acerca de sus posibilidades de empleo y su sostén económico en el futuro?
El RU posreferendo necesita un debate más completo sobre cómo lidiar con los desafíos del cambio global y cómo trabajar con la comunidad internacional para hacerlo. Un programa viable partiría de reconocer que cada país debe equilibrar la autonomía que desea con la cooperación que necesita. Esto incluye la coordinación de políticas monetarias y fiscales entre todos los países del G20; proseguir la ampliación del comercio internacional; nuevas agendas nacionales contra la desigualdad; promover la movilidad social; y un énfasis claro y firme en la ciencia, la tecnología y la innovación.
Project Syndicate