La relevancia de Luca Pacioli

La contabilidad, aparte de ordenar la información referente al giro de un negocio, o el desempeño de toda una economía, es una disciplina que rige nuestras vidas.

Cuando se dice “el que hace la paga”, se cita la Ley del Talión, se estudian los ciclos de la historia, se analiza la teoría del péndulo, o se especula acerca del fin del mundo, en cada caso hay nociones de contabilidad y rendición de cuentas.

Se requiere de un genio para darnos a entender la naturaleza de la realidad. Luca Bartolomeo de Pacioli fue ese genio: un monje franciscano, amigo e instructor de matemáticas de Leonardo da Vinci. En 1494, en Venecia, publicó la “Summa de Arithmetica, Geometria, Proportioni et Proportionalitá”, libro en el que aparte de hacer la primera presentación sobre Álgebra en el idioma vernacular, codificó el método contable de doble registro que los mercaderes venecianos utilizaban, basándose en el principio de que toda transacción afecta necesariamente una cuenta del activo y una del pasivo.

El trabajo de Pacioli abarca el ciclo contable, describe el uso de jornales, libros menores y mayores, las cuentas del activo y del pasivo, el capital, el ingreso y los gastos. Propone el cierre del ejercicio al final de cada período anual, y el uso del balance de comprobación como pruebas de verificación. Incluye, además, el tratamiento de la contabilidad de costos para establecer los presupuestos y costos de las operaciones, procesos, productos y unidades de negocios, y determinar la variación, márgenes y uso de fondos.

La relevancia de Pacioli, sin embargo, trasciende el método contable. Exploró temas referentes a la ética, para que la contabilidad no induzca al engaño o al fraude. Postuló que nadie debería irse a dormir sin haber determinado que sus débitos sean iguales a sus haberes, y, al plantearlo como norma de vida, propuso la observancia del principio del “corsi recorsi”, que es universal y prima en las relaciones personales, sociales y entre países; en la interpretación de la realidad del universo; en el mantenimiento de la salud física y mental; y en la apreciación del interés propio y de su vinculación con nuestros congéneres.

En materia política, la doctrina Pacioli impone un código de moralidad y ética ignorado por los gobernantes que abusan del poder, tiranizan al pueblo, gobiernan desde la propaganda, estigmatizan a los oponentes, asesinan impunemente, y llevan tan adentro la mentira que se autoconvencen de hablar la única verdad.

El sistema democrático, como una concepción contable, equilibra los poderes, establece el imperio de la ley, fortalece la institucionalidad, y se basa en la rendición de cuentas. En épocas en que a cualquier esperpento se le denomina democracia, hay que rescatar el hecho de que el abuso no trasciende la ley natural; que todo proceso tiene su ciclo, de principio a fin; y que no hay mal que dure cien años, o cuerpo social que lo resista.

La unidad del conocimiento existe. En nuestro cerebro, las señales bioquímicas que conforman nuestra mente y nuestra conciencia, se rigen de acuerdo a leyes matemáticas inexorables. Para bien entenderlo hay que asimilar los mensajes de mentes lúcidas como las del padre Pacioli.