Los restos de cultura reposan en una vivienda
En la provincia de Los Ríos existen lugares que se constituyen en una fuente de importantes restos arqueológicos, los cuales contribuyen al estudio y comprensión de nuestra historia y nuestras raíces.
En la provincia de Los Ríos existen lugares que se constituyen en una fuente de importantes restos arqueológicos, los cuales contribuyen al estudio y comprensión de nuestra historia y nuestras raíces.
Al aire libre, sobre una pendiente cercana a una comunidad rural asentada en la vía Babahoyo-Pueblo Nuevo, se observan varios fragmentos arqueológicos en forma de tinajas.
Existen en ese sector piezas de barro pertenecientes a la cultura Milagro-Quevedo, que poseen un alto valor patrimonial y que se encuentran en poder de un agricultor de la zona, quien las atesora dentro de su propiedad.
El sitio ha sido visitado por estudiantes de escuelas y colegios de la localidad, que reciben charlas sobre la procedencia de los vestigios.
Los habitantes del sector Pueblo Nuevo, del recinto La Teresa, también se muestran orgullosos de vivir en la zona, porque el sitio es considerado un ícono cultural del Ecuador en la provincia de Los Ríos.
Uno de ellos es Víctor León, quien manifiesta que hasta la fecha se desconoce el tiempo exacto de estas reliquias, las cuales han ido desapareciendo con el paso de los años.
Según el testimonio de Israel Rencillo, las tolas fueron descubiertas hace más de 38 años, cuando estos terrenos pertenecían a su tío y a su padre.
Uno de ellos en aquel entonces se llevó una grata sorpresa cuando cavaba un pozo para sacar agua. Fue así como se encontró con estas vasijas, colocadas una sobre otra.
Algo que le llamó la atención a su descubridor es que algunas de estas piezas estaban con restos de osamentas humanas en su interior.
Al poco tiempo, su pariente, Luis Díaz, investigó en varios libros el origen de estos recipientes y, de acuerdo con las figuras que observó, llegó a la conclusión que todas pertenecerían a la cultura Milagro-Quevedo.
En su indagación también conoció que estas inmensas vasijas eran construidas por los indígenas para sepultar a sus seres queridos en posición fetal, y para guardar productos como maíz, fréjol y agua.
La costumbre de aquel tiempo era enterrar de cuatro a cinco metros de profundidad a los difuntos y levantar grandes montículos de tierra sobre su tumba.
Israel Rencillo mencionó que esta propiedad fue una herencia de su padre, quien a su vez la recibió de su tío. Sus antecesores consideraron que el lugar habría sido un cementerio de aborígenes hace cientos de años. (F)