La restricción que se convirtió en un hábito
La mascarilla es irrenunciable para algunas personas. La costumbre les gana a las medidas. Su uso conlleva críticas
Como ‘ovejas negras’ dicen sentirse las personas que, a pesar de que su entorno social ha relajado las medidas de bioseguridad, no dejan de utilizar la mascarilla. Los motivos de insistir en su uso varían: desconfianza ante la COVID-19, cuidar a terceros y hasta por mera costumbre.
Lo cierto es que durante los dos años de pandemia, las restricciones sanitarias (con sus variaciones) se han mantenido. Sin embargo, ante un mejor panorama epidemiológico del país y con más del 80 % de los ecuatorianos con el esquema completo de vacunación, el Ministerio de Salud analiza que el uso del tapabocas sea opcional en espacios abiertos.
EXPRESO ha publicado las reacciones ciudadanas a partir de esta iniciativa gubernamental. Entre las posturas destaca la decisión de mantener el uso de la mascarilla por precaución o porque ya la consideran una prenda más de su día a día.
Lasso anuncia la eliminación de los aforos y analiza el retiro de la mascarilla
Leer más“(El tapabocas) Ya es parte de mí”, indica la madre de familia María Fernanda Zavala, quien señala que “si teniendo cuidado (con las medidas de bioseguridad) me contagié (de la variante) ómicron, peor sin utilizar la mascarilla”.
Sin embargo, hace hincapié en que actualmente usar el tapabocas conlleva críticas. “Hace unas tres semanas fui a una parrillada con los vecinos. Todos estaban sin mascarilla. Mi esposo y yo entramos usándola y se nos reían. Hasta mis propios hijos se me burlan”, revela María Fernanda.
“Es imposible decirles a mis hijos que no salgan”, continúa María Fernanda y destaca que solo les pide que se cuiden. “Ellos me dicen que sí lo hacen”, dice riéndose, aunque de todas formas “sé que se la sacan para tomarse una foto o un trago con sus amigos”.
Además, indica que el tiempo le va dando la razón a su insistencia con las medidas de bioseguridad. “Estábamos en una óptica y en una conversación entre la oftalmóloga y su hermano, escuché que uno de los trabajadores no se había presentado porque andaba con fiebre. ¡Me quedé fría! No quise ni mirar a mis hijos. Ahí la oftalmóloga me explicó que el trabajador no había ido porque tenía insolación. Yo rogaba que sea eso y no el virus”, cuenta aliviada, insistiendo en que “hay que cuidarse”.
La mascarilla es parte de mí. Ya se hizo como un hábito. Intento ser muy cuidadosa con las medidas de bioseguridad, aunque mi familia diga que exagero.
Por su parte, la estudiante universitaria Melissa Hidalgo indica que ella continuará usando la mascarilla porque “a pesar de todo, el virus sigue presente”. Asimismo, explica que no desea poner en riesgo a su abuela, que vive con ella.
A pesar del cuidado que procura mantener, los imprevistos nunca faltan. “Hace unos días se me olvidó (la mascarilla) y estaba yendo a la universidad. Cuando llegué vi que me estaban mirando. Ahí me di cuenta de que, como nunca, se me había olvidado. Por suerte mi papá tenía una extra”, recuerda y añade que, aunque no se ha sentido juzgada por usar el tapabocas, sí ha visto cómo la preocupación invade a las personas.
Melissa cuenta que hace poco llevó a su perra al veterinario y “le había puesto una bufanda mientras estábamos en la sala de espera”. Al rato, una señora llegó con una tortuga y “de la nada me preguntó si no tenía otra mascarilla para mascotas, porque se le olvidó ponérsela a su tortuga”.
Riéndose aclara que “no sé cómo se le había movido la bufanda y le tapó el hocico a mi perra, por lo que parecía que tenía tapabocas”.
Por otro lado, Gabriela Matamoros sostiene que “a pesar de que hagan opcional (el uso de la mascarilla), la seguiré utilizando porque mi mamá tiene una enfermedad autoinmune”. Y resalta que no puede correr el riesgo de contagiarse por ceder a la presión de sus amigos para no utilizar el tapabocas, porque “no sé si el resto se ha cuidado”.
Aunque las medidas (de bioseguridad) se relajen, no podría dejar de usar la mascarilla. No me puedo confiar en que el resto también se está cuidando como yo.
Asegura que incluso ha tenido ciertos impases con sus allegados. “Recién iniciaba el 2021 y mis tías decidieron hacer un almuerzo con la familia. Mi mamá y yo fuimos con tapabocas y nos dijeron que éramos unas ridículas”. Sin embargo, prefiere eso a poner en riesgo a sus padres.
La mascarilla, una medida que se resiste al abandono
Leer másAsimismo, dice que en la calle se puede ver que las personas no se cuidan y utilizan mal la mascarilla. “Cuando voy en el auto lo puedo ver. Recuerdo una ocasión en que vi a una señora en un local de ropa repleto de personas ¡y tenía la mascarilla en la barbilla! Yo no paraba de pensar: ¡Por Dios, señora, cúbrase la nariz y la boca!”.
Y menciona lo que ve también en redes sociales. “Recuerdo una publicidad que hacía un llamado a que no seamos descuidados con la COVID-19. Todo bien, hasta que me fijé en la fotografía donde había una mujer bajándose de un bus con la mascarilla en el antebrazo. ¡La cargaba como cartera!”.
Luego de estas experiencias, Gabriela explica que le parece inaceptable que aún haya personas que no comprendan lo delicado que es el tema. “Han pasado dos años y la gente aún no sabe utilizar bien el tapabocas. Es insólito”.
La pandemia no se puede dar por terminada con acuerdos o decretos. Hay que reestructurar las campañas educativas
María Fernanda, Melissa y Gabriela coinciden en que lo que más quieren es regresar a “una especie de normalidad”. No obstante, hacen hincapié en que no se puede ignorar que el coronavirus está presente y, más allá de la vacunación, hay mucho desconocimiento acerca de él.
Y recuerdan que evitar el contagio es tarea de todos y que la decisión de emplear la mascarilla debería ser respetada en todo momento.
LA PERCEPCIÓN DE RIESGO COMO SIGUIENTE ETAPA
“La pandemia aún no termina”, resalta el infectólogo Washington Alemán y señala que con acuerdos ministeriales o decretos no se “la pueda dar por terminada”. Asimismo, indica que el mundo está demostrando que el comportamiento del virus es irregular y que, cuando menos se lo espera, se podría volver al aislamiento.
Aunque coincide en que la probabilidad de transmisión del coronavirus en sitios abiertos es menor, hace hincapié en que “hay que reestructurar las campañas educativas” sobre el cuidado ante la COVID-19. Esto, según Alemán, no tiene que ver con exigir o no la mascarilla a la gente, sino con la percepción de riesgo que los ciudadanos tengan ante el virus. Es decir, que las personas se cuiden por iniciativa propia.
“Poco a poco hay que ir quitando la obligatoriedad del tapabocas al aire libre”, señala Alemán y explica que, por ejemplo, los grupos de personas vulnerables son quienes deberían seguir usando la mascarilla. Además, hace hincapié en que no está en contra de progresivamente relajar las medidas, pero es algo que no se puede generalizar a toda la población.