Una resurrección en el garaje
La Asamblea revive a la universidad Amawtay Wasi, cerrada por ser una de las peores del país. Un debate político sin la menor consideración académica.
Servidumbres de la corrección política: si es multiétnico e intercultural, no es debatible. Es el caso de la universidad indígena Amawtay Wasi: fundada en 2004 como centro de educación superior privado, clausurada durante el correísmo luego de clasificar entre las 15 universidades más malas del país, convertida en pública por el gobierno de Lenín Moreno, hoy se encuentra en proceso de reapertura. El tema llegó ayer a primer debate en el Pleno de la Asamblea y gustó a todo el mundo. Nadie se atrevió a plantear las preguntas académicas elementales: ¿tan mala era? ¿Mejoró?
No importa. El tema es menos educativo que político. El propio ponente del proyecto, el asambleísta de Pachakutik Manuel Medina, se refirió a la Universidad como “Un proyecto político que sirve de horizonte para reivindicar los derechos”. Medina heredó el proyecto del legislador del período anterior Pedro Curichumbi, quien fue recibido en comisión general y expresó su propia, personalísima visión sobre la educación superior: “De la boca de Dios sale la ciencia y el conocimiento -dijo- y del corazón de Jehová Dios sale la gracia de la vida”. Para él, la universidad es una suerte de sucedáneo de la asistencia pública: existe para evitar que los jóvenes caigan en la droga. En su visión progresista del mundo del conocimiento, Curichumbi espera que Amawtay Wasi acoja a todos aquellos que no consiguieron entrar en las demás universidades, evitando así que se casen antes de hora y terminen divorciándose. Con esa universidad, aspira Curichumbi, el pueblo indígena se convertirá en el nuevo pueblo judío del mundo y empezará a acaparar los premios Nobel.
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Leer másTambién fue recibido en comisión general el presidente de la Conaie, Leonidas Iza. Él sí que tiene la película clarísima. Al parecer ya está considerando entre quiénes repartir los altos cargos de la universidad, desde los decanatos hasta el rectorado: “Si queremos una universidad que reconozca la ciencia, la sabiduría de los pueblos -dijo-, lógicamente tenemos que empezar también desde la forma, los mecanismos de decidir sobre sus autoridades, que no es una designación profesional en muchas veces, por el profesionalismo, sino a partir de la trayectoria de nuestros compañeros y compañeras, que se convierten en referentes para pueblos y nacionalidades”.
Se requiere, por tanto (y así lo pidió Iza), una reforma a la Ley Orgánica de Educación Superior para permitir que los cuadros de la Conaie se conviertan en rectores sin necesidad de tener títulos académicos. A juzgar por las posiciones que se escucharon ayer en el Pleno, la Asamblea está dispuesta a concedérsela. Hasta la legisladora Ana Belén Cordero, de CREO, se refirió al presidente de la Conaie como “compañero” y dijo: “Nuestros jóvenes han estado reprimidos de no tener un libre acceso de educación superior”.
El proceso de reapertura de Amawtay Wasi, iniciado en julio de 2018, tropezó al parecer con la inoperancia de una comisión gestora a la que se concedió “tres años improrrogables” para dejar las cosas listas. Al cabo de esos tres años, sin embargo, la universidad no tiene ni siquiera profesores. En consecuencia, la malla curricular (que Leonidas Iza dijo que está por construir) es la misma de cuando fue clausurada por no pasar las evaluaciones. Lo que la Asamblea está por resolver (ya solo falta el segundo debate) es una prórroga a los “tres años improrrogables” de la comisión gestora.
Todos están de acuerdo. Incluso quienes clausuraron la universidad por mala: los correístas. A nombre de ellos habló Ricardo Ulcuango: “No existe -expresó- una experiencia de evaluación a este tipo de universidades de los pueblos indígenas, que tienen diferente la sabiduría, la ciencia y la tecnología que han mantenido por miles de años. Si se quiere evaluar con el mismo estándar que a otras universidades, efectivamente no alcanza”. Lo aplaudieron.
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