El retrato interno del correismo
Los reportes de Pamela Martínez a Rafael Correa no son tan decisivos como la captación de dinero por parte de Alianza PAIS que ella y su ayudante, Laura Terán, registraron. Y que ya tuvo un efecto devastador para algunos jerarcas del correísmo y una buena docena de empresarios, vinculados por la Fiscalía al caso Sobornos 2012-2016. O Arroz verde.
Los reportes no son tan decisivos judicialmente, pero lo son políticamente. ¿Qué son los reportes de Pamela, escritos entre 2010 y 2013, que la plataforma periodística 4P ha publicado en exclusividad? Centenares de hojas, escritas en Excel, que la asesora de Rafael Correa consignó para su jefe. Todo aquello que ella pensaba que le era útil, requería su atención, su decisión o sus instrucciones. Es una bitácora escrita en Carondelet por una mujer que él conocía desde la universidad, que no muestra estados de alma, es eficiente, calculadora y leal. Ella no solo informa: articula procesos, media, coordina, cuenta las decisiones que ha tomado, pide citas. Ella es la puerta de ingreso para muchos que quieren ver a Correa. Ella busca resultados para su jefe y su proyecto. A cualquier precio: acomodando sentencias. Cuadrando concursos. Infiltrando gente en otros partidos. Dando cuenta del estado de las finanzas de Alianza PAIS y planteando operativos para recoger fondos.
Martínez, ahora detenida, permite ver, gracias a sus reportes, la forma cómo el correísmo construía la política, la operaba y la ejercía. Muchos correístas, incluyendo al actual presidente, tienden a hacer creer que la corrupción y la concentración de poder se dispararon a partir de 2013. Cuando Correa y Jorge Glas administraron juntos el giro específico del negocio. Estos reportes los desmienten. Porque lo que se ve en ellos es la pirámide inocultable del poder con un Correa que dispone de todo y al cual el propio contralor, Carlos Pólit, pide, por ejemplo, que nombre al director de la Contraloría de Manabí. O que mande nombres para auditores de alcaldías y prefecturas. Mejor: le pide 15 minutos por mes en la ciudad que Correa desee, para tenerlo informado. O, traduciendo, para recibir sus instrucciones. En ese mensaje, Martínez informa a Correa que Pólit ratifica su lealtad.
Lo mismo hace Patricio Pazmiño en la Corte Constitucional. Por intermedio de la asesora pide instrucciones a Correa para emitir sus fallos, vende su alma pretextando necesitar dinero para una casa recién adquirida y confiesa estar disponible para lo que Correa decida: la Corte Constitucional o si desea la Contraloría.
Es lacerante ver cómo el correísmo manipuló los concursos para colocar en los cargos de control a personas como Pólit, Chiriboga y Pazmiño que, en premio, fue candidatizado por el gobierno a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Allí sigue. Es impresionante asistir por dentro a la construcción de la ficción del 30-S con un fiscal general que revisa con Pamela Martínez los casos penales en los cuales Correa es denunciante y juez.
El caso del mayor Fidel Araujo es lapidario. Martínez muestra que se les cayó porque era impresentable al punto que Alexis Mera, que tenía la denuncia de Jorge Martínez, la perdió. Esa denuncia decía que Araujo le quiso pagar $5.000 por tomar una fotografía a Correa en el hospital el 30-S, pero que se percató de que en la cámara iba un arma incorporada...
El cinismo y la desmesura son retratados por Martínez con una naturalidad que desarma. Sin duda sus reportes a Correa delatan las caras ocultas de un poder que en diez años borró todos los límites.