Ropa naranja para los correístas
Andrés Arauz no para de quejarse. Guillermo Lasso tiene un nuevo mejor amigo. Yaku Pérez hace campaña erótica.
1. Los correístas se habitúan a su color
Terminaron vestidos todos con el mismo color que Jorge Glas en su actual lugar de residencia en Latacunga: naranja encendido. Es el color que le corresponde a su líder máximo, Rafael Correa, sentenciado a ocho años de prisión por dirigir una banda delincuencial, y también a algunos de sus cercanos colaboradores que integraron esa banda. El color que quita el sueño a muchos de los suyos: prófugos, escondidos, refugiados… En Caracas, en México, en la embajada argentina… Los correístas peregrinaron de un partido de alquiler a otro y terminaron en uno cuyo color distintivo es precisamente ese: naranja encendido. Finalmente se acostumbraron a él y esta semana, en la rueda de prensa que ofreció su candidato para abundar en nuevas razones por las cuales sentirse víctima humillada, aparecieron vistiendo masivamente el uniforme de Glas. Desde ya, “por economía procesal”, glosó en Facebook un internauta con buen sentido del humor.
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Leer más2. Arauz plantea un debate donde no hay
Rafael Correa pasó de ser la figura de cartón que los suyos sacaban a pasear en las manifestaciones (una cuyo tamaño natural resultaba muy ventajoso para las selfis), al holograma futurista que estrenaron en el acto de lanzamiento de su campaña: mientras más realista, más intangible. Esta semana, finalmente, desapareció por acto administrativo: que su imagen no puede ser usada en la publicidad electoral, decidió la directora provincial electoral de Pichincha, Paulina Peña. Y el consejero Luis Verdesoto pretende ampliar esa decisión a escala nacional. Para los correístas no puede haber cosa más terrible. Porque sin la imagen de su líder, aunque sea dibujada, aunque sea proyectada y evanescente, no son nada. Por eso dijo Andrés Arauz: “Es un atentado contra nuestros derechos de participación política”. Claro está: ¿cómo participa en la política un correísta sin Correa? No puede. Pobre gente.
La cosa parece normal: Rafael Correa fue privado de sus derechos políticos cuando se ejecutorió la sentencia por cohecho que le impuso la Corte Nacional. Arauz protesta: dice que el derecho a hablar (en un video de campaña electoral o en donde fuera) no es un derecho político sino un derecho humano. Parecería que tiene un punto y que la cosa es debatible. Pero no: los derechos políticos, también llamados “derechos de participación” en la Constitución ecuatoriana hecha a la medida del propio Rafael Correa, incluyen entre otros: 1. El derecho a elegir y ser elegido (por eso Correa no puede ser candidato a la vicepresidencia como pretendía) y 2: El “derecho a participar en los asuntos de interés público”: por eso no puede invitarnos a votar por su candidato, ni hablar a nombre de su movimiento, ni recoger firmas para que pongan un semáforo. No se le está impidiendo hablar, se le está impidiendo ejercer su influencia política, algo a lo que no tiene derecho. ¿Le molesta? Debía pensar en eso antes de ponerse a dirigir una banda delincuencial.
3. Lasso y Nebot buscan el tiempo perdido
3Guillermo Lasso y su aliado Jaime Nebot se encontraron en el que probablemente sea el único lugar del mundo (aparte de ciertos espacios privados donde son hasta parientes políticos) que tienen en común: el terminal terrestre de Guayaquil, donde ninguno de los dos se ha subido a una furgoneta para ir a Montañita. Se instalaron en un piso alto, donde nadie les estorbara, y conversaron ante las cámaras durante 56 minutos luego de decidir que estaban lo suficientemente alejados uno del otro como para sacarse las mascarillas. La idea de filmar durante casi una hora en la infraestructura pública más concurrida de la ciudad más populosa del país más densamente poblado de Sudamérica y que en la pantalla no aparezca un alma aparte de ellos es quizá otra cosa que solo ellos tienen en común.
Produce maravilla ver a dos personas tan rigurosamente coincidentes en todo lo que piensan. No abren la boca Lasso y Nebot sino para estar de acuerdo y, si se interrumpen, es para apuntalarse mutuamente: “¡correcto!”, “así es”, “coincido en todo lo que has dicho”, “me alegra mucho oírte decir eso”. Semejante concordancia, sin embargo, es tan ilusoria como la terminal en la que no se ve gente. De lo contrario ¡qué pérdida de tiempo sería la de los últimos doce años! El artificio de la propaganda consiste, precisamente, en ocultarnos las diferencias (y la gente).
Dice Nebot que socialismo no es mala palabra y cita a un par de socialistas que según él han hecho bien las cosas. Lasso no parpadea. Habla Nebot pestes del Fondo Monetario Internacional y sus imposiciones. Lasso cambia de tema. Se descuelga Nebot con una frase tipiquísima del estilo socialcristiano que convirtió a Cynthia Viteri en “el hombre”: dice que para la política hacen falta “corazón, cerebro y, con perdón de las damas, cojones” (uno no sabe si pide perdón a las damas por usar esa palabra o porque no los tienen). Lasso nomás lo mira. Es tan fácil estar de acuerdo en todo con Nebot. Basta con saber callarse.
Ojalá que vuelva la partidocracia
Leer más4. Yaku Pérez patenta el erotismo electoral
“En París -dice Manuela Picq- es con champán...”. Mira a Yaku Pérez con la intensidad y el deseo de quien se lo quiere comer. Con los brazos entrelazados, la activista francesa y el candidato de Pachakutik se llevan a la boca un bollo. “En Manabí -responde Pérez- es con pan de almidón. Y de yapa... coco loco”. Pronuncia estas últimas dos palabras como cantando y saca el coco playero con sorbete. Ambos aparecen sentados muy juntos con las piernas en posiciones indiscernibles.
En el movimiento indígena este video no le ha gustado a nadie. Fuera de él, a muy pocos. Manuela Picq llegó del extranjero y se fue de gira con su pareja en el preciso momento en que las incursiones tiktokeras de los candidatos empezaban a pasarse de castaño oscuro. Ya estaba bien de bailecitos y disfraces. Pero esto de la campaña calenturienta es un invento nuevo. Los líderes de segundo nivel de la Conaie se preguntan qué diablos tiene que ver París con ellos.