Sin rutas claras contra la discriminación en las aulas y los espacios juveniles

Cursaba su clase de Filosofía del Derecho y trataba de destacarse en clase. Nicole Abad cumplía con tareas y exposiciones y tenía buenas notas. Su novia tomaba la misma materia en otro paralelo, pero de a poco ella notó que el profesor le coqueteaba, por lo que se quejó ante las autoridades. Un día, la novia de Nicole estaba comiendo en una hueca popular entre los estudiantes de Derecho de la Universidad Central. El profesor se acercó y le preguntó si tenía novio. Ella le respondió que tenía novia. Poco después, el profesor, incrédulo, le increpó: a ver, ¿quién es? Nicole, su alumna del otro curso, le dijo.

De repente, el profesor cambió su actitud con Nicole. Él registraba las notas a mano, en una hoja. Nicole sabía que sus puntajes eran altos, pero en el examen final, se quedó a supletorio por cuatro décimas. Según la joven, el profesor bajó sus notas porque le molestaba que fuera la novia de la chica que le gustaba. Aunque sacó 20/20 en el supletorio, Nicole denunció el caso, pues se sintió discriminada.

En la universidad no hay un protocolo específico para diversidades sexogenéricas, dice. Si los que se diseñaron para frenar acecho, acoso o violencia contra mujeres a veces son insuficientes, es peor para las personas LGBTIQ+. Por eso, Nicole quiere aportar en un cambio que reduzca la doble vulnerabilidad que mujeres como ella sufren, por su género y por su orientación sexual. Ella se empeña en hacerlo visible como parte de la Coalición Feminista Universitaria (CFU), en el mes del orgullo.

El estudio ‘De la evidencia a la prevención: ¿cómo prevenir la violencia contra las mujeres en las universidades ecuatorianas?’, del Programa Prevenir la Violencia contra las Mujeres (PreViMujer), de la GÍZ y la Universidad San Martín de Porres de Perú, arroja los primeros resultados sobre el tema en las universidades del país. Aunque todas fueron invitadas, solo 16 aceptaron.

El trabajo concluyó que cuatro de cada 10 estudiantes que respondieron el cuestionario de mujeres y se autoidentifican como LGBTIQ+ vivieron alguna violencia, dos de cada 10 fueron blanco de comentarios ofensivos sobre su cuerpo, apariencia o sexualidad o recibieron mensajes o llamadas con contenido sexual no deseado. A tres de cada 10, algún miembro de la universidad le agredió físicamente.

Casi la mitad de quienes respondieron el cuestionario de hombres y que se sienten LGBTIQ+ dijeron haber vivido más violencia por parte de hombres de sus universidades, por más de 10 veces en un año.

Estos son solo algunos datos de este estudio, que incluyó encuestas a 23.261 estudiantes y a un grupo de 4.064 personas, entre docentes y personal administrativo de la UTE, UIDE, Universidad Técnica de Manabí, Universidad del Azuay (UDA), la Técnica de Ambato, la Estatal de Bolívar, ESPE, la Andina Simón Bolívar, Ikiam, la Nacional de Chimborazo, Politécnica Salesiana, Politécnica del Litoral, PUCE, Politécnica Nacional, UTPL y Politécnica del Carchi.

El tema preocupa también a personas heterosexuales y cisgénero, como Emily Guevara, una estudiante, de 22 años, de Comunicación de la Central. Ella coordina la comunicación de Tremendas Ecuador, un colectivo de niñas, adolescentes y jóvenes que busca potenciar sus talentos y convertirlos en proyectos, rompiendo los techos de cristal que frenan la necesaria equidad.

Desde ese movimiento digital, Emily difunde información preventiva para evitar que las mujeres sean blanco de violencia. Además, conecta mujeres que requieren ayuda con entidades que pueden asesorarlas legal o psicológicamente. “Planeamos crear un grupo especializado en diversidades, porque la gente no ve del mismo modo a la comunidad que a los heteros”.

Las conductas violentas y discriminatorias llegan hasta a los sitios de diversión. Pamela Proaño se graduó en Artes Visuales de la Universidad San Francisco y es parte de Dragones Queer. Ella cuenta que su universidad suele buscar espacios para la vida social de los chicos, con descuentos y beneficios. A veces, cuando ha querido entrar, la han frenado en la puerta y le han dicho que se reservan el derecho de admisión. Ella cree que es por cómo se ve. “La U. tiene iniciativa, pero no puede avanzar si en otros espacios no aceptan a la gente diversa”, dice.

Como parte de Dragones Queer, que en conjunto con UniDiversidad buscan concienciar sobre los derechos de la comunidad, ha conocido testimonios de gente dentro y fuera de la U. que pide ayuda porque ha sufrido distintos tipos de violencia.

Esto suele afectar especialmente a los chicos gais, dice Pamela, porque hay gente que se burla y ataca su expresividad, que se asocia con lo femenino. En muchos casos, los estudiantes son excluidos de sus hogares, por su orientación sexual y de género.

Las tres, desde sus espacios, motivan a las personas a denunciar cualquier tipo de violencia, aunque muchas desisten en el camino, porque no hay protocolos suficientes o son demasiado engorrosos y terminan en nada.

Nicole resalta que hay casos en los que la persistencia logra resultados. Como el de una mujer trans que se matriculó en la universidad como hombre, tal cual se identificaba en ese momento, pero que en el camino legalizó su cambio de género. Le tomó año y medio que su universidad le permitiera recibir su título con su identidad actual.

El profesor de Nicole negó las acusaciones, pero según ella, incluso tras calificar su examen, se burló diciendo que ella era “diferente y le gustaban las cosas progresistas”. Para ella, esto solo prueba que faltan protocolos en las aulas para que todos aprendan a respetar a los demás, con la diversidad como bandera.