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  • Comparecencia. Sade Fritschi acudió ante el Pleno, leyó con dificultad un texto que parecía entender a medias, dijo ser víctima de la violencia y se fue.Gustavo Guamán

    Sade Fritschi, otra víctima inocente

    La ministra compareció ante la Asamblea.  Defendió el proyecto inmobiliario ECHO Olón y dijo ser víctima de la violencia.

    Cuando habla la ministra de Ambiente, Sade Fritschi, suele refugiarse tras la multitud que por regla general la acompaña: deja que viceministros o asesores le soplen sin disimulo al oído lo que tiene que decir, pues normalmente no lo sabe, o cede la palabra a técnicos y subsecretarios para que respondan por ella, como hizo semanas atrás en la Comisión legislativa de Biodiversidad. Vende la idea de que, en una cartera como la suya, dividida en innumerables áreas hiperespecializadas, nadie es capaz de tener una visión de conjunto sobre políticas públicas. Y ella menos que nadie, desde luego. En esta ocasión, llamada a comparecer ante el Pleno de la Asamblea, contó con una ventaja inestimable: pudo llevar por escrito lo que iba a decir, entregarse confiada al texto que otros le redactaron sobre temas que no maneja en absoluto y concentrarse en lo que le importa: el lenguaje corporal, el repertorio gestos, un tanto robóticos, la puesta en escena de una imagen, incluido el vestuario y la ostentosa joyería dorada.

    Un cuarto de hora le bastó para absolver las preguntas que los asambleístas le habían planteado sobre el caso ECHO Olón, el escándalo de conflicto de intereses relacionado con un proyecto inmobiliario de la familia presidencial que obtuvo en tiempo récord los permisos de construcción de su ministerio, a costa de rellenar de cemento un estero y echar abajo un bosque protector. Le sobró tiempo para victimizarse por la violencia política de género que dice haber recibido de “quienes no saben entender que perdieron las elecciones” y que “fomentan prácticas retrógadas (así dijo y subrayó: “retrógadas”) propias de la vieja política”.

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    En su discurso hubo juegos de palabras, como aquel según el cual el estero Oloncillo y la vegetación que lo rodea no conforman un área protegida sino un bosque protector, nomenclatura burocrática con la que ella cree sentirse autorizada a echarlo abajo. Hubo también mentiras directas, como la de afirmar que ahí no hay manglar, aunque el país entero lo vio en decenas de videos y el propio acuerdo ministerial que consagra el lugar como parte del patrimonio forestal ecuatoriano certifica que los mangles cubren el 30 por ciento del área y son su “especie dominante”. Hubo, finalmente, terribles confusiones, como la de atribuir al proyecto urbanístico ECHO (un conjunto de cinco edificios de cemento, con parqueaderos de cemento y malecón de cemento construidos sobre un estero previamente rellenado de cemento), “similares especificaciones técnicas” al proyecto Sacha Lodge, una construcción de madera y caña levantada sobre palafitos en el río Napo y que constituye uno de los ejemplos más representativos del ecoturismo y el respeto al ambiente en el país.

    Quizá la ministra no era consciente de estas y otras barbaridades. Simplemente, seguía el texto que le dieron. Las dificultades de su lectura, la entonación incierta, la vacilante articulación de las frases, que dejaba por aquí y por allá ideas mal hilvanadas, daba a entender que su nivel de comprensión no era el óptimo. No pareció entender, por ejemplo, que la cronología sobre los trámites del proyecto ECHO que despachó en seis trazos demostraba exactamente lo contrario de lo que ella quería probar: no fue el Gobierno anterior el que aceleró el proceso sino su propio ministerio, que concedió los permisos en cuestión de días. ¿Tiempo récord? No, dice Fritschi. Es el “Nuevo Ecuador”, donde “se ha triplicado la eficiencia”. Porque “este Gobierno (no podía perder la oportunidad de soltar la muletilla) sí resuelve”.

    Finalmente, la ministra se refugió en el victimismo. Dijo haber recibido violencia “de forma sistemática”. Dijo que “nadie merece el acoso y la violencia que yo he recibido” y habló “en nombre de todas las mujeres” del país para que cesen esas prácticas. Un vocerío de insatisfacción y desagrado recorrió el salón del Pleno. En el corto debate que vino a continuación no hubo una sola voz que se alzara en su defensa. Hasta la bancada oficialista prefirió guardar silencio mientras los rumores de juicio político empiezan a circular con insistencia.

    El Caso Olón aún no ha terminado

    La investigación sobre el conflicto de intereses en la concesión de permisos ambientales para el proyecto inmobiliario de la familia presidencial no ha concluido en la Asamblea. Luego de la comparecencia de la ministra, el Pleno aprobó una resolución (con la sola oposición del oficialismo) para que la Comisión de Gobiernos Autónomos presente un informe en 30 días.